ACCIÓN PASTORAL SOBRE LA FAMILIA
El Catecismo, el crucifijo,
la Eucaristía y la Iglesia
(1)


CARDENAL MARCELO GONZÁLEZ MARTÍN


Quiero empezar mi reflexión de esta homilía invitándoos a pensar un poco en algo que acabamos de celebrar, las elecciones. Elecciones al Parlamento Europeo, elecciones a Juntas Autonómicas y elecciones a Ayuntamientos. Tres elecciones, tres objetivos dentro de los cuales se ventilan muchísimos problemas de suma importancia. Porque no sólo están luego las elecciones a Diputados y a Cortes, adonde van las leyes... En estas de aquí también se debaten leyes; leyes para toda Europa; leyes y orientaciones para las regiones españolas, que van constituyéndose en nacionalidades, como dicen. Y leyes para los Ayuntamientos. De manera que tienen mucha importancia.

Pues os diré una cosa, que no sé si a alguno se le habrá ocurrido. Yo estuve esperando a ver si algún día de las elecciones, en la televisión -en las intervenciones que se producían de los diversos partidos o cuando transmitían indirectamente algo de lo que en aquella jornada se había dicho por unos o por otros- ... estuve esperando, en vano, alguna reflexión de tipo cristiano. No la he oído. A ninguno. Y cuidado que había motivos para poder hablar de las familias, de los nacimientos por la población, de las condiciones de salubridad; tareas y trabajos en los que los Ayuntamientos tienen tanto que hacer para evitar que se extiendan las enfermedades y se multipliquen las barriadas llenas de pobreza y de miseria. ¡Ni una reflexión cristiana! Y conste que yo no pido nada de unión Iglesia-Estado. No, no lo quiero. En la edad contemporánea en que estamos lo juzgo perjudicial. Eso antaño, siglos atrás, mereció tener vigencia.

Claro, Europa se hizo por la Iglesia. Cuando se hunde el Imperio Romano, han empezado ya los misioneros a recorrer zonas de Europa que eran los pueblos bárbaros. Y ellos, los misioneros, construyen una civilización, un tipo humano, un conjunto de relaciones. Y señalan los fundamentos que tiene la relación de hombre y mujer, la de padres e hijos, la de dueños y esclavos.

La Iglesia -empezaron los benedictinos- comienza a labrar los campos. Los bárbaros no habían sabido hacer eso; cultivaban los campos muy parcialmente, para lograr algo de comer y tirar para adelante. Pero ya, gracias a los benedictinos -San Benito empieza en el siglo V-, se cultiva mucho mejor, se trabaja y se discurre, y poco a poco se va logrando que los cauces de los ríos bien conducidos, y las tierras labradas puedan recibir la semilla a su tiempo y disponerse a producir después los frutos que fueran apareciendo en la Europa rica.

A la vez se fundaban las diócesis, surgían obispos, aparecían monasterios... ya mucho más tarde, cuando en el siglo XII San Bernardo hace una labor tan prodigiosa como hizo. Hablan de él -seguramente con exageración- y dicen que cuando le preguntaron un día que dibujase un poco la techumbre del monasterio cisterciense primero en que entraron al empezar la reforma, que fue extendiéndose -en pocos años aparecieron muchos nuevos monasterios-, el pobre San Bernardo no supo; se quedó turbado y no quería mirar hacia arriba ni decir que no sabía, porque le parecía que era un gesto de orgullo dando a entender que no haber mirado nunca al techo era muy bueno; y él no podía hacer ningún alarde... ¡y se calló! Pero este hombre atravesó Europa dos veces a pie para ir a dar consejos al Papa, que había sido monje en Claraval. Y así fue haciéndose Europa cristiana: la Europa de las catedrales y los monasterios; la Europa de la cultura en los códices. Conservaron las lenguas clásicas, la oración, el canto gregoriano, los depósitos de alimentación... Gracias al sentido cristiano de la vida, se formó la Europa cristiana. Y por eso tiene toda la razón el Papa cuando en múltiples momentos de sus actuaciones ha hablado -incluso en la ONU las dos o tres veces que ha estado, y en Parlamentos-, de la vida de los pueblos de España, de Francia, de Alemania... La Alemania construida espiritualmente por San Bonifacio, monje inglés, que vino de Inglaterra para evangelizar Alemania y al que asesinaron a las puertas de su catedral de Fulda, donde está enterrado. Allí se reúnen los obispos alemanes en Conferencia Episcopal...

