Alocución en el acto de presentación de los discos del Rosario, Barcelona, 23 de diciembre de 1970.
Queridos padres dominicos, claretianos, sacerdotes, religiosos, seglares, amigos del Rosario y componentes del Orfeón Santa Tecla: Os felicito cordialmente por esta iniciativa que habéis tenido tan hermosa, tan justa, tan seria y profunda.
Iniciativa hermosa y justa #
Hermosa, porque, fuera de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen María es lo más bello que ha habido y que habrá mientras exista el mundo. Y el Rosario es una de las formas más eficaces de establecer con Ella una relación espiritual y amorosa, tal como Ella lo desea. Por lo mismo, el Rosario nos sirve para percibir mejor y asimilar en nuestra vida espiritual la inmensa hermosura de la Santísima Virgen. El que hayáis tenido la iniciativa de grabar el Rosario en discos va a facilitar el que muchas personas se ayuden con este bello instrumento a vivir mejor y percibir esa inefable hermosura espiritual de María Santísima.
Justa. La iniciativa es justa también, porque es de justicia corresponder a los deseos proclamados por la Santísima Virgen. Y Ella es quien ha manifestado el deseo de que se rece el Rosario en nuestro tiempo, en la época que vivimos. Por tanto, seamos justos. Si tenemos fe en lo que es nuestra religión santa y en lo que significa dentro de ella la Madre de Dios, que Él mismo escogió para un plan especialísimo dentro de la historia de la salvación; si tenemos fe en Ella y nos consta que Ella ha manifestado en Lourdes y en Fátima su deseo de que se rece el Rosario, hoy, en nuestro tiempo, cumplamos este deber de justicia piadosa.
Iniciativa seria y profunda #
Y vuestra iniciativa es, además, seria y profunda. Porque la oración del Rosario, cuando se hace bien, sirve para fomentar la fe; para desarrollar la piedad, sin la cual la fe se extingue; para hacer vivir la caridad fraterna; para despertar la esperanza de la eternidad; para volcarnos en el servicio a nuestros hermanos; para comprender el sentido del dolor; para purificar nuestras alegrías; para perseverar en nuestro trabajo diario; para caminar con sencillez, valor desconocido hoy en la vida y que, precisamente porque está ausente de muchas posturas, hace que los seres nos volvamos tan complicados.
El Rosario es fuente de paz, pero no de evasión; es fuente de fortaleza serena, no de inquietud tumultuosa; es origen y fundamento de actitudes nobles, tranquilizadoras, expansivas, cordiales, en la relación de los hombres dentro de los supuestos cristianos en que nos movemos los que tenemos fe. El rezo del Rosario nunca es una altisonante manifestación de sentimientos subjetivos. Es una postura humilde, un colocarse en disposición de repetir lo que nos han enseñado los ángeles del cielo, la santa Madre Iglesia, la tradición cristiana y los evangelios. No inventamos nada. Recogemos las palabras evangélicas, completadas por la enseñanza de la Iglesia y meditamos verdades que vamos intercalando en los misterios de la salvación. Y todo esto nos libera, a nosotros también, del egoísmo en que podemos caer cuando colocamos en primer término nuestros propios pensamientos y nuestras reflexiones, olvidándonos de lo que es norma y guía en el pensamiento y en la conciencia cristiana.
Por todas estas razones, es una iniciativa seria y profunda. Más seria y profunda de lo que creen muchos que viven muy en la superficie de la vida religiosa. Todo lo que ayuda a fomentar rectamente la oración del rezo del Rosario nos hace penetrar suavemente en lo más profundo del cristianismo, en la contemplación, que es algo más que la simple oración y mucho más que la acción, ya que sin una contemplación adecuada, la oración se convertiría en un vocalismo inútil, y la acción, en un activismo que no conduce a nada.
Dimensión social del Rosario #
El Santo Padre, en el mensaje que ha publicado para celebrar la Jornada Mundial de la Paz, dice que, después de la guerra mundial última, parece que sacudió el espíritu de muchos hombres una ráfaga de conciencia y les hizo pensar en la creación de instituciones que pudieran servir para construir de nuevo este mundo alterado por la catástrofe sufrida1. Si hubiera muchas «ráfagas de conciencia» y apareciese en el corazón de los hombres algo que fuese como un soplo tranquilo y suave que invita a reflexionar, a amar y a pensar, inmediatamente se sentiría con más fuerza la influencia social de la postura cristiana que nacería de una conciencia, inquietada suavemente por el amor y por la belleza de Dios y de la Virgen María. El Rosario puede servir para eso, queridos hijos, si se reza bien. Está sirviendo ya ahora a muchas almas que lo rezan diariamente, sin hacer alardes de ningún género, y encuentran así la fuerza necesaria para su comportamiento cristiano.
