El Seminario, comunidad evangelizada y evangelizadora

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El Seminario, comunidad evangelizada y evangelizadora

Homilía pronunciada en la Misa solemne de apertura del curso académico 1989-1990 de los Seminarios diocesanos de Toledo, 29 de septiembre de 1989. Texto en Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, octubre 1989, 644-649.

Inauguramos el curso académico en el Seminario, en los Seminarios y en los diversos centros vocacionales con esta Misa del Espíritu Santo, en que invocamos, más que de ordinario, al Espíritu Divino, suplicando su presencia entre nosotros más viva, más donante, más eficaz; su presencia y su protección, para que nos guíe siempre con su luz y con sus dones.

En el prefacio de la Misa de Pentecostés, tomando las palabras de ciertos pasajes de la Escritura, se dice:

«El Espíritu que,
desde el comienzo
fue el alma de la Iglesia naciente;
el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios
a todos los pueblos reunidos en Jerusalén;
el Espíritu que congregó
en la confesión de una misma fe
a los que el pecado había dividido
en diversidad de lenguas.
El mismo Espíritu
que sigue vivificando a tu Iglesia
e inspira a todos los hombres de buena voluntad
que buscan tu Reino…»

Con estas bellas palabras de ese prefacio del día de Pentecostés queda muy bien expresada la misión del Espíritu Santo. Por eso le invocamos hoy, porque el que guía a la Iglesia tiene que guiar también a instituciones de la Iglesia tan características como ésta del Seminario, donde se preparan, y muchos llegan al sacerdocio, precisamente para ayudar luego a la Iglesia a derramar la luz de que es portadora, merced a esa presencia y esa acción del Espíritu Santo. ¿Cómo no va a estar presente en el Seminario? ¿Cómo no va a regalarnos con sus dones?

Dos acontecimientos en la Iglesia española
que han de influir en la vida del Seminario #

Comienza este año el curso académico, cuando todavía son recientes dos acontecimientos, que ha vivido la Iglesia española, muy importantes, de los cuales no puedo prescindir en este instante en que una inicial reflexión me sitúa en perspectiva más justa, en relación con lo que es el Seminario.

La peregrinación de la juventud a Compostela #

Un acontecimiento ha sido el de la Jornada Mundial de la Juventud. Dejemos a un lado todas las críticas nacidas de espíritus estrechos y pobres. Lo que podríamos llamar éxito, en un lenguaje que es bastante común en la vida del mundo, se ha asegurado en modo tan extraordinario, que hoy nadie puede ya dudar de lo que significó la respuesta clamorosa de tantos jóvenes del mundo a una llamada como la que hizo el Papa. Allí estuvisteis muchos muchachos de Toledo, y también seminaristas, a todos los cuales me fue muy grato saludar; allí estaba el señor Obispo Auxiliar y muchos sacerdotes jóvenes, todos en plan de auténtica peregrinación. La presencia de los grupos de Toledo fue tan numerosa que produjo honda impresión. Creo que ha sido la diócesis que, proporcionalmente, ha hecho presentes allí a un mayor número de jóvenes, y con sacrificio, puesto que algunas jornadas las hicieron a pie, con todas las carencias que ello lleva consigo. Pero lo que más llamó la atención fue la presencia de tantos sacerdotes diocesanos, lo cual indica que, si los sacerdotes quisiéramos y nos moviéramos unidos en todo, conseguiríamos mucho más para la evangelización del mundo, sin duda. Si hubo allí cuarenta sacerdotes, podría haber habido ochenta, o ciento y podría haber habido, en lugar de mil seiscientos, dos mil, o dos mil quinientos jóvenes toledanos.

Pero yo no censuro nada, estoy dando gracias a Dios simplemente con esta referencia. La traigo aquí porque es una perspectiva, repito, que necesita ser considerada a lo largo de este curso.

Hay un sector muy grande de la juventud que responde a Jesucristo. Otro gran sector no responde, ni responderá nunca; es la parábola del sembrador, que se repite constantemente. Pero nosotros hemos de seguir sembrando. Y eso es lo que se ha puesto de relieve en esas jomadas de Santiago de Compostela: lo hermoso que es sembrar, y las ansias que hay en tantas conciencias de recibir una semilla que más tarde dará frutos. Y estos Seminarios están para eso, para formar sacerdotes que lancen luego la semilla, para que ésta dé fruto abundante.