Esta Europa cristiana lógicamente tenía que moverse unida, porque de la Iglesia, de sus pechos de madre, fue brotando el alimento que creó las estructuras organizativas de la vida social, económica, política...

Ahora eso no puede ser, ni yo lo pretendería jamás. Pero alguna referencia... Queremos una España en que se viva la paz; queremos que nuestras regiones y nuestras capitales de provincia y nuestros pueblos mantengan lo que significan esas cruces que hay por nuestros caminos. Queremos que nuestros hijos puedan ser educados desde el principio rezando el Padrenuestro y sabiendo lo que significa. Queremos que haya clases de religión y que se enseñe por los que están destinados para ello con la intención hermosa de que aprendan a conocer nuestros hijos quién ha sido Jesucristo -y la Virgen María-, por qué ha muerto, por qué está en la Cruz, por qué el crucifijo... Es lo único que pedimos; para que luego en la vida no haya robos, no haya blasfemias, no haya desbordamientos sexuales de hombres y mujeres, no haya odios de unos contra otros, ni venganzas entre cristianos... Algo de esto. ¡Que un día el Partido Socialista en la televisión dijera algo de esto! ¡Y lo dijera el PP! Pues nada... Ni unos ni otros.

Es terrible la indiferencia a que hemos llegado. Y este es el mundo que tenemos en perspectiva, queridos sacerdotes. Vosotros. Yo ya no. Si yo predicase ahora como prediqué tantas veces... Tengo notas de 15.000 sermones. ¡Cuánto hablé de esto! No quiero más que Cristo esté presente de alguna manera. ¡Es el Ciudadano mejor! Es el que nos trae los fundamentos de la concordia en la vida civil, en el trato de unos con otros. Es el que permite que surja la ayuda de unos a otros; cuando hay tormentas, cuando hay desgracias..., para eso está entonces la fuerza del amor. Él se arrodilló ante sus discípulos y les lavó los pies. Él, que nos dio su carne y su sangre, porque aquel pan y vino lo convirtió en su mismo Cuerpo. Él, que va al Calvario llevando la Cruz, que es puesto en ella y consuela a los ladrones que tiene a su lado. Y al que quiere escucharle le asegura que dentro de nada tendrá la salvación de Dios en el Paraíso. ¡Pero cómo no se va conocer esto!

Irlanda, un pequeño país de Europa, tenía y tiene todavía miles de misioneros. El obispo anterior de la diócesis de Palencia en que vivo ahora, Nicolás Castellanos, hizo una estadística muy cuidada. Y resultó que la diócesis, pequeña y pobre, tenía... ¡2000 misioneros en tierras de Asia y África en Órdenes religiosas! Siempre en Palencia han tenido mucha fuerza los dominicos. Claro, Santo Domingo de Guzmán era de Caleruega, pero vino a Palencia y fue canónigo ahí; y estudió en su universidad elemental, la primera de España, pero ya con caracteres de universidad. Y los dominicos desde entonces han tenido mucha influencia.

Entonces ¿qué? Segunda parte. Que tenemos que darnos cuenta de lo que se nos viene encima en nuestros trabajos pastorales. Yo ahora no tengo influencia ninguna, ni deseo tenerla. Pero me parece verdaderamente doloroso que no haya una reflexión. Después de unas elecciones así, vamos a reflexionar, vamos a analizar lo que ha faltado y lo que ha sobrado. ¿Por qué no se ha dicho esto y por qué se ha dicho lo otro? ¿Qué indica esto para un futuro inmediato y para un futuro lejano? ¿Qué va a ocurrir en la Universidad con los jóvenes universitarios? Castilla-La Mancha era una región donde no había nada. Hoy hay cerca de 40.000 universitarios.

