Crónica de sus bodas de oro sacerdotales

Crónica publicada en Padrenuestro 29 de junio de 1991

Más de cuatro mil personas asistieron, el día 29 de junio, a la solemne celebración eucarística que tuvo lugar en la catedral primada, con motivo de la ordenación de veintitrés nuevos sacerdotes y de doce diáconos. La ordenación de los nuevos sacerdotes coincidía con la fecha en que el cardenal primado celebraba el aniversario de su propia ordenación, en el Santuario de la Gran Promesa, de Valladolid, el 29 de junio de 1941.

Hacía más de cincuenta años que no se celebraban unas órdenes sagradas tan numerosas. Por esta razón, el cabildo catedralicio instaló, tras el coro, una gran pantalla de video, con el fin de que todos los asistentes, que pasaban de cuatro mil, siguieran la celebración.

Carta de Juan Pablo II

El cortejo procesional, que se trasladó desde la capilla de Santiago hasta el crucero, estaba formado por doscientos setenta y cuatro sacerdotes, precedidos de la cruz que llevó el Cardenal Mendoza en la conquista de Granada. Entre los sacerdotes concelebrantes había algunos venidos desde Madrid, Barcelona, Ávila y Astorga, así como de los arciprestazgos extremeños pertenecientes a la Diócesis Primada.

Al comienzo de la eucaristía, el obispo auxiliar, don Rafael Palmero Ramos, dio lectura a una carta de felicitación que Juan Pablo II envió a don Marcelo y cuyo texto publicamos íntegramente en estas páginas. Antes, don Rafael manifestó que, en este día, “queremos asociarnos todos a la acción de gracias del Sr. Cardenal” y, recordando palabras de san Agustín, dijo que “para felicitar a nuestro prelado, a nuestro padre y Pastor, la Iglesia Diocesana que peregrina en Toledo le presenta este puñado de jóvenes levitas que, por la imposición de sus manos, va a ser ordenados sacerdotes y diáconos”.

¿Quién regala y felicita?

Es el mejor regalo –continuó- que podemos hacer, bien lo sabemos, a don Marcelo, porque en los surcos de la arada que llega hasta aquí han quedado escondidos muchos sudores suyos y no pocas ayudas de cuantos estamos aquí, de la Diócesis de Toledo y de otros hermanos venidos de fuera”. Pero precisó don Rafael que “es él, don Marcelo, quien los ordena y quien los ofrece, por tanto, a la Diócesis de Toledo y, por su medio, a la Iglesia universal”.

Tras señalar que alguno de los nuevos sacerdotes ejercerán su ministerio en países de misión y que a estos se han de unir otros jóvenes que, después de haber realizado sus estudios en el Seminario de Toledo, serán ordenados próximamente en sus diócesis hispanoamericanas, el Obispo Auxiliar de Toledo se preguntó: “¿Quién regala a quién? ¿Quién felicita hoy a quién?”.

Homilía de don Marcelo

Finalizada la solemne proclamación del evangelio, fueron llamados por su nombre los doce elegidos para el diaconado y los veintitrés que habrían de recibir el presbiterado. El Deán de la catedral, en nombre de de la Santa Madre Iglesia presentó a los candidatos y pidió al Sr. Cardenal la respectiva ordenación.

Seguidamente don Marcelo pronunció la homilía, en la que se refirió a sus cincuenta años de sacerdocio. “Hace cincuentas años – dijo- yo recibía la ordenación sacerdotal en el Santuario de la Gran Promesa de Valladolid; hacía dos años nada más que había terminado la guerra civil, dolorosísima, y las conversaciones de los españoles de entonces casi siempre giraban en torno al recuerdo de aquel hecho, aunque muy pronto, antes de que se terminase nuestra guerra, ya se comentaba que, por ejemplo, en Toledo habían sido asesinados más de trescientos sacerdotes. Al recordar eso hoy puedo también no recordar, sino referir, que más de trescientos sacerdotes han salido de nuestro Seminario de Toledo en estos años”.

El Cardenal Primado dio gracias a Dios, “gracias incesantes, las he dado todos los días de mi vida y seguiré dándoselas mientras viva”. Agradeció también a Juan Pablo II, “que no pierde ocasión, por su benevolencia, de recordar a Toledo en cuantas oportunidades se le presentan”. Y, por último, manifestó su agradecimiento a los “queridos sacerdotes, esos a quienes un escritor ilustre de la ciudad, don Luis Moreno Nieto, dedicó la Guía Diocesana de Toledo con esa dedicatoria tan expresiva: a los sacerdotes de Toledo, los hombres más buenos que he conocido. No dijo los mejores, no, dijo los hombres más buenos, porque de esa manera la bondad resalta y se pone de relieve y de manifiesto con más fuerza”.

