19 de marzo, fiesta de San José 24 de abril, Día Mundial de las Vocaciones

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19 de marzo, fiesta de San José 24 de abril, Día Mundial de las Vocaciones

Exhortación pastoral, marzo de 1983: apud Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, marzo, 1983, 110-112.

A los fieles de la Diócesis de Toledo, muy amados en el Señor. He pedido a los sacerdotes que os lean y comenten brevemente esta carta que dirijo a todos vosotros. Lo hago en cumplimiento de mi misión para solicitar vuestra atención en un tema que me es muy querido: el del Seminario y la formación de los jóvenes que en él se preparan para recibir dignamente el sacerdocio a que aspiran.

Tarea de todos #

La fe que profesamos y vivimos, la misma que profesaron y en que han vivido nuestros padres, es la que nos define como cristianos, es decir, como discípulos y creyentes en Cristo. A la sombra de su cruz bendita, alimentados por su palabra y sus sacramentos, queremos vivir y morir, dentro de la gran familia de la Iglesia a la que pertenecemos. En ella encontramos la luz que nos guía para poder mantener esa fe, la cual, si no hubiera sacerdotes, se iría extinguiendo inexorablemente, porque no tendríamos quien la alimentase de manera suficiente. Por eso digo que es tarea de todos el preocuparnos del Seminario y de la formación de los jóvenes seminaristas.

No os opongáis a la posible vocación sacerdotal de vuestros hijos #

Esta es la primera manera de ayudar. Es toda la comunidad cristiana, en la Diócesis y en cada parroquia, la que debe considerar como una manifestación fundamental de su amor a la Iglesia el que haya quienes puedan responder a la llamada de Dios para entregarse al sacerdocio. Las vocaciones de los niños y de los jóvenes surgen por caminos muy distintos. Pero hay uno que es el más normal, el de la familia. En el seno de una familia cristiana la vocación puede florecer con facilidad, si los padres, ayudados quizá por algún sacerdote, se interesan dignamente por el destino de sus hijos.

No solamente no debéis oponeros al deseo que la gracia de Dios puede inspirarles de querer ser sacerdotes, como lo son aquellos a quienes conocen y tratan, sino que, como buenos padres cristianos, deberíais ser vosotros mismos los que al hablar con ellos en el hogar familiar suscitarais su atención hacia el sacerdocio o el estado religioso como posible camino para servir a Dios y a los hombres en la vida. Esto debería llegar a ser una actitud natural y sencilla en el esfuerzo educativo de los padres con sus hijos. Nunca coaccionarles, pero siempre ofrecerles con delicadeza y con interés esta posibilidad, igual que les ofrecemos el santo bautismo, del que ha de brotar después la vida cristiana con toda su fecundidad.

Nuestro Seminario #

En nuestra Diócesis de Toledo estamos trabajando, Obispo y sacerdotes, para que los Seminarios Mayor y Menor estén bien atendidos. Todos los años, al terminar el curso académico en el mes de junio, reciben el sacerdocio algunos jóvenes seminaristas, y todos los años, en el mes de octubre, al comenzar el nuevo curso, ingresan en los dos Seminarios, el Menor y el Mayor, niños y jóvenes deseosos de iniciar un camino que puede llevarles, si así es la voluntad de Dios, a consagrarse a Él en el estado sacerdotal. Gracias a este trabajo, las parroquias de la Diócesis, también las de los pueblos más alejados, cuentan con la presencia del sacerdote, con su abnegado ministerio, con su dedicación al servicio de las almas. Ayudadnos mucho, con vuestra oración y vuestra cooperación económica, a que podamos seguir adelante perfeccionando cada vez más los Seminarios para la mejor formación de los alumnos. La sociedad en que vivimos está cada día más degradada por el desorden moral y las costumbres materialistas que alejan al hombre de Dios. Pero sin Dios no se puede vivir dignamente. Más tarde o más pronto, pagamos las consecuencias del olvido y la conculcación de sus santas leyes. Que no nos falten sacerdotes, para recordar a todos y ofrecerles el camino de la salvación, a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a los ancianos, a todos.

La reciente visita del Papa #

Aún permanece vivo el recuerdo de la presencia del Papa entre nosotros, en Toledo y en tantos otros lugares de España. Todos nos hemos sentidos conmovidos por su predicación y por su ejemplo de entrega sacrificada y llena de amor pastoral a todos los hombres. Viéndole y escuchándole comprendimos mejor lo que es la santa religión de Cristo como camino seguro de salvación, y la grandeza insuperable del Evangelio para la vida del hombre, de las familias, y de la sociedad. El Papa nos hacía ver que donde hay amor a Cristo y fidelidad a la santa Iglesia en su doctrina y sacramentos, hay paz, y respeto mutuo, y esperanza, aunque tengamos que sufrir las dificultades que nacen de la limitación humana, de la enfermedad y de la muerte. El Papa nos ha mostrado el hermoso rostro de la Iglesia, de la que somos y queremos ser hijos fieles.

Él ha tenido mucho interés en recordar nuestra historia de pueblo católico, con sus santos y misioneros, con sus empresas de evangelización en todo el mundo, con su profunda cultura religiosa que no debemos perder.

Él habló a los sacerdotes y a los seminaristas de España, y visitó particularmente nuestro Seminario de Toledo.

Pues bien, lo que deseo deciros es que no aspiro a otra cosa más que a lograr, según la misión que me corresponde, muchos sacerdotes que hablen y actúen siguiendo el ejemplo del Papa, que amen y se sacrifiquen como él, que ofrezcan a los hombres y mujeres de nuestras parroquias los dones de Dios como él los ofreció, que levanten el corazón atribulado por la desgracia, que fortalezcan la fe de los débiles, que despierten en los jóvenes el entusiasmo por servir al Evangelio, que mantengan en cada familia la llama encendida de la fidelidad y de la confianza en Dios, que den consuelo a los ancianos y enfermos, que influyan santamente en la sociedad para que la vida sea más justa, las costumbres más limpias, las conciencias más inspiradas en las exigencias de nuestra fe.

Estas son las intenciones que me han movido a escribir esta carta, y por eso pido y seguiré pidiendo vuestra ayuda al Seminario, que no es mío, sino de todos vosotros.

Ayudadme, queridos hijos, ayudadme cuanto podáis. Os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Toledo, marzo 1983.