ÁNGEL RUBIO CASTRO, Obispo de Segovia Publicado en Padrenuestro 22 de enero de 1995
Quien escribe este testimonio, a parte de otras cosas, tuvo la suerte de nacer en Guadalupe. El servicio pastoral que realizó en esta diócesis primada desde que llegó don Marcelo me ha permitido el honor inmerecido de acompañar al prelado a todas las parroquias de la diócesis, especialmente cuando se trataba de la visita pastoral para administrar el sacramento de la confirmación.
Desde 1972, cuando don Marcelo fue nombrado arzobispo de Toledo, ha acudido a Guadalupe todos los años en las fiestas marianas de septiembre y en otras muchas ocasiones. Siempre ha ido a rezar, a predicar, a fomentar el culto y la devoción a la Santísima Virgen, a bendecir y alentar a los peregrinos, y a “recibir fuerzas para seguir cumpliendo con mis deberes propios de sacerdote y de obispo”.
Hemos rezado muchas veces el rosario y las letanías a la Virgen por aquellas interminables curvas y pesada carretera. Pasan de 50 las visitas del Cardenal a Guadalupe en estos veintitrés años de arzobispo primado. Ha sido el mejor regalo que don Marcelo ha traído a la Virgen de Guadalupe, de tal manera que, superando en mucho a sus ilustres predecesores en la Sede Primada en sus relaciones con Guadalupe, su nombre ha entrado de lleno en la historia de la devoción a la Virgen extremeña.
Carta de Hermandad de la Orden Franciscana
Por eso, la Orden Franciscana le concedió en 1978 Carta de hermandad, que don Marcelo agradeció profundamente al Padre General, y dejó plasmado en el libro de visitantes ilustres: “Siempre que he venido a Guadalupe como Arzobispo de Toledo (con esta son ya 17 veces) he salido con deseos de volver pronto. Volveré siempre pro amor a la Virgen María y por hermandad con los Padres franciscanos, de los que acabo de recibir carta de fraternidad…”
El pueblo de Guadalupe le otorgó en 1982 el título de “Hijo adoptivo de la Villa y Puebla”, porque en nuestro pueblo le llaman “pico de oro” por lo bien que se explica, por su manera de ser, de decir y escribir, hablando de Dios y de la Virgen de Guadalupe.
Cuando don Marcelo llegó a Toledo había visitado casi todos los santuarios marianos de España más conocidos, pero estaba “intranquilo” porque no conocía Guadalupe y esperaba una ocasión oportuna, que Dios le preparó con creces al ser nombrado obispo toledano de este territorio extremeño, donde se encuentra la catedral de las Villuercas con la bendita imagen de Guadalupe.
Un puente con 50 ojos
Si un arzobispo de Toledo, en 1388, mandó construir un puente de piedra sobre el río Tajo para facilitar el paso a los peregrinos que venían a Guadalupe, don Marcelo, a las puertas del tercer milenio, ha edificado un largo puente con 50 ojos, para multiplicar la peregrinación de grupos y de muchedumbres, como son las jornadas diocesanas de la juventud que se vienen celebrando todos los años y mantener viva la llama de una amistad nacida de la fe entre los pueblos de España y el continente americano, como lo manifestó el Primado, el 12 de octubre de 1992 en el V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, en el atrio del monasterio con la asistencia destacada de dos mil quinientos jóvenes toledanos, a quienes se unieron cerca de un millar de madrileños que también habían participado en la quinta peregrinación diocesana de la juventud.
Guadalupe vivió este día una jornada histórica que presidió el Cardenal Primado, quien al contemplar el caudaloso río de jóvenes que habían entrado en la plaza, exclamó con su voz potente: “Nunca ha habido en esta plaza tantos jóvenes unidos por un ideal, por una vida limpia y de sacrificio para ser testigos de los valores del Evangelio”.
Aquello era una ola humana, cuando los peregrinos veían realizados todos los deseos: postrarse ante la Virgen de Guadalupe. Don Marcelo lleva en su alma este nombre de Guadalupe y convoca todos los años a los sacerdotes de aquellos territorios pertenecientes a Toledo, para celebrar un retiro espiritual bajo la mirada silenciosa de la Virgen.
Don Marcelo respeta, acepta y orienta la religiosidad popular que se vive en Guadalupe, y así lo escribió en la carta pastoral con motivo del cincuenta aniversario de la coronación canónica de la Virgen de Guadalupe: “Quiero lograr un centro de formación y acción litúrgica y pastoral, especialmente orientada al mundo rural, para impulsar y enriquecer esa religión del pueblo”.
En Guadalupe se celebró la VI Jornada Diocesana del Catequista en el Año Mariano de 1988. En Guadalupe presidió don Marcelo en 1973, la misa concelebrada y televisada en directo con motivo de la peregrinación por el grupo de antiguos peregrinos de Santiago. Desde Guadalupe recorrió todo el arciprestazgo en 1975 para administrar el sacramento de la confirmación.
A Guadalupe llegó don Marcelo en helicóptero acompañando al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, en la fecha inolvidable del 4 de noviembre de 1982. Como obispo propio del lugar, el Cardenal Primado ofreció al Papa el homenaje de amor de Extremadura entera, pueblo marcado por la devoción filial a Santa María de Guadalupe. En el claustro mudéjar (el de los milagros) se ha dejado constancia pictórica de este acontecimiento del primer viaje del Papa a España, pasando por Guadalupe gracias a las gestiones de don Marcelo. Todo por la Morenita, que es la rosa mejor y principal de este jardín extremeño.
Cuando hace apenas un año que Guadalupe fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad, allí estaba don Marcelo para hacer una súplica a la Virgen de Guadalupe, porque “el valor de la humanidad es el hombre y sus obras, cuando se hacen (como en este año) inspirados por la belleza arquitectónica y por la fe”.
Si el emperador Carlos V, al retirarse al monasterio de Yuste, todos los meses recibía del padre prior de Guadalupe unos corderitos criados y alimentados con pan y con los pastos de Guadalupe, porque eran los corderitos más tiernos y sabrosos que él, en su ancianidad enferma, podía tomar, también don Marcelo recibirá de Guadalupe el homenaje glorioso y agradecido, con el título de Cardenal de Santa María de Guadalupe, en Extremadura y en la Diócesis entera.
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