Un artículo en la fiesta de san Marcelo

D. Rafael Palmero Ramos (+) Obispo emérito de Orihuela ALicante, ABC de Toledo, 16-1-2007

Evocadora fecha para muchos, la del 16 de enero. En especial para quienes celebramos con don Marcelo, muchos años, uno tras otro, su santo y su cumpleaños, en casa, en familia, con calor de hogar. También para quienes coincidíamos con él a primera hora de la mañana -seminaristas entonces de Toledo- para participar en la Eucaristía y compartir un desayuno de invierno, chocolate con churros, sabrosísimos y recién hechos.

Después venía el retiro en su despacho, durante toda la mañana. Y la atención personal a llamadas de muchas partes de la geografía. Llovían en esta fecha las felicitaciones y eran muchos, muchísimos, los que de veras se interesaban por la salud de tan querido padre y pastor.

A la hora del almuerzo, como en la velada de la tarde, qué momentos tan entrañables y distendidos. Don Marcelo -no hace falta el apellido- reía, nos tenía embelesados, y se hacía querer… Daba la impresión de que, reviviendo acontecimientos y situaciones, don Marcelo perdía años en esta fecha memorable. No era sólo su onomástica, sino también cumpleaños. Miraba atrás, recordaba y actualizaba… De modo especial mientras tuvo a su lado a su hermana, Angelita. Habían crecido juntos, sin padre desde muy pequeños.

De 1995 a 2005, 10 años de cardenal arzobispo emérito, don Marcelo estuvo también acompañado, cada 16 de enero, del grupo cercano de familiares y amigos. Sus fuerzas físicas fueron debilitándose progresivamente y, como explica San Agustín, también a él la enfermedad le hizo parecer largo lo que siempre es corto… Quizá porque la vida presente es sólo una larga enfermedad. Sin olvidar que, también en su caso, la salud fue siempre concordia de las partes de que estaba formado.

Fecha concreta y definida, la del 16 de enero. En ella, oteaba años atrás tan buen timonel, desde su propia barca, el horizonte inmenso de una Iglesia universal y, por lo mismo abierta, acogedora, madre. «Buscaba a toda costa el equilibrio entre los postulados inmutables del «siempre» con las variaciones impuestas «hoy»», precisa el cardenal Javierre, que conoció muy bien a este su buen amigo. «No nos detenga más de lo justo -había dicho un día don Marcelo en la consideración del pasado; ni nos arrastre más de lo conveniente la estimación del futuro… Renovemos cuanto hay que renovar; conservemos siempre lo que tiene valor inalterable».

Con esta síntesis equilibrada de continuidad y novedad, en que convergen valores permanentes y variables impuestas por exigencias históricas, podemos fijarnos hoy, deseosos de encontrar un hito firme y orientador -uno entre tantos-, en el camino que seguimos recorriendo quienes aún peregrinamos.

El camino, hoy, como ayer y siempre, tiene nombre: Jesucristo, nuestro Señor, que otorga el amor y recrimina la codicia. Algunos se angustian por la escasez y otros por la abundancia… Abundancia de aquello que es superfluo en la vida para recibir lo que nos haga vivir siempre. La recomendación es del obispo de Hipona. Don Marcelo fue cardenal de la Santa Iglesia con el Título de San Agustín…

Publicado en ABC de Toledo

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