Rosario y vida sacerdotal #
La iniciativa, queridos padres dominicos y claretianos, la tomáis con ocasión del octavo centenario de Santo Domingo de Guzmán y del primer centenario de la muerte de San Antonio María Claret. El uno de Caleruega, el otro de Sallent; muerto el uno en Bolonia, los restos del otro en Vich; los dos, auténticos gigantes del espíritu, modelos de amor a la Iglesia. Y vosotros, religiosos de la Orden de los padres dominicos y de la Congregación del Inmaculado Corazón de María, sabéis muy bien que a lo largo de esta historia gloriosa vuestra –ocho veces centenaria la de los unos, secular ya la de los otros– en vuestras congregaciones ha habido teólogos insignes, pastores de almas insuperables, confesores, mártires, testigos de la fe, orientadores de las conciencias, que han servido a la Iglesia y al mundo con una profundidad insuperable.
Yo pregunto: ¿a estos teólogos y a estos pastores de almas y a estos mártires y confesores, todos ellos servidores de Dios y de la Iglesia, les estorbó alguna vez el rezo del Rosario? ¿O no sería precisamente esta devoción a la Santísima Virgen María una de las fuentes principales de energía espiritual que tuvieron para mantenerse y comportarse a lo largo de la vida como se han comportado? ¿Es que esos hombres en su época no fueron actuales? ¿Es que dejan de ser actuales hoy los que, metidos hasta las cejas en los problemas del mundo en que vivimos, siguen siendo teólogos y conductores de conciencias por un camino exacto y siguen rezando el Rosario, hoy igual que ayer? ¿En qué tienen que ceder estos hombres que rezan el Rosario y saben teología o predican la palabra de Dios o trabajan con pobres o con ricos, con jóvenes o con adultos? ¿En qué tienen que ceder a los demás, que dicen que es una oración que ya no sirve, que ya no es actual? En nada. Por el contrario, gracias a esta oración y al conjunto de fuerzas de su vida espiritual bien mantenida, para lo cual les ayuda tanto esta devoción a la Santísima Virgen, se muestran equilibrados, pacientes, serenos, luminosos, fuertes, capaces de dar a las almas que lleguen hasta ellos palabras de paz, abriéndoles al mensaje de lo eterno, a la vez que les hacen ver las obligaciones que tienen que cumplir mientras estamos en el mundo.
Rosario y juventud #
¿Es que a estos jóvenes que están aquí les impide ser jóvenes de hoy, como tienen que serlo, el hecho de que canten con arte y con devoción a la Santísima Virgen, como acaban de cantar? ¿Es que éstos no son tan jóvenes del mundo de hoy, trabajando como trabajan en sus fábricas, en sus oficinas, o en sus estudios, donde sea, exactamente igual que los demás y haciendo una labor, acaso más silenciosa, pero más profunda, en sus hogares, con sus amistades, en sus ambientes de trabajo, siendo testigos y agentes transformadores, en lo que cabe, de cada hombre, de la situación en que vive la sociedad, para hacerla siempre mejor? ¿En qué tienen que ceder estos jóvenes a otros? ¿Y por qué el cantar a la Santísima Virgen María, así como la cantan ellos, o rezar el Rosario como pueden rezarlo, les va a impedir ser tan jóvenes como los demás? ¡Cuántos tristes confusionismos estamos viviendo en nuestra época, simplemente porque no somos capaces de retirarnos un poco a ese desierto del silencio interior, en el que de cuando en cuando tendríamos que recogernos para encontrarnos a nosotros mismos!
Rosario y vida cristiana #
Por consiguiente, deseo que esta iniciativa que habéis tomado tenga mucho éxito. Y ojalá cuantos estamos aquí nos convirtamos en propagandistas de estos discos al servicio de la devoción al santo Rosario. En cualquier lugar del mundo –que ya es decir– podríamos encontrar un joven, una mujer atribulada, un enfermo, una familia en su hogar, un grupo de fieles en su iglesia, que rezan el Rosario a la Virgen María en todas las lenguas.
¡Y no son rutinas, rezos inconsistentes y medio inconscientes, no! ¡Que se repite el avemaría! Pero decidme: cuando os encontráis con las personas a las que amáis de verdad, ¿no repetís muchas veces en la conversación casi las mismas cosas? Y si se trata, por ejemplo, del cariño a la madre, en los días en que la festejáis de una manera especial, o en el desarrollo natural y espontáneo de los afectos familiares de los hijos para la madre, ¿es que inventáis algo nuevo? ¡Si no hacéis más que repetir lo mismo!
