Prólogo para el libro del Dr. Francisco Canals Vidal, titulado «José, esposo de María y protector del Pueblo de Dios», 1982.
Es un honor para mí y una satisfacción profunda prologar la obra que el Dr. Canals ha presentado en la Facultad de Teología de san Paciano, con el título de José, esposo de María y Patriarca del Pueblo de Dios.
Un honor, porque de todos es conocida la figura de este seglar benemérito, filósofo heredero de nuestra mejor tradición metafísica, que ha tenido siempre el acierto y, diríamos, el don de saber unir la piedad sencilla del Pueblo de Dios con el rigor de la investigación más depurada y exigente.
Y una satisfacción, porque siempre lo es para un Obispo, servidor y maestro del Pueblo de Dios en la fe, encontrar una obra de teología, que ha querido ser precisamente un servicio a la fe de la Iglesia, al sensus fidei, que en ella alienta. Ha sido un acierto, a mi modo de ver, partir de la fe que el Pueblo de Dios profesa a san José, para encontrar las raíces de esa misma fe en las fuentes teológicas. Diríamos que estamos de lleno en lo que se dio en llamar método regresivo: avanzar desde la fe actual de los creyentes, para buscar sus fundamentos en las fuentes de donde procede. ¡Qué lejos estamos aquí de la teología racionalista, que todo lo quiere dirimir con el análisis frío e implacable de la razón! Aquí se siente y se goza de la fe honda de la familia cristiana, a la vez que de la reflexión rigurosa y profunda. El primer mérito de esta obra es el de ser una teología al servicio de la fe del Pueblo de Dios.
Al examinarla, inmediatamente nos damos cuenta de la certera intuición que la ha inspirado. Siguiendo las huellas de santa Teresa y el pensamiento teológico de Suárez, el Dr. Canals trata de superar la visión de san José, que tiende a presentarlo simplemente como esposo de María en una acción respecto a Jesús, que podríamos calificar de mediata y pasiva. El Dr. Canals, en este caso, ha querido mostrar la función eminentemente positiva y directa, que san José ha ejercido en su solicitud paternal sobre Jesús; y que, según las declaraciones de los últimos Papas, sigue ejerciendo sobre la Iglesia, al igual que lo hizo sobre la familia santa de Nazaret.
En efecto, el enfoque que tiende a presentar a san José como mero esposo de María y simple observador mudo de los acontecimientos de nuestra salvación, olvida que san José encarna las promesas hechas a los patriarcas del Antiguo Testamento. No podemos silenciar que san José aparece en el Evangelio como “varón de la casa de David”, en cuyo entorno nace, crece y se desarrolla Nuestro Señor. La figura de san José aparece así como la culminación de las promesa de Dios a los patriarcas, heredero de Abrahán y de David, que arropa con su fe y su obediencia paternales, el nacimiento y la vida de Nuestro Señor. Es verdad que José no fue padre de Jesús como María fue la madre, pero su función paternal hay que ponerla en relación con el orden hipostático, es decir, como una función positiva respecto de la Encarnación y el cuidado de la vida de Jesús, llevada a cabo mediante la activa solicitud de un padre y una virginidad, que lejos de ser pasiva es inseparable de la virginidad de María, ya que ambas nacen de un mismo deseo compartido en obediencia a los planes de Dios.
Si José no engendró carnalmente a Jesús, le engendró en el ejercicio de una solicitud paternal, en la que todo es servicio obediente y fe sacrificada. En José se realizan las promesas anteriores de Dios. Es la voz del Antiguo Testamento, la voz de los patriarcas, que prepara la llegada del Mesías; y es también la voz del Nuevo Testamento, que sirve al Mesías con un amor como el de un padre, y que vive del mismo Mesías por medio de la fe.
Ha sido también un acierto del Dr. Canals el haber examinado el cambio, que en este sentido ha experimentado la liturgia de san José en la nueva reforma. La liturgia, que es un locus theologicus privilegiado, ha pasado de la representación de san José como esposo de María a la visión de san José como aquel en quien se cumple lo que Dios venía prometiendo, y que recibe la misión de ejercer una función paternal singularísima.
La fe de los fieles, que saluda a san José como patriarca, y las declaraciones de los Papas, que ven en aquel que protegió y cuidó de la familia de Nazaret, el Protector Ecclesiae, ha encontrado en la liturgia su justa correspondencia, y en esta tesis del Dr. Canals la más adecuada y servicial fundamentación.
Quiera Dios que aparezcan cada vez más entre nosotros trabajos de este tipo, que vengan a servir a la fe del Pueblo de Dios; fe que cada uno de nosotros, desde nuestro puesto particular dentro del Cuerpo místico, tenemos que proclamar con vigor y devoción. Que el santo Protector de la comunidad cristiana, que fue presentado por Juan XXIII como guía seguro del Concilio Vaticano II, cuide y bendiga a nuestra Iglesia en esta hora tan delicada y tan llena de esperanza, si nos decidimos a vivirla con la fe y la docilidad, de que él nos dio ejemplo. Hacen falta teólogos que investiguen y que a la vez sean hombres que recen y acepten con gozo lo que hay de misterio y de luz en la humildad de un Dios encarnado, que podía llamar padre al carpintero de Nazaret.
Toledo, marzo 1982.