Luis Moreno Nieto, Publicado en ABC, 24-6-1995
Veintitrés años y cinco meses ha venido rigiendo la Iglesia de Toledo el cardenal arzobispo Marcelo González Martín. Fue nombrado cardenal por Pablo VI en el Consistorio del 5 de marzo de 1973 y cuando celebró sus bodas de plata episcopales Juan Pablo II le envió un largo mensaje de felicitación en el que, después de elogiar su labor especialmente destacada en el fomento de vocaciones eclesiásticas, le decía: “Bien sabemos que no siempre has navegado por mares muy tranquilos, pero ¿a quién no alcanza el oleaje? Sigue, pues, por el camino emprendido…”
Está preocupado don Marcelo por el debilitamiento de la fe y la moral en el pueblo español como claramente se advirtió en la alocución que pronunció en Zocodover el domingo último. “Le duele España al arzobispo de Toledo”, dice uno de sus biógrafos. Sus intervenciones en las Semanas de Teología y en la Academia de ciencias Morales y Políticas cuando se posesionó de su cargo de académico, la potenciación de los Seminarios, el impulso a los estudios mozárabes culminado con el misal ofrecido al Papa, sus intervenciones en el Concilio Vaticano II y en el Sínodo de 1974, el incremento de Casas de Religiosas (más de cuarenta fundadas en los últimos veinte años), las Casas Sacerdotal y de Ejercicios, el Centro de Estudios para el clero, los nuevos templos parroquiales, el impulso del proceso de canonización de los sacerdotes mártires, son otros tantos hitos de don Marcelo que ha consumido casi cinco lustros de su vida en Toledo, trabajando serenamente, alegremente, entregado sin reservas como un pastor bueno, equilibrado, pacífico y pacificador. “Con vosotros estoy y a vosotros me entrego”, afirmó cuando tomó posesión de su cargo el 17 de enero de 1972. “Soy obispo de todos y para todos”. Y lo ha cumplido proyectando incluso su afán pastoral más allá de Toledo, enviando varias docenas de sacerdotes a Hispanoamérica. Y aunque no lo logró quiso también mandar uno por lo menos a Rusia.
Aparte del valor sustantivo y de rigor teológico de su pensamiento explicado en gruesos volúmenes publicados por el Estudio de San Ildefonso, contribuyó también a la difusión y estima de sus escritos e intervenciones en actos públicos su condición de Primado de España, título que Toledo ha enarbolado siempre con orgullo, como una bandera, desde que le fue otorgado solemnemente por el papa Urbano II el 16 de octubre del año 1088. De todos es sabido que esta Primacía actualmente carece de potestades singulares pero no resta importancia al rango especial, y al honor que conlleva y que don Marcelo ha prestigiado aún más que lo estaba. A esta condición aludió cuando se rindió solemne y público homenaje a los Primados de Toledo en la catedral hace poco más de dos años.
Durante su largo pontificado el cardenal González martín ha sido discutido principalmente en tres ocasiones. Cuando publicó su carta pastoral sobre la Constitución; cuando trasladó la festividad religiosa del Corpus del jueves al domingo y cuando decidió “enderezar” a algunas cofradías centrando su atención en el enojoso tema de las “pujas”, especialmente en los casos de Nambroca y de Huerta de Valdecarábanos.
Don Marcelo no se defendió de los ataques a su persona cuando el 28 de noviembre de 1978 publicó su polémica pastoral sobre el referéndum constitucional celebrado días después. Pero le defendió su fiel secretario Santiago Calvo Valencia.
Respecto al traslado de la festividad el Corpus hay que decir que ha sido quizás la decisión de don Marcelo que más hondamente ha calado en los toledanos, la mayor parte de los cuales, sin embargo –y hay que decirlo porque es verdad-, no se han tomado la molestia de leer la explicación que dio el prelado justificando la resolución. Y en cuanto a las pujas que contra viento y marea sostienen unas pocas cofradías, la idea del cardenal sigue firme y clara: no hay que perder el norte y el norte no es ni puede ser otro que promover la auténtica vida cristiana. Lo otro, lo de las pujas, las mayordomías, las medallas, los medallones, los capirotes, los tambores, los refrescos, los cohetes, etc. son la cáscara que sirve, cuando sirve, para conservar lo de dentro. Si falla lo principal todo queda en folclore, venía a decir el cardenal que nos dejará dentro de poco.
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