Seremos juzgados, comentario a las lecturas de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey (ciclo A)

View Categories

Seremos juzgados, comentario a las lecturas de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey (ciclo A)

Comentario a las lecturas de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey. ABC, 24 de noviembre de 1996.

La conciencia que Cristo tiene de sí mismo nos asombra y nos admira: Camino, Verdad, Luz, enviado de Dios que obra y habla por Él. Todas sus afirmaciones ponen constantemente de manifiesto su conciencia eterna de Hijo de Dios, que viene a salvarnos, a devolver a Dios Padre su Reino. La fiesta de hoy nos invita a sentirlo así, a vivir a Cristo como centro de la historia y de nuestra vida.

Cuando decimos que Cristo es Rey, no tratamos de vindicar una sociedad teocrática como la de la Antigua Alianza, ni queremos que Cristo ejerza un dominio temporal sobre las cosas de la tierra. Éstas tienen su autonomía y su orden propio. Pero todas tienen una norma para su constitución y su desarrollo justo, y una finalidad, que es procurar el bien de los hombres: y ahí, en todo eso debe estar Cristo, como referencia última y como inspiración original.

En el libro del profeta Ezequiel aparece la imagen de lo que Dios es para nosotros. Cristo lo repetirá muchas veces. El Señor guía personalmente a su pueblo, ha venido para regir a todos los hombres, para alimentarlos con su mensaje, para conducirlos a la felicidad eterna. La historia de cada uno es la historia de Dios, que busca al hombre. Dios, dejando su grandeza, baja a la tierra con su misericordia a buscar al hombre. Cristo tendrá siempre enemigos, pero al fin serán aniquilados y se convertirán en estrado de sus pies. Ruego al lector que saboree con humildad el salmo responsorial de hoy, el salmo 22, que lo aprenda de memoria, que lo recite con frecuencia en su oración personal. Notará enseguida la cercanía amorosa de Cristo, buen Pastor, Rey de su vida.

Por fin, en una festividad en que se nos invita a meditar en el misterio de Cristo Rey, se nos presenta la escena del juicio final, el juicio como intervención en la historia personal de cada uno de nosotros, que será la última de sus acciones. Después sólo su Reino: plenitud, verdad, amor, paz, justicia, sentencia. Ese encuentro último con Cristo, o es para el gozo de una eternidad feliz, o para el misterioso sufrimiento de una ausencia de Dios.

Será el mismo Cristo el que llame y sentencie. De ahí que sea tan importante el tener amistad con Cristo en este mundo. ¿Cómo no se va a esperar de Él el abrazo de la dicha infinita, si no quiso más que amamos? Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me disteis hospedaje, estuve desnudo y me vestisteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Amor al prójimo, en el que brilla el rostro de Cristo y desde Cristo, que es mucho más exigente.

No es tan solo el que mide y juzga, sino la misma medida, que nos da a nosotros y a nuestras obras la verdadera valoración ante Dios para toda la eternidad. “Cuanto hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicisteis”. Si tomamos en serio el cristianismo, siempre tenemos que habérnoslas con el Dios, que se hizo hombre, y que unió su destino al de todos los hombres. Sólo si comprendemos y vivimos que hay de hecho una unidad última entre el amor a Dios y al prójimo, entenderemos en qué consiste ser cristiano.

Ciclo B