Sin embargo, resaltó que quienes merecían la atención en ese día eran los nuevos sacerdotes. “Si yo pudiera –dijo- os cogería a todos de la mano y os traería aquí quebrantando el ritual, y os pondría junto a este altar, abrazándoos a todos, formando un pequeño grupo de apóstoles, porque eso es lo que vais a ser”.

La mejor oferta

Aludiendo a los apóstoles Pedro y Pablo, cuya solemnidad se celebraba ese día, y a la misión de cada uno de ellos en la Iglesia, invitó a los que iban a recibir las órdenes sagradas a vivir con fidelidad el ministerio que les iba a ser encomendado. “Somos hijos de buenos padres –afirmó- y nos sentimos dichosos de llevar en nuestras manos esa herencia, la del evangelio de Cristo, la de estos esforzados apóstoles que siguen existiendo hoy, el primero de los cuales es ese cuya carta ha sido leída, ese que combate las luchas y combates que tiene que combatir y no se cansa o supera todos los cansancios, exhortándonos a los demás a trabajar también de esa manera en el mundo que nos toca vivir hoy, con sus complejidades y con sus esperanzas”.

Ya sabéis lo que tenéis que hacer –continuó diciendo- queridos nuevos presbíteros. Para esto os ordenáis y para esto nos hemos ordenado nosotros, para combatir este combate y para decir incesantemente que sí, que Cristo es el Hijo de Dios vivo y que los llevamos al mundo sin arrogancia, pero sin cobardía de ningún género, porque estamos persuadidos que es la ofrenda mejor que se puede hacer a los hombres de cualquier tiempo”.

Don Marcelo comentó seguidamente el texto de los Hechos de los Apóstoles donde se narra la liberación de Pedro, tras la milagrosa rotura de sus cadenas. “Ahora vosotros –dijo- ya no tenéis cadenas; se os han caído muchas adherencias que poco a poco han sido eliminadas en estos años de formación sacerdotal; nada de cadenas, simplemente el lazo del amor, el lazo de la comunidad eclesial, porque sois hombres para amar, no para fustigar”.

Hombres de hoy

El Cardenal Primado, recordando uno de los signos del ritual de órdenes anterior a la reforma litúrgica conciliar, dijo “que las únicas ataduras que los sacerdotes admitimos son las de nuestras manos atadas con la cinta de nuestra ordenación sacerdotal: esas sí, esas las admitimos, cadenas no; una cinta bordada porque es expresión de amor y de belleza. Buscamos la belleza de Dios, predicamos el evangelio, damos la eucaristía, limpiamos las lamas, hacemos un esfuerzo continuo en nuestros pueblos y ciudades para elevar el nivel de las almas”.

Concluyó invitando a los nuevos sacerdotes a vivir con autenticidad y valentía su vida sacerdotal: “¡Muchachos, seminaristas, jóvenes valientes! ¡Hombres de hoy! ¿Qué es eso de ir por el mundo como si tuviéramos que pedirle permiso? ¿Qué es eso de manifestar complejos o miedos ante las manifestaciones de una sociedad civil que a cada paso se desorienta y trompica en la calle cayéndose de bruces entre los escombros de la corrupción, de la envidia, de los halagos de unos a otros y de la explotación del poder por el poder, sin tener nunca, o muy raras veces, el concepto limpio del servicio, que es lo que siempre se mama en la Iglesia y se realiza también, aunque tengamos nuestras faltas y pecados. ¡Ay, si pudiera ir yo ahora hacia atrás por el camino de la historia y enumerar los servicios que se han prestado a la sociedad, por ejemplo desde esta diócesis de Toledo!”.

Finalmente invitó a todos a trabajar unidos: “Comunidad, es ahí donde está nuestra fuerza, y en la comunidad Cristo Jesús. El sacerdocio diocesano, con las puertas abiertas a la Iglesia Universal”.

Tras la homilía del Cardenal Primado, dieron comienzo los ritos propios de la ordenación de diáconos y, seguidamente, los de presbíteros. En el ofertorio de la misa dos representantes del movimiento de hombres y mujeres de Acción Católica hicieron entrega de una beca para el Seminario.

Al término de la eucaristía, el Deán de la catedral primada, don Evencio Cófreces Merino, presentó un libro editado por el cabildo en el que se recogen dieciséis homilías del Sr. Cardenal sobre temas sacerdotales.

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