Entonces, ¿por qué vamos a decir que es una oración molesta a la conciencia vigilante del espíritu y a la lucidez de la reflexión, el estar repitiendo una y otra vez las mismas palabras que dijo el Ángel a la Virgen? El rezo del Rosario es como la exhalación fragante, que se multiplica, de un perfume espiritual que uno lleva dentro y lo manifiesta a través de esas diez avemarías, de ese padrenuestro, en que, con amor a la Madre, le dice lo que le dijo el ángel y trata de hacerlo conscientemente, aunque acaso se distrae. Y el Señor y la Santísima Virgen se complacen incluso en nuestras distracciones, cuando no son voluntariamente buscadas ni consentidas, porque ven en nuestra plegaria una manifestación de cariño y afecto de sus hijos.
Y ese buen cristiano que podemos encontrar en cualquier parte del mundo, ese joven, ese matrimonio, esa enferma, ese hombre adulto, todos los que están en nuestros hospitales y rezan el Rosario, a veces porque las religiosas que están allí se lo facilitan, al rezar oyen la frase reveladora de Jesús con la cruz a cuestas, la coronación de espinas, la voz del ángel del Señor que anuncia a María, la visitación, la venida del Espíritu Santo, y encuentran el consuelo que necesitan.
Y no se trata únicamente de consuelo. Se trata de fe, de piedad, de renovación del propósito para ser cada vez mejores; de procurar, en la casa donde uno está, en los jóvenes con quienes trata, en el ambiente en que vive, difundir pureza frente a esta desenfrenada libertad de costumbres, difundir mansedumbre frente a tanta violencia, ofrecer siempre testimonio de esperanza y de paz. Todo esto es capaz de hacerlo el cristiano que sabe rezar bien el Rosario.
Votos por el éxito de los discos y el triunfo del Rosario #
Por eso os digo que muy sinceramente os felicito y deseo, querido padre Martínez Puche, que usted y sus colaboradores, los Amigos del Rosario, se vean correspondidos y apoyados en esta iniciativa.
Que vuelva otra vez a vivirse en nuestros hogares y en nuestros templos, y en las reuniones de grupos de jóvenes, la devoción del Rosario. Y que vosotras, muchachas, no os avergoncéis nunca de llevar en vuestra carterita y en vuestro bolso de calle otra carterita más pequeña con el Rosario, como lo llevaron vuestras madres. También vosotros, los jóvenes, tened la valentía de hablar del Rosario a vuestros compañeros y amigos.
Hoy, que tanto se reúnen grupos cristianos, comunidades cristianas para examinar todos los problemas habidos y por haber, que se reúnan alguna vez sencillamente para algo tan humilde y tan sobrio, tan puro y tan expresivo de la fe y de la piedad como esto: ante una imagen de la Virgen, rezarle las avemarías del Rosario, pidiéndole a Ella su protección y su fuerza para seguir los ejemplos que nos dio. Estoy seguro de que, si esto se hiciera hoy, muchos de los problemas que estamos viviendo y padeciendo, sobre todo en el interior de la Iglesia, podrían enfocarse de otra manera y hallarían mejor solución.
Pero parece que nos hemos empeñado en suprimir todo lo que podía fomentar amor fraterno. Todo es agrio, crispado, molesto, queja, acusación, «crítica corrosiva» –acaba de decir el Papa en su discurso de ayer a los cardenales–, «crítica corrosiva a la Iglesia»2. Y todo esto va minando el terreno y va deshaciendo la confianza. Y, claro está, el problema grave es que quien empieza por perder la fe en la Iglesia termina por perder la fe en Jesucristo, y luego termina por perder la fe en Dios. Fatalmente se llega ahí.
En fin, queridos hijos, en las vísperas de Navidad pido a Dios Nuestro Señor que se acerque a vosotros y que la Virgen María facilite el camino para que entre en vuestras almas.
Y que estos discos del santo Rosario se difundan mucho y haya cada vez más personas, en toda España y en todo el mundo, que en sus hogares sepan encontrar un ratito para ponerlos y para acompañarse, acaso en su soledad, con esta dulce compañía de las voces que aquí han quedado grabadas como fruto de vuestra iniciativa en honor a nuestra Madre del cielo.
1 Pablo VI, Mensaje para la IV Jomada Mundial de la Paz, 10 de diciembre de 1970. en: Enseñanzas al Pueblo de Dios. 1970. Città del Vaticano. 402-407.
2 Pablo VI, Discurso al colegio cardenalicio, 22 de diciembre de 1970, en: Enseñanzas al Pueblo de Dios, 1970, Città del Vaticano, 451-460.