Prólogo para la obra del P. Mariano Sevilla, S.I., titulada «La mejor espiritualidad conforme al Magisterio pontificio. Conferencias sobre el Sagrado Corazón», Madrid 1986.
Tengo una honda satisfacción pastoral al poder presentar este libro a los lectores, que serán cada vez más numerosos a medida que se vaya conociendo.
El autor es un benemérito jesuita, el P. Sevilla, que durante toda su vida ha vivido y predicado la devoción al Corazón de Jesús con inmenso fruto en su apostolado, sobre todo entre sacerdotes y seminaristas.
El libro tiene su mayor mérito en la exposición que se hace de esta devoción, de modo totalmente conforme al Magisterio pontificio.
No se trata de presentar una práctica meramente piadosa, ni tampoco de recomendar una espiritualidad particular; se pretende exponer la doctrina de los Papas en lo relativo al culto del Corazón divino: encíclicas y cartas apostólicas son la guía principal de la presente obra. Al mismo tiempo se quiere armonizar el culto al Corazón de Jesús con las legítimas exigencias de la vida moderna, para llegar a vivir cristianamente en el mundo de hoy.
Es un hecho lamentable que la devoción al Corazón de Jesús ha decaído entre los fieles en los últimos años. Ya Pablo VI decía el 6 de febrero de 1965, al tiempo que recomendaba esta excelente devoción: “Este plan nos parece el más apto para que el culto al Sagrado Corazón, que, con tristeza lo decimos, ha decaído en algunos, ya en adelante florezca más” (Investigabiles divitias Christi 8).
Nosotros creemos que este decaimiento se ha producido, porque se había dejado de instruir sólidamente al pueblo, y se había llegado en no pocos casos a una práctica rutinaria sin verdadero contenido bíblico-teológico, alejada de las necesidades evangélicas del mundo de hoy.
El medio más eficaz para salir al paso de la falta de instrucción del pueblo fiel es, sin duda, exponer la espiritualidad del Sagrado Corazón como lo hacen los Romanos Pontífices, que la fundamentan sólidamente en la Escritura y en la Tradición, sin despreciar los valiosos elementos que aportan los santos, pregoneros de esta devoción. Y todo ello en el contexto de la vida moderna tan necesitada de espiritualidad.
Por otra parte, creemos descubrir en la Iglesia de nuestros días una consoladora vuelta al culto del Corazón de Cristo. Sacerdotes y laicos rivalizan hoy, a lo menos en ciertos ambientes, por conseguir una crítica auténtica de esta espiritualidad. Pero ésta no se conseguirá sin una renovación de mentalidades y de costumbres, conforme a los deseos del Vaticano II; porque vivir la devoción no es solamente recitar unas preces piadosas, sino implantar un nuevo modo de vida con talante más evangélico y más adaptado a las necesidades de nuestro tiempo.
He aquí otro objetivo del presente libro: Aprovechar el movimiento, que se observa en ciertos ambientes, de vuelta a la devoción; pero evitando toda desorientación. Y fue precisamente Pablo VI el que en su Carta Apostólica Disserti interpretes (25 de mayo de 1965) dijo unas palabras orientadoras a este propósito: Exhortó a “difundir cada vez con más ardor el amor al Corazón de Jesús, y a que con sus palabras y con sus ejemplos muestren a todos que de esta devoción deben recibir su mayor aliento e impulso, tanto en la esperada renovación de mentalidades y costumbres como en la mayor eficacia y vigor de las instituciones eclesiales que pide el Vaticano II”.
El actual Pontífice ha hablado con gran estima y con mucha profundidad de la devoción que nos ocupa. El 4 de marzo de 1979, en su primera Carta encíclica, escribió una frase que pasará a la historia de la devoción: “La redención del mundo –ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada– es en su raíz más profunda la plenitud de la justicia en un corazón humano: el Corazón del Hijo Primogénito, para que pueda hacerse justicia en los corazones de muchos hombres, los cuales precisamente en el Hijo Primogénito han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios y llamados a la gracia, llamados al amor”.
No fue casual tratar tan profundamente del Corazón de Cristo en la Redemptor hominis. Hacía escasamente tres meses que había expuesto, en lo que se había llamado una mini-encíclica, en la audiencia general del 20 de junio de 1979, todo lo referente al culto del Divino Corazón, “de aquel Corazón –son sus palabras–, que le había hablado desde su edad juvenil”. Hoy –podemos añadir nosotros– ese Corazón sigue siendo su encanto en la edad madura, pues decía el 25 de junio de 1982, también en una audiencia pública, en la Plaza de San Pedro: “Vuestro afán de dar a conocer y amar el Corazón de Jesús es hoy más preciso que nunca para la Iglesia. Y son de particular agrado del Padre”.
Pudiéramos citar innumerables textos de Juan Pablo II, puesto que es, a juicio de los expertos, el Papa que más veces ha hablado del Corazón de Jesús; pero baste para terminar, citar lo que dijo en la Dives in misericordia: “La Iglesia parece profesar de manera particular la misericordia de Dios y venerarla dirigiéndose al Corazón de Cristo”. (Noviembre de 1980. Primer domingo de Adviento. Día 30).
