por d. Agustín García Gasco (+), Arzobispo de Valencia
Don Marcelo ha celebrado, el día 29 de junio, sus cincuenta años de sacerdote. La fecha invita a volver la mirada y recordar su extensa y profunda actividad pastoral. La ocasión es oportuna y justapara dar gracias a Dios, fuente de salvación, y fomentar el estímulo y la confianza en el Señor, en el seno de la comunidad diocesana.
Cualquier observador imparcial, que se detenga a contemplar estos cincuenta años de ministerio pastoral de don Marcelo, descubrirá, fácilmente, rasgos y convicciones que forman un perfil claro y atrayente. El resultado de una mirada sincera y objetiva puede ser este:
- Don Marcelo cree en la fuerza de la verdad. Él sabe que solo la verdad nos hará libres. Una verdad total, sólida, católica. Su lenguaje es claro, fluido, directo, absolutamente sincero. Él da ejemplo de una fidelidad plena a la Revelación Divina. No sacrifica anda del depósito de la fe para granjear popularidad o agradar a los oyentes. Él tiene, inclusive, el coraje profético de remar contra corriente, cuando es necesario. “La gran tentación del cristiano moderno es la de cansarse de la verdad que tenemos la fortuna de poseer”, afirmó Pablo VI, con acierto. Don Marcelo tiene el donde devolvernos el apetito por la verdad. Pero por una verdad que también es vida. el verdadero apóstol no es aquel que posee verdades, sino el que es poseído por la Verdad. Justamente se ve que don Marcelo vuelve la verdad amable; tal es la claridad con que comunica.
- Se percibe fácilmente que don Marcelo es un hombre libre. Hecho libre por el Evangelio. Él no tiene el espíritu apasionado, no está sujeto a medias verdades, como ocurre en la inmensa mayoría de los hombres. En otras palabras: él no es esclavo de ninguna ideología. Tiene claro que, entre fe cristiana e ideología, existe una diferencia radical: la fe, por su origen, es sobrenatural, mientras que la ideología es una construcción humana. Don Marcelo no se cansa de afirmar que la fe tiene por fin la liberación del pecado y la salvación integral del hombre y del mundo, mediante la participación en la vida misma de Dios, mientras que la ideología persigue la conquista y el mantenimiento del poder, el éxito político, el dominio del mundo, la felicidad terrestre. También afirma que la fe está fundada en la verdad, que es Cristo, Verbo de Dios, y lleva a la plena verdad sobre Dios y sobre el hombre, mientras que la ideología, más que de la verdad se preocupa de la eficacia, apunta más a lo que “aparece” que a lo que es, y si sirve, recurre también al error y a la mentira. Si los discursos y homilías de don Marcelo agradan a muchos, no es porque sean indefinidos, sino porque abordan la realidad en su globalidad.
- Don Marcelo lleva dentro del corazón el problema del incremento y adecuada formación de los sacerdotes. Esto constituye la prioridad de las prioridades en su misión. Desea formar sacerdotes que hagan presente a Cristo ante los demás; lograr colaboradores de criterio y ejemplo de vida sobrenatural; da a conocer, íntegro, el ideal sacerdotal, porque está convencido de que la juventud aún busca ideales altos y los sacrificios que exige la vocación consagrada no les arredra, antes bien, los estimula. Insiste en llevar personalmente a cada uno de los seminaristas a la convivencia con Jesucristo y al aprendizaje de Él, porque cuantos más conozcan a Cristo, mayor amistad profunda tengan con él, y más vibren de entusiasmo por el Señor, tanto más sentirán la urgencia de las palabras del Maestro:” En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. No teme a que ese cristocentrismo les conduzca a lo que, algunos, llaman intimismo y alienación de los problemas reales de los hombres. Ahí deberán hallar el constante impulso a entregarse con criterios evangélicos, a favor de los más pobres, de los marginados, de los oprimidos por la injusticia.
- Don Marcelo habla convencido de que la fe cristiana debe ser la “luz del mundo”, también en el mundo secular. Ha de iluminarlo respecto a los problemas de fondo, proyectando en ellos la luz del Evangelio. Debe proponerle la palabra de cristo, el cual dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo”. En la palabra, en ejemplo de Cristo, es donde los hombres del mundo secularizado encontrarán la solución de sus problemas. Pro eso subraya que esta propuesta ha de hacerse sin orgullo, pero sin complejos de inferioridad, con la conciencia de prestar al mundo secular el servicio del que más necesidad tiene, aunque parece, a veces, no sentirla. La lucha contra el secularismo es lucha a favor del hombre: el secularismo, al cerrarse en Dios y al divinizar, consecuentemente, lo terreno atribuyéndole un valor absoluto, somete al hombre a los ídolos, a los mitos y a las ideologías, de lo cual, en cambio, Dios lo libera. La fe cristiana debe hacerse conciencia crítica del mundo secularizado. Pero, al mismo tiempo que critica el secularismo y la tendencia secularista en su diversidad de formas, la fe cristiana debe proclamar, con fuerza, el primado de Dios y de su Reino.
- Pablo VI escribió que “la ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda, el drama de nuestra época”. La verdad es que la queja de Pablo VI se sigue sintiendo como una espina. Don Marcelo ha hecho de la cultura y de las culturas uno de sus centros de interés, y aprovecha cualquier ocasión para promover un acercamiento entre la Iglesia y la cultura. No obstante, reconoce que aún no han despuntado las luces del alba, y tiene la impresión de que estamos solamente en el canto del gallo. Sabe que un trabajo serio y eficaz sobre la cultura no se improvisa. Se requiere mucha paciencia, atención y aclaración previa de ideas, de programas y también de terminología. Ni tampoco desea armar mucho ruido, porque la cultura, la auténtica, es hija del silencio, el cual favorece la creatividad interior. Don Marcelo no duda en afirmar que el encuentro con la cultura es un gran desafío, pero también una promesa para la fe cristiana. El futuro del hombre depende de la cultura. La cultura es el alimento espiritual del que se nutre la humanidad. Se trata de un bien capital, igual al de la paz y el trabajo. El cristiano está llamado a proyectar la luz del Evangelio en la cultura.
Ahora nos resulta más fácil bendecir ante todo al Señor, por los cincuenta años de ministerio sacerdotal de don Marcelo. Sus frutos son abundantes, a través del intenso trabajo pastoral ha sido, en cierto modo, toda la Iglesia la que ha quedado enriquecida. Todos nos sentimos llamados y estimulados a responder, con fidelidad, al designio de Dios.
Publicado en elPadrenuestro
29 de junio de 1991
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