“A nuestro Venerable Hermano Marcelo de la Santa Romana Iglesia Cardenal González Martín Arzobispo de Toledo”
En el momento de celebrar el cincuenta aniversario de tu sacerdocio, aumenta, más aún, crece inmensamente nuestra gran benevolencia y nuestra predilección fraterna hacia ti, Venerable Hermano Nuestro. Con ánimo, por tanto, exultante, te enviamos esta carta, con la que queremos unirnos, aunque sea desde lejos, a tu grey toledana, para enaltecer con ella tu diligente y eficaz labor, y poner de relieve tus muchos merecimientos; recibirás pues esta carta de congratulación, nacida del corazón más que de nuestra mano, intérprete de nuestros sentimientos y deseos.
Tenemos constancia de los muchos méritos que te has granjeado como pastor bueno, amigo constante y maestro fiel, sobre todo en tu Diócesis de Toledo, en la que sigues ejerciendo todavía con suma diligencia tu servicio sacerdotal y episcopal. Pero ya desde 1960, elegido obispo de Astorga, te habías ganado la estimación de todos por tu caridad eximia.
En el año 1967 fuiste creado Arzobispo de Barcelona; trasladado a la Sede Toledana cinco años más tarde, diste pruebas luminosas de tu capacidad y prudencia: por lo cual en 1973 Pablo VI, de feliz memoria, quiso agregarte al Colegio de Padres Cardenales.
Al considerar tu acción pastoral, nos agrada destacar el solícito cuidado que has puesto en la atención a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a fe que con extraordinario acierto, como lo atestiguan los florecientes Seminarios Mayores y Menores de tu Diócesis. Sabemos además que vas a celebrar el fausto jubileo de tu sacerdocio rodeado de una floreciente corona de presbíteros nuevos: esto llena en verdad de gozo nuestro corazón y nuestra alma.
Dejando a un lado muchas otras cosas que redundan en tu alabanza, queremos finalmente recordar la renovada acción pastoral, orientada y dirigida por ti, a favor de los jóvenes, de las familias, de los alejados, de todos aquellos que han padecido o padecen por cualquier adversidad, pastoral acomodada siempre y en todo al Concilio Vaticano II.
Hay, por tanto, Venerable Hermano Nuestro, sobrados motivos para que te sientas dichoso y nosotros contigo.
Y para que este gozo tuyo sea mayor, impartimos la Bendición Apostólica, signo de Nuestro amor y prenda de la divina gracia, a ti, a tu Obispo Auxiliar, al clero y a los fieles todos encomendados a tu cuidado pastoral.
Desde el Vaticano, a 30 días del mes de mayo del año 1991, décimo tercero de Nuestro Pontificado.
Juan Pablo II
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