También nosotros exhortamos vivamente a nuestros diocesanos a vivir esta devoción, y por eso les proponemos la lectura de este nuevo libro, en el que con claridad y profundidad se propone el culto al Divino Corazón.
Hemos de notar que, aunque la obra va dirigida a toda clase de fieles, se piensa a lo largo de toda ella, en la juventud de manera preferente. Antes de comenzarla, se acudió a un grupo de jóvenes entusiastas de esta espiritualidad y se les propuso una larga lista de temas relativos al Corazón de Jesús. Hasta 150 fueron los títulos de conferencias que se les propusieron, de los cuales deberían escoger solamente 25, sin convenirse previamente. El resultado fue maravilloso, pues coincidieron en muchos de ellos. A base de estos 25 temas se ha redactado todo el libro.
Toda la materia va repartida en cuatro partes. De las cuales la primera se ocupa de la definición de la devoción, que creemos queda perfectamente declarada, pues se resume en ella las 30 definiciones que en un principio se propusieron.
La segunda parte trata del Evangelio visto a la luz del misterio del Corazón de Cristo, según aquella frase feliz de la Haurietis aquas, que afirma ser el Corazón de Jesús “la mística escala para subir al abrazo de Dios nuestro Salvador”.
En la tercera parte se afirma que todas las estructuras del mundo de hoy pueden ser influidas y transformadas por la espiritualidad que nos ocupa.
Finalmente, se dedican varias conferencias a la vida consagrada bajo el influjo de esta espiritualidad.
Aunque como hemos indicado, no se desarrollaron los 150 temas propuestos en un principio, pero se ha procurado aludir a la mayor parte de ellos en el curso de toda la obra; y creemos que se llega fácilmente a la conclusión de que “la devoción al Corazón de Jesús es el resumen de toda la religión y la norma de vida más perfecta”, como afirmó Pío XI en la Miserentissimus Redemptor.
Los distintos capítulos se intitulan conferencias, pero la mente del autor es que lleguen a ser verdaderas vivencias. Por eso se recomienda que más que una serie de charlas, se organice un cursillo en el cual, a modo de unos Ejercicios Espirituales al estilo ignaciano, se medite toda la materia propuesta con la seriedad y la profundidad con que se procede en la experiencia de san Ignacio.
A primera vista, pudiera parecer que los temas no tienen una perfecta unidad, pues al ser escogidos entre otros muchos, se desconectan entre sí; pero la desarmonía es aparente, pues al terminar todo el curso, se saca una idea completa y en cierto modo exhaustiva de lo que es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que pudiéramos afirmar que es el Evangelio vivido hoy en sus raíces más profundas a la luz del misterio de Cristo, tal como lo enseña y lo presenta la Iglesia en sus documentos oficiales.
Vemos también en el libro una clara alusión a la Fraternidad Sacerdotal del Corazón de Cristo, recientemente erigida en nuestra Diócesis (11 de enero de 1985); y aparece en la obra el deseo de que estas ideas tan fecundas y tan actuales se usen como el ideario ascético-místico de estos sacerdotes diocesanos, que arden en ansias de caridad pastoral, y desean valerse de la espiritualidad del Sagrado Corazón, para hacer más fecundo su apostolado. Creemos que un grupo de sacerdotes bien formados en el Presbiterio Diocesano puede ejercer una gran influencia en orden a promover el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús, que ojalá se vea florecer esplendorosamente en nuestra Diócesis, de manera especial entre los sacerdotes y seminaristas.
De poner en práctica todas las saludables recomendaciones, que de la devoción al Sagrado Corazón se hacen en la presente obra, conseguiremos, ayudados siempre de la divina gracia, un verdadero culto al amor divino-humano de Cristo, simbolizado en su Corazón, y una mayor eficacia en la caridad con nuestros hermanos los hombres.
Dijo Pío XII que “esta devoción no es otra cosa que la entrega afectuosísima a Cristo en toda su amplitud, desde su amor increado hasta las palpitaciones de su amor humano creado, que son como ondas patentes y visibles trasladadas a nosotros desde el mar inmenso de aquel amor”. Y la oración después de la comunión, en la Festividad del Sacratísimo Corazón de Jesús, nos hace pedir al Señor que “este sacramento de su amor encienda en nosotros el fuego de la caridad, que nos mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerle presente en los hermanos”.
Amor a Dios y a nuestros hermanos es la suma de la Ley, que se realiza de modo admirable en la práctica de la devoción al Corazón de Jesús, tal como la exponen los Sumos Pontífices en sus documentos oficiales.
El apóstol de Cristo, que quiera dar en el mundo testimonio de su fe y trabajar por el Reino de Dios en la tierra, encontrará en la devoción al Corazón de Jesús, bien de su alma, las más generosas decisiones.