Año del Espíritu Santo. La Iglesia promueve la santidad

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Año del Espíritu Santo. La Iglesia promueve la santidad

Homilía pronunciada en la Misa concelebrada el 26 de agosto de 1998 en el convento de la Encarnación

Otra vez nos encontramos aquí, movidos por la piedad que sentimos hacia Santa Teresa. Es una piedad que nos lleva a ella con suave movimiento de amor y también con el deseo de recibir alguna gracia, que ella pida a Dios, que nos sea enviada como consecuencia de nuestro amor y de nuestra piedad.

Beatificación de dos hijas #

Estamos celebrando hoy, una vez más, la fiesta de la Transverberación del corazón de Santa Teresa de Jesús. Y creo yo que la imagen de Santa Teresa tiene nuevos resplandores, le corresponden este año nuevos resplandores, sí, por la beatificación de dos hijas suyas: la Madre Sagrario, mártir de la fe, y la Madre Maravillas, torrente de energías espirituales, que yo creo que han brotado como un beso desde el cielo a todos los Carmelos de la tierra. Con la beatificación de estas dos hijas del Carmelo, nuestras esperanzas –las de carácter inmediato, porque otras muchas que tenemos, no se saciarán nunca– se han visto colmadas. Y la imagen y el altar de Santa Teresa, dondequiera que estén, brillan con nuevos fulgores este año.

Otra hija de Santa Teresa: Edith Stein #

Esperamos que sigan colmándose esperanzas que tenemos en nuestro corazón, cuando llegue, y no va a tardar mucho, la canonización de otra hija de Santa Teresa: Edith Stein, sabia con las ciencias humanas, mártir, inmolada por motivos étnicos en la guerra mundial, que encontró la felicidad de su vida, la cual no podía hallarse, si no tenía, al mismo tiempo, un asidero fuerte para su entendimiento y su concepto de esa vida, leyendo las obras de Santa Teresa. Y cuando las leyó y las meditó, las asimiló y se dispuso a vivirlas, haciéndose carmelita de la caridad, carmelita del amor, carmelita de Santa Teresa. Pronto los horrores de la Guerra Mundial, tales como venían de la Alemania nazi, cayeron sobre ella y fue eliminada en una cámara de gas. También será canonizada. Se colmarán nuestras esperanzas también en lo que se refiere a ella misma.

Santa Teresa es de lo más universal #

Pero nuestras esperanzas sobre las hijas de Santa Teresa no se limitan a ellas; cada paso que se dé en la Iglesia en relación con la Santa para ponderar sus virtudes y para reconocer sus merecimientos, cada paso que se dé conmueve al mundo; no exagero nada. Santa Teresa es de lo más universal que puede darse en la Iglesia de Cristo y en la cultura cristiana. De aquí, de esta tierra de Ávila, ha brotado una fuerza única. Tendríais que estar de rodillas siempre, dando gracias a Dios por un favor tan insigne como os ha hecho, cuando quiso Él, en su divina voluntad, que naciera esa niña privilegiada, que después se convirtió en la madre de todas las religiosas que querían una reforma santa para ser ellas santas también. Habrá que dar un título nuevo a Santa Teresa: la santa de las esperanzas colmadas, la santa del amor encendido y el juicio sereno, la santa del movimiento ascensional del espíritu y del camino sobre la tierra, realizando empresas terrestres, pero con el fin de dar mayor gloria a Dios en el cielo y en la tierra. ¡Santa Teresa de Jesús, bendita seas!

Virtudes enlazadas #

Hoy, una vez más, nos detenemos a considerar ese hecho que ella narra con su estilo insuperable: el hecho de la Transverberación de su corazón, el del ángel, de la categoría de los ángeles mayores del cielo, que con un dardo de oro quemante atravesó su corazón. Y ella dice con gracia inimitable: “A los que pongan esto en duda, quisiera yo que el Señor les permitiese sufrirlo, para que captasen también el dolor que aquello produce y, a la vez, que pudiesen gozarlo para entender la maravilla que supone ese regalo del Señor”. Lo que estoy diciendo es la idea, no sé de memoria las palabras y no puedo repetirlas tal como ella las escribió, porque es imposible, es simplemente el rasgo de su pluma y tiene gracia, si se piensa en el estilo literario; los elogios que ha merecido de parte de los escritores de España y de otros países son insuperables.

Tenemos que sentir muy vivamente este fenómeno de la vida de Santa Teresa. No se trata, como han dicho algunos torpemente, de una imaginación calenturienta. Unos desposorios místicos, como los llaman –dicen esos a quienes me refiero–, que no son más que exaltaciones incontenibles de un corazón de mujer, que ama y que vuelca todas sus capacidades en el Dios que ella misma se inventa. No hay aquí ningún movimiento de ese estilo. En Santa Teresa de Jesús hay una observancia plena y rigurosa de las obligaciones que tuvo, y eran muchas. Santa Teresa de Jesús vivió un conjunto de virtudes enlazadas unas con otras, que no pueden albergarse en un corazón humano, ni manifestarse equilibradamente en su género de vida, si no tiene la asistencia del Espíritu Santo.

Año del Espíritu Santo #

Estamos en el Año del Espíritu Santo y debemos recordar que esto que estoy diciendo no tiene nada de extraordinario; está prometido por el Señor. El Espíritu viene y busca albergue en el corazón de los que le aman, el Espíritu se recrea en la posesión de aquellos que le han ofrecido su vida, tal como en una Santa Teresa lo manifestó constantemente. No hay exaltación misticoide; hay sencillamente una línea recta, ascensional, constante; hay amor, y es esto lo que nos da santos.