Es terrible lo que viene encima. Dentro de nada, en estos pueblos pequeños, tendrán todos los muchachos y muchachas capaces becas para estudiar. Y tendrán Facultades en Talavera, aparte de las que tengan aquí. Y se extenderán por diversos sitios pre-facultades que capaciten a chicos y chicas no a tener todos una carrera universitaria, pero sí una formación profesional, que va a cambiar totalmente el panorama. Ya un paisaje de las viñas espléndidas de La Mancha, o, puestos a ser más poéticos, los campos de azafrán de Madridejos... se va a acabar. ¡No habrá quien los cultive! Muchachos y chicas saldrán de sus pueblos y se irán concentrando en ciudades donde va a haber fábricas. Y todos tendrán sus estupendos jornales, quizá con 35 horas de trabajo a la semana; y por la tarde tiempo libre. Y así miles de cosas. Pero de Cristo, nada.

Bien, pues una situación como ésta, que se ve venir, nos va a traer unas consecuencias tristísimas. A pesar de que me digan que hay jóvenes como nunca, que se hacen peregrinaciones, que viene el Papa a París a un acto de juventud y reúne a 1.300.000. A pesar de todo eso. Todo eso tiene explicación, pero significa muy poco para mí. De toda Europa reunir 1.300.000 no es nada especial. Se ponen los obispos y curas a trabajar la salida de un  grupo, y 50 de aquí, 20 de allá... es fácil reunirlo.

Los problemas son otros. Es la familia cristiana, que es lo que se está hundiendo. Y es lo que me parece que tendríamos que trabajar los obispos y denunciarlo de una manera vigorosa, con mucha fuerza. La familia cristiana. No hay hijos... ¿cómo va a haber vocaciones? Un par de muchachos, a lo sumo. Y cuando quieren tener más, ya es tarde. Y las familias tienen recursos; tienen como norma de vida vivir bien... egoístamente. Antes en esos pueblos de Palencia -Valladolid menos-, Zamora, Salamanca..., campesinos todos ellos, tenían alimentación pobre, meriendas que llevaban al campo para comer a mediodía junto a la yunta con la cual estaban haciendo la labor propia del campo... Nada más.
La familia se mantenía. Y ahora ya no. Ya hasta en nuestros pueblos más pequeños hay separaciones conyugales frecuentísimas. Y adulterios, rupturas... La familia cristiana está hundiéndose. Y aquí tenía que orientarse la acción pastoral de los párrocos, en el sentido de cultivar la familia y de insistir mucho en acciones pastorales sobre la familia; y de procurar que la familia íntegra -padres e hijos juntos- acudieran al templo y recibieran los sacramentos, y se ayudasen los unos a los otros.

Yo, hace ya más de 20 años, estuve un mes en Irlanda y Escocia; sobre todo en Irlanda, porque era un país católico. Era el país del mundo que más misioneros tenía, proporcionalmente hablando.

A la familia cristiana, cultivarla con algo muy robusto. Me temo que el Catecismo de la Iglesia Católica, el del cardenal Ratzinger y emitido por el Papa con tanta ilusión y con tanto entusiasmo, se queda muerto de risa; y que no se va a hacer labor en las diócesis por parte de los curas como merece la pena que se haga, dada la categoría de esa obra. El Catecismo de la Iglesia Católica tenía que ser el libro que se leyera en todos los hogares. Y todos acudieran a él como una fuente de reflexión. ¡Pero, claro, si no se hace ni caso...! Y habría que decir, como me dijo a mí una vez el cardenal Wyszynski, en Roma, en el Concilio, cuando yo le preguntaba cómo habían logrado mantenerse con la persecución comunista y él en la cárcel. Y me dijo que porque se conservaba el catecismo familiar. Cada familia, respondiendo cada semana a cada tema. Y todas las familias de Polonia así: cultivando la misma semana la misma doctrina y aprendiéndola. Y contestando por escrito a unas preguntas. Y todo eso lo recogían cada semana y se daba una nota a las familias. ¡Ay como no hagamos algo de esto! ¿Qué nos va a quedar aquí?