El Congreso de espiritualidad sacerdotal #

El segundo acontecimiento ha sido el Congreso de espiritualidad sacerdotal, de mucha trascendencia en la vida de la Iglesia española, porque han sido expuestos en una forma dignísima, tanto en las exposiciones doctrinales como en los actos litúrgicos o paralitúrgicos que se celebraron, los valores irrenunciables, los más fecundos y consoladores de lo que es el sacerdocio de Cristo, vivido en los hombres; nuestro sacerdocio. Tampoco estamos ajenos a eso, porque ésta es una diócesis en que hace quince años que venimos celebrando Semanas de teología espiritual, con secciones para sacerdotes, para religiosos, para seglares, para seminaristas, tratando esos temas que allí se han expuesto con más brillantez, no con más competencia.

Quiero decir que este Congreso de espiritualidad es como una lluvia benéfica, que hacía falta, sobre los sacerdotes en la Iglesia de España. Y por primera vez, en una asamblea tan multitudinaria, se ha percibido, según me dicen todos –porque a mí me fue imposible asistir– el gozo, la alegría de ser sacerdotes. Yo pensaba dentro de mí, ¡cuántas veces a estos seminaristas, y a los que han salido estos años, les he dicho lo mismo: tened la alegría de ser sacerdotes, y vivid la unión con Jesucristo Sumo Sacerdote, en la forma en que la Iglesia lo pide! Esto es lo que os dará fuerza y coraje apostólico para vuestra lucha incesante, en orden a aplicar los beneficios de la redención en el mundo.

A la luz de estos dos acontecimientos empieza el curso, y tiene que distinguirse este año, de una manera singular, toda vez que celebramos el centenario de la construcción de este edificio. Tiene que distinguirse de una manera singular, de forma que se superen todas las rutinas y todos los cansancios. No hay derecho a cansarse, ésta tiene que ser la consigna, señor rector y autoridades académicas. En estos seminarios no hay derecho a cansarse, hay que seguir el camino que venimos recorriendo, con una revisión inicial que nos permita ahondar más, para buscar mejor aguas ocultas, que tienen que aflorar, para que rieguen más y más este camino que se abre en el Seminario y llega a todas las parroquias de la Diócesis.

El Seminario, comunidad evangelizada y evangelizadora #

Todos evangelizados para evangelizar #

El año pasado os hablaba de comunidad orante, que eso tenía que ser el Seminario. Este año quiero deciros que ha de ser comunidad evangelizadora; evangelizada y evangelizadora. Y pienso, no sólo en los seminaristas; porque éste es el peligro en que caemos con frecuencia, los que venimos aquí al Seminario para realizar la función que se nos encomienda. Contemplamos estos grupos numerosos de seminaristas como el campo que hay que evangelizar, con su educación espiritual, con su formación cultural y académica, con el trabajo sobre su carácter y actos humanos; ése es el campo que hay que evangelizar.

No; ésa es una visión equivocada. Todo el que entre por esas puertas, he dicho más de una vez, tiene que detenerse y reflexionar que él, profesores, superiores, son los primeros que tienen que ser evangelizados. No venís aquí a dar algo que necesitan los demás; todos estamos necesitados de una presencia actuante de Cristo vivo en cada uno de nosotros, para que brote de nosotros, casi sin darnos cuenta, una fuerza evangelizadora que se extienda sobre todos los que viven en esta casa.

Por eso hablo, en primer lugar, a los superiores y profesores: examinaos vosotros todos los días. Aquí se evangeliza cumpliendo vosotros, los primeros, con vuestro deber, orando, estudiando, dando bien vuestras clases, trabajando con paciencia la mente de los alumnos, exigiendo, ayudando; dando ejemplo con vuestra palabra, con vuestro modo de vestir, con vuestra presencia, en los días de fiesta y en los días ordinarios, con vuestros consejos, con vuestras lecturas, con la forma de explicar, con la atención a la circunstancia concreta en que tenéis que hacer la explicación, con la paciencia para investigar sobre el aprovechamiento de los alumnos, con más paciencia aún para ayudarles cuando, a pesar de todo, no logran el rendimiento que vosotros apetecéis.

