Comunicación a la diócesis

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Comunicación a la diócesis

Comunicación dirigida a la archidiócesis de Toledo, 1 de enero de 1988. Texto publicado en el Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, enero 1988, 25-27.

Queridos sacerdotes, comunidades religiosas y fieles diocesanos:

La ya próxima ordenación episcopal de don Rafael Palmero me mueve a escribiros esta carta que dirijo a toda la comunidad diocesana con sentimientos de gozo y esperanza.

Quiero, en primer lugar, expresar mi agradecimiento al Santo Padre por la benevolencia con que ha acogido mi petición. La gran extensión del territorio diocesano de Toledo hace sentir a cualquier Obispo su peso en el desempeño de sus tareas pastorales y mucho más a quien ya no es escaso en años y servicios. Muchas veces me dijisteis, a lo largo de estos dieciséis años que llevo con vosotros, que esperabais el nombramiento de un Obispo auxiliar, puesto que así era tradicional en Toledo, donde el Cardenal Primado siempre lo tuvo.

No lo he solicitado hasta ahora por dos motivos: en primer lugar, porque las responsabilidades que antaño correspondían al Primado en la Iglesia española, han pasado, después del Concilio, a la Conferencia Episcopal, con sus órganos propios; y en segundo lugar, porque fue mi propósito desde el primer día obligarme a mí mismo a ocuparme personalmente del servicio pastoral que pudiera prestar a todos: la curia, la catedral, las parroquias, grandes o pequeñas, las comunidades religiosas, los seminarios, la catequesis, las obras de apostolado, la vida cristiana, en fin, en las ciudades y en los pueblos.

De no haberme impuesto esta obligación, fácilmente hubiera podido encontrar justificación para dispensarme a mí mismo de determinadas tareas, bien fuera porque otro me supliera, bien porque asuntos diversos de índole supra-diocesana reclamarían mi atención, como así ha sucedido con frecuencia, no obstante la atención de obligaciones representativas que corresponden hoy al Obispo de la Diócesis Primada de España.

Me alegro de haber obrado así durante este tiempo. Ello me ha permitido conocer bien toda la diócesis, predicar, bendecir y confirmar en todas las parroquias, estar presente en todos los lugares y en muchos, muchas veces.

No voy a dejar de hacer lo mismo ahora, mientras pueda, pero me sentiré más aliviado.

Conocéis perfectamente a don Rafael Palmero, tanto o más que a mí, puesto que viene tratando con vosotros el mismo tiempo que yo, y en muchas ocasiones con más cercanía que yo. Recibidle, ahora que va a ser Obispo conmigo y para vosotros, con sentimientos de fraterna amistad, de obediente colaboración y de común anhelo por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Él ha acreditado suficientemente su competencia y ha dado constante ejemplo de piedad, de abnegada dedicación, de prudencia, de fidelidad a la Santa Madre Iglesia y al Papa, de amistosa y personal atención a todos y de reflexión compartida en la búsqueda de soluciones para los diversos problemas pastorales que han podido ir presentándose.

Misión y dignidad del obispo auxiliar #

Es sabido que el Obispo auxiliar, aunque dependiente de la autoridad del Obispo diocesano, de manera que ha de desarrollar su labor estando en todo de acuerdo con él (CD 25 y 26), por el hecho de su consagración sacramental y por la comunión jerárquica con la Cabeza y los demás pertenecientes al Colegio de los Obispos, queda constituido miembro del Cuerpo Episcopal (Ibíd. 4 y 5). Ha de sentir, pues, la solicitud por todas las Iglesias, aunque esté vinculado sólo a una, y al ayudar, en cumplimiento de la misión para la que ha sido llamado, al Obispo diocesano, lo hará siempre con conciencia clara del deber que tiene de enseñar, santificar y regir al Pueblo de Dios, aunque no con la autoridad inmediata de aquél en ella (CD 12); promoverá la santidad de los sacerdotes, los religiosos y los seglares, según la vocación peculiar de cada uno (Ibíd. 15); y se comportará con todos como un verdadero padre que se distingue por el espíritu de amor y de preocupación por el bien de todos (Ibíd. 11), tal como debe hacerlo el Obispo diocesano, al cual ayuda.

Hago estas precisiones para que se entienda bien la misión y la dignidad del Obispo auxiliar. Ni tiene la autoridad propia del Obispo diocesano, por supuesto, ni es tampoco un sacerdote colaborador del Obispo igual que los demás. La Iglesia, al conferirle el episcopado, le hace participar de responsabilidades y santas obligaciones que el Obispo diocesano ha de ser el primero en reconocer y respetar. Por ser Obispo, tiene una dignidad y una misión propia, que no se identifica ni coinciden con las facultades de Vicario General, aunque también lo sea.

Pasado y futuro de la Iglesia en Toledo #

Es muy antigua y gloriosa. Y al escribir esta palabra no estoy pensando más que en la gloria que nace de la fe recibida y de los servicios que a la misma se han prestado. Mucho antes que en otros lugares de España, aquí se recibió la Buena Nueva y desde aquí la Iglesia naciente, pronto arraigada y fuertemente consolidada, extendió su influjo evangelizador hacia tantos otros territorios de la Marca Hispánica, según lo permitieron, y a veces ayudaron, las circunstancias de la vida política y cultural de la Península Ibérica. También esa fe, que es nuestra gloria, sufrió dificultades y aun persecuciones, de las cuales logró salir, si no incólume, sí purificada y más fortalecida. Toledo ha contribuido mucho a que el de España fuera un pueblo católico y se haya mantenido como tal mayoritariamente a lo largo de los siglos.

Pero ninguna institución vive exclusivamente de sus recuerdos. En el momento actual, nuestra Diócesis, igual