Compañero en tu camino

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Compañero en tu camino

Exhortación pastoral. 2 de febrero de 1989: en Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, febrero, 1989. 27-30.

Llega un año más el Día del Seminario. Mejor, nos acercamos nosotros a él. Y hemos de disponernos convenientemente para que la celebración del mismo sea provechosa. Se ha señalado esta vez el Domingo, 12 de marzo para evitar la coincidencia con el Domingo de Ramos, fiesta de San José. En nuestra Diócesis de Toledo hay, además, un motivo especial de feliz recordación: se va a cumplir pronto el año centenario de la inauguración del Seminario Mayor de San Ildefonso. Una y otra motivación tienen que movernos a todos, sacerdotes y familias cristianas, a dar gracias al Señor y a volver nuestra mirada, abierta siempre a la esperanza, hacia ese Centro de influencia humana y espiritual, con reconocimiento muy hondo y con deseo vivísimo de seguir trabajando por el fruto del mismo. La bendición de Dios y el esfuerzo conjuntado de muchos están permitiendo resultados muy positivos.

Compañero en tu camino #

Este es el lema de la campaña y de la jornada de 1989. ¿Qué significa? Está inspirado, sin duda alguna, en el hecho de que la juventud española, respaldada y apoyada por miles de compañeros de otros países de Europa, va a peregrinar este verano a Santiago de Compostela, acompañados todos por sus sacerdotes, obispos y el mismo Papa, el de la evangelización, el de la juventud, el de la devoción limpia y sencilla a Santa María, Madre del Camino.

En el fondo de este cuadro hermoso está «la figura de Cristo como compañero de camino del hombre, que se ofrece al joven como camino de realización personal y de sentido de vida». Está Cristo que «es siempre y sólo el Camino más seguro que desemboca en una felicidad plena y verdadera»1. Y, proyectándose en ese fondo que abarca todo el cuadro, está también el sacerdote, todo sacerdote, cualquier sacerdote «llamado a reproducir en su vida los gestos salvadores de Jesús, a fin de que pueda seguir liberando y salvando al hombre de hoy».

Si Jesús fue y sigue siendo «el compañero» cercano y preocupado, porque comparte nuestra existencia humana, porque dio su vida por la salvación de todos, y porque nos ofrece el camino, el alimento y la vida que nos llevan al Padre; el sacerdote, elegido y enviado, actúa en nombre de Cristo y prolonga su servicio sacerdotal en el espacio y en el tiempo, con tres actitudes que definen toda su existencia: Convierte, cura y salva2. Fruto de este empeño gozoso es el acompañamiento y, al final del mismo, el encuentro gozoso con Cristo, Verdad y Vida. Previamente se había hecho Camino de la mano del sacerdote hermano.

Esta labor es personal y respeta siempre, como lo hace el mismo Dios, la libertad de cada uno, pero tiende a hermanar a unos redimidos con otros. Somos todos muy conscientes de que nuestra es «la responsabilidad de construir a los creyentes en comunidad por el anuncio permanente y fiel del Evangelio, por la celebración permanente y fiel de la Eucaristía, por el ejercicio permanente y fiel de la caridad»3.

Cien años de camino #

Nos encontramos a las puertas del centenario de la edificación del actual Seminario diocesano de San Ildefonso. Merece la pena que nos detengamos en el camino, para dejar constancia de la efeméride y para pensar, ya desde ahora, en diversos actos culturales, académicos y religiosos con que recordemos, en su momento, los cuantiosos frutos que a lo largo de un siglo han enriquecido a nuestra comunidad diocesana y a la Iglesia universal. Frutos que han brotado, con pujante vitalidad y con entusiasmo misionero, del «corazón de la diócesis».

Por mencionar algunos, ahí están los 1.153 sacerdotes que a lo largo de estas décadas han recibido la ordenación para ser «próvidos cooperadores del orden episcopal y ayuda e instrumento suyo» (LG 28). Más de un millar de mensajeros de la Palabra y ministros de la Eucaristía que, en medio de los avatares históricos de este ajetreado siglo, han sido los heraldos de la paz. Más de un millar, fruto de la bondad de Dios, que sigue llamando a los que Él quiere, pero fruto también de muchos y muy diversos esfuerzos conjuntados de toda la comunidad diocesana. Desde los arzobispos que han regido la Diócesis, pasando por los superiores y profesores que, con dificultades no pequeñas, han querido entrañablemente a estos jóvenes, y han moldeado su inteligencia y su voluntad, hasta los fieles de movimientos apostólicos y feligresías grandes y pequeñas que han apoyado iniciativas y han secundado peticiones y ruegos en favor del Seminario.