Aquí se evangeliza formando sacerdotes de Jesucristo #

Aquí se evangeliza haciendo ver, todos, que lo que os preocupa es, ante todo, formar a futuros sacerdotes de Cristo; no sólo intelectuales, hombres de estudio; no. Aquí todo, el estudio también, es un instrumento y un medio, para lo que vamos buscando.

Y con vosotros, los superiores de la casa, los que debéis estar en todo momento aquí, atentos a los alumnos, tratándoles uno por uno, reuniéndoles en grupos, vigilando toda la disciplina del Seminario para que se formen sacerdotes austeros, que no tengan sobre sí mismos ningún afán complaciente; que acepten con mansedumbre y con tranquilidad las molestias que ha de darles la vida; que sean pobres, que sean piadosos, que sean abnegados, que piensen, no en sí mismos, sino en los que tienen alrededor. Así todos somos evangelizados, y somos evangelizadores.

¿Qué es evangelizar? Proclamar la Buena Nueva de Cristo Salvador. Esta es la evangelización; y cada uno la proclama con obras, con palabras, con ejemplos, en el ambiente en que nos encontramos. Seríamos ridículos si estuviéramos pensando, alumnos, en que vamos a evangelizar las parroquias, el día en que se nos encomienden, y ahora aquí, donde estáis, no evangelizáis, cuando podéis hacerlo, con vuestro ejemplo y vuestro comportamiento, guiados por vuestros superiores.

Conclusión #

Lo que espero de todos en este año centenario #

Así pues, y resumiendo muy brevemente para terminar. Yo os pido que, en este curso tan singular:

Primero: que busquéis incesantemente al único Maestro, Cristo Jesús. Sólo Él es el Maestro, los demás en tanto pueden serlo en cuanto que imiten sus pasos y escuchen y propaguen su palabra.

Segundo: os pido a todos, profesores y alumnos, que mantengáis una unidad fiel, fidelísima, en los propósitos de este Seminario. Que nadie venga aquí a sembrar su parcela: sino que busque el modo de que sus esfuerzos se unan con los de los demás para lograr el bien de todos. Unidad, unidad. Recordemos las palabras de San Pablo, en su primera carta a los Corintios, cuando dice: Hay diversidad de dones, pero un solo Señor; hay diversidad de funciones, mas Dios es el que está en todo y en todos, y obra en todo y en todos (1Cor 12, 4-6).

Esta es la unidad que tiene que haber en el Seminario; la pido a todos, superiores, profesores y alumnos.

Tercero: evangelizad de este modo, y evangelizad procurando vivir intensamente la vida de piedad, es decir, el gozo del contacto íntimo con Jesucristo en el coloquio de cada día, en la oración fervorosa, en la meditación, en los actos litúrgicos; y luego, en la práctica diaria de la caridad de unos con otros, siempre exigiéndoos a vosotros mismos antes que exigir a los demás.

Confío en que, a lo largo del curso, con motivo del año centenario del Seminario, vengan por aquí grupos sacerdotales; confío en que lograremos, para el año próximo, muchas más vocaciones; confío en que vengan también becas, fundadas por muchas personas, y ayudas económicas de diversa índole; confío en que sigan saliendo sacerdotes de la Diócesis a diversos puntos de América, de España y de Alemania, a trabajar con emigrantes. Terminaron treinta alumnos en julio, ingresan veinticinco ahora. Espero que, con lo que va a representar este año de oración y de esfuerzos, para el próximo curso puedan entrar alumnos mayores, treinta o cuarenta, para ofrecerlos a la Iglesia siempre, para trabajar con esa espiritualidad evangelizadora que se nos pide a los sacerdotes, en el Congreso recién celebrado, y para actuar sobre esa juventud como la que se reunió en Santiago de Compostela, y tantos otros que están esperando la palabra del Señor, que alguien pueda predicarles, para llevarles por el camino de la vida. Así sea.