De manera que hay que orientar la acción pastoral sobre la familia. Instrumento adecuado: el Catecismo de la Iglesia Católica, que es espléndido; porque van a tener mucha cultura. Antes he dicho que estos pueblos que hasta ahora tenían muchos ignorantes, van a ser universitarios todos. De manera que no basta ya el Astete. Pero menos van a bastar esos catecismos de ahora, con muchos dibujitos y...

El Catecismo de la Iglesia Católica es el que hay que cultivar. Después, dentro de la vida cristiana, coged dos o tres hechos, dogmas, fuerzas de vida, corrientes vitales, caminos de elevación sobrenatural. Y eso por encima de todo. Más que procesiones, más que fiestas, romerías...

¡Lo esencial es otra cosa! Por ejemplo, vital... ¡el crucifijo! Meted la idea del crucifijo en las conciencias.

El otro día he leído yo de San Lorenzo de Brindis, capuchino, del siglo XVI, italiano, que cuando quiso entrar religioso le asustaban, le decían que los capuchinos eran una Orden durísima y que no podría. Y él preguntó:

- En las celdas el convento ¿está puesto el crucifijo?
- Y le dijeron:
- Sí.
- ¡Ah! Entonces a mí no me asusta nada. ¿Qué voy a temer teniendo el crucifijo? Para aguantar el dolor y la penitencia me basta abrazarme al crucifijo. Y viviré con él hasta la muerte.
¡Eso es un santo!

¡La Eucaristía! Como se hace con el corpus, aquí en Toledo, fiesta preciosa; yo nunca diría que se evite. Es un esplendor y una belleza extraordinaria. Pero... ¿se medita ese día? ¿Se comulga ese día? ¿Se piensa en el homenaje de amor a Cristo Sacramentado, se piensa en la Misa? Muy poco, muy poco.

De manera que: crucifijo (Pasión de Cristo), Eucaristía (donación del Cuerpo y la Sangre de Cristo)...

¡Iglesia! Relicario de Cristo en el mundo para que nos acojamos a ella y vivamos en el santo Cuerpo de Cristo, unidos todos. La Iglesia no es rica ni es pobre. No es la Iglesia de Toledo ni de Madrid ni nada. Es la Iglesia, Cuerpo de Cristo; la fundación hecha por Cristo. Tenemos que prepararnos a celebrar la Iglesia; sobre todo los domingos. Es la Resurrección del Señor. Y así yo pensaré en lo que es la Iglesia. Y fortaleceré mi fe. Y la ayudaré: vocaciones, etc.

En fin: crucifijo, Catecismo, Eucaristía, Iglesia. Son los valores fundamentales sobre los cuales tendríamos que orientar nuestra acción pastoral. Y al cabo de 20 años trabajando así todo el clero, se cambia una diócesis. Y se olvida uno de otras cosas que no tienen particular importancia. Se atiene a estas, que son las fundamentales. Y se ofrecen cada día en la Misa, como se ofrece uno a sí mismo, en unión con lo que hace Cristo, el Hijo divino ante Dios Padre omnipotente.

Nada más, queridos sacerdotes. Ya basta con esto. Esto, claro, tiene que ser que se oriente por parte de quienes pueden orientarlo. A mí me queda muy poca vida ya, lógicamente pensando; que puedo vivir todavía 10 ó 15 años... Pero por donde vaya iré insistiendo en este punto de vista, en esta reforma y en estas fuerzas sustanciales, vivas, del Nuevo Testamento, que es lo que nos ha dejado Jesucristo. Y procuraré que los sacerdotes que salgan y se vayan a ordenar se llenen de fervor y de alegría, pensando -aunque se queden solos de momento- en orientar el camino de su acción apostólica así, con esa decisión. Nada más.


(1) Se celebró la Santa Misa en la capilla de las Madres Angélicas de Toledo, el 25 de junio de 1999.

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