No podemos olvidar a aquel grupo numeroso y ejemplar de sacerdotes y seminaristas que. en los años cruciales de nuestra dolorosa guerra civil, dieron su vida por el Maestro y por su Evangelio con testimonio elocuente de una fe firme y de una esperanza cierta.

El camino que hay que recorrer #

El panorama que nos descubre esta evocación es espléndido, pero no hemos de detenernos en una contemplación quietista. Cien años de Seminario son un reto y una exigencia para el Pastor, el presbiterio, los religiosos, las religiosas y «los fieles laicos… pertenecientes a aquel Pueblo de Dios representado en los obreros de la viña, de los que habla el Evangelio de Mateo»4, y juntos hemos de recorrer la etapa que ahora se nos presenta. Pienso de manera especial en nuestros adolescentes y jóvenes, los de hoy, los que tienen inquietud como la han tenido siempre, y que esperan la respuesta que también es de siempre, «la respuesta que es Cristo y su Evangelio». En nuestra Diócesis existen grupos debidamente constituidos de Getsemaní, Oasis, Santa María de los Pinos, Juventudes Marianas Vicencianas, Montañeros de Santa María, Scouts de Europa, Virgen del Sagrario, Regnum Christi, Cursillistas de Cristiandad, Jóvenes de Acción Católica, Hogar Santa María, Madre de la Juventud, Movimiento Junior y Legión de María, sin enumerar otros que en determinadas parroquias se mueven con compromisos serios de caridad organizada, catequesis, apostolado de enfermos, etc.

Unos y otros se preparan para peregrinar este verano con el Santo Padre a Santiago de Compostela. Pero yo les pregunto: ¿Entra en sus proyectos de vida cristiana la preocupación por el Seminario y por las vocaciones a la vida consagrada? Si así es, están dando pasos muy firmes en el camino de la renovación y de la fidelidad. Si no han pensado en ello, han de hacer un alto en el camino y reflexionar un poco, orar juntos, tomar resoluciones nuevas.

Celebraciones especiales #

Llegado el momento y dentro del próximo curso académico organizaremos. como he dicho, los actos que convenga celebrar. Pienso, por ejemplo, en una jornada de todos los sacerdotes y seminaristas en que proclamemos juntos nuestra gratitud a Dios, nuestra fidelidad a los que nos han precedido y nuestro propósito de seguir adelante con el pueblo cristiano.

Pero ahora, que tenemos a dos pasos el Día del Seminario –en nuestra Diócesis, Seminario Mayor de San Ildefonso, Seminario Mayor de Santa Leocadia, Seminario Menor de Santo Tomás de Villanueva, en Toledo, Seminario Mayor de Olías del Rey y Seminario Mayor de Almonacid, Seminarios Menores de Mora y de Consuegra–, vamos a seguir conociéndolos y estimando su labor. Nuestra oración diaria por los aspirantes al sacerdocio que allí se forman, es un medio eficacísimo, pero hay que seguir fundando nuevas becas, hay que apoyar la colecta que se organiza el 12 de marzo en todas las parroquias y lugares de culto, y hay que seguir ofreciendo –quienes puedan hacerlo– nuevos volúmenes para enriquecer dichas bibliotecas. Algunos sacerdotes están ofreciéndolos ya con ejemplaridad.

Avancemos, por tanto, hermanos en nuestro camino, deseosos de poder entonar un día el Aleluya final. «Se alaba a Dios aquí y allí –asegura San Agustín–; aquí llenos de preocupación, allí con seguridad plena; aquí, quienes han de morir, allí quienes vivirán por siempre; aquí, en esperanza, allí en realidad; aquí, de viaje, allí ya en la patria. Ahora, por tanto, hermanos míos, cantémoslo (el aleluya), pero como solaz en el trabajo, no como deleite del descanso. Canta, como suelen cantar los viandantes; canta, pero camina; consuela con el canto tu trabajo, no ames la pereza, canta y camina. ¿Qué significa camina? Avanza, avanza en el bien…, en la recta fe, en las buenas obras: canta y camina. No te salgas del camino, no te vuelvas atrás, no te quedes parado»5.

Con mi afectuosa bendición.
Toledo, 2 febrero 1989.

1 Juan Pablo II, mensaje a los jóvenes con motivo de la IV Jomada Mundial de la Juventud, 1989: apud L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 agosto 1989, p. 7.

2 Cf. Juan Pablo II, plática en el retiro sacerdotal en Ars, 7 de octubre de 1986: apud Insegnamenti di Giovanni Paolo II, IX-2, 1986, 887.

3 Comisión Episcopal del Clero, Sacerdotes para evangelizar, n. 44.

4 Juan Pablo II, exhortación Christifideles laici. n. 1.

5 San Agustín, Sermón 256, 3: BAC 447, 596.