Serenidad y amor #

En el cristianismo de hoy y en el de ayer, para los grupos humanos que lo quieren vivir en una comunidad como ésta, por ejemplo, o para una persona individualizada, para unos y para otros, y para una nación en la difusión del pensamiento y la cultura cristianos, lo único que se nos pide es serenidad y amor. Y Santa Teresa es un prodigio en la manifestación de esas dos aptitudes. Serenidad, la tuvo para hablar a los reyes y para manifestar a los enviados del Papa la necesidad de hacer reformas evidentes en la Iglesia; serenidad, temple, voluntad fija, sufrimientos de enfermedades y también del frío y del calor. Pobreza suma, pidiendo limosna y buscándola, incluso, en un estudiante de Toledo, que no tenía nada para él y, sin embargo, algo vio en ella, que le hizo mirarla como a una madre y ayudarla a encontrar una casucha, en la cual pudiera refugiarse con sus hijas, las que iban a hacer allí la fundación.

Necesitamos mirar a Jesucristo #

Muchas veces hoy estamos hablando de la necesidad de reformar la vida social de nuestros pueblos y ciudades, de las naciones, de las naciones europeas… ¡Cuántas veces se ha referido ya el Santo Padre a este hecho doloroso de las naciones cristianas en su raíz, que han perdido la conciencia de su cristianismo! Con tratarlo socialmente y conforme a nuestros esquemas de pensar, no se puede arreglar este problema de la vida de las sociedades de hoy. Si somos cristianos, tiene que haber por nuestra parte algo que es típicamente cristiano: mucho amor, mucho amor entre nosotros. Las familias unas con otras, los pueblos, las ciudades grandes y pequeñas…

Pero, en virtud de nuestras distracciones y nuestros afanes terrestres, hemos dejado al margen ese amor que se nos pide. Hace un momento nos leían en el Evangelio esas palabras de Cristo. Él nos llama amigos, no siervos; Él nos pide que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. Tiene que haber un poco más de amor en las familias españolas, en el conjunto del grupo familiar. Tendría que predicarse una cruzada, en la cual se ponga de relieve la necesidad de mirar a Jesucristo con ojos de amor por parte de todos, mucho más de como lo estamos haciendo. Solamente tenemos esquemas para discurrir, sociologías para ocultar otros fallos en los que no queremos detenernos. Hay que amar mucho a Cristo. A un niño se le ama, y Cristo fue niño. A un joven se le ofrece compañía, y Cristo fue un joven, que recorrió los caminos de su tierra, Palestina. A un crucificado se le ofrece compasión, misericordia y amor, y Cristo fue un crucificado. A un sepultado se le ofrece atención en lo que circunda a ese sepulcro para que nadie lo profane, y Cristo fue un sepultado. A un evadido del sepulcro por una fuerza desconocida, se le busca con amor y con lágrimas, como le buscó la Magdalena, y Cristo fue así también, salió por una fuerza desconocida del sepulcro, y los Apóstoles le amaron y siguieron amándole siempre. Y cuando fundó la Iglesia, lo primero que hicieron fue amarle y predicar el amor a Jesucristo. Ellos no tenían esquemas intelectuales para presentarlos a los hombres de su época.

Fin de la Iglesia: promover la santidad #

Alguien ha dicho al Papa: Santo Padre, ¿pero no son muchos ya los que ha beatificado y canonizados? (Ciertamente, 997 beatificaciones y canonizaciones, más que el resto de la historia de la Iglesia). Entonces el Papa, mirando a su interlocutor, le dijo: ¿No es el fin de la Iglesia promover la santidad? Y si la promueve, ¿la va a ocultar? ¿Para qué está la Iglesia? Para amar a Dios, para servir a Jesús, para acompañarle en su camino, para poner en el corazón de los hombres una fuerza misteriosa, para que podamos vivir mejor nuestro camino.

He padecido… pero he gozado más #

Hermanos míos, no sé si tendré yo la dicha de volver a predicar en esta fiesta de la Transverberación del corazón de Santa Teresa: no lo sé. Me pongo de rodillas con humildad; yo quisiera sentir mucho más el amor a Jesucristo, todo lo demás me sobra. Mi vida de sacerdote y de obispo ha sido larga, he visto muchas cosas, he padecido otras, he gozado más y más de otras muchas…

La luz celestial es: Jesús #

¡Sacerdotes, sacerdotes! Necesitamos muchos que amen a Jesús niño, joven, muerto, sepultado, resucitado. Tenemos que pensar que Él nos lo da todo hecho, si nosotros queremos recibirlo. La Iglesia tiene muchas esperanzas; estamos viviendo un momento que se acerca ya a ese año 2000, en el que va a empezar una nueva era. No tiene por qué suceder nada particular, como si tuviera que aparecer un día en la atmósfera del mundo, que envuelve a la tierra, una luz celestial. No; la luz celestial es Jesús, la fuerza es Jesús. Lo que se necesita es tener fe y trabajar juntos, unidos todos en la plegaria de nuestro amor y nuestra decisión completa para seguir adelante, dejando que los que vengan hereden de nosotros este amor que una Santa Teresa tuvo, que supo reflejarlo en sus escritos, y que hace que hoy, esa profesora de filosofía alemana, cuando los lee, cierre el libro y diga con palabras que se han hecho inmortales: “Ahora he encontrado lo que puede ser el sentido de mi vida”.

Testimonios vivos #

Quiera el Señor seguir ofreciéndonos, por medio de los Carmelos del mundo y de tantas religiosas de otras órdenes y congregaciones, testimonios vivos en que aparezcan las manos de las consagradas a Dios sosteniendo una llama viva, ésta, la del corazón inflamado de amor, la de una Teresa de Jesús, que sigue siendo hoy tan actual como ayer. Así sea.

26 de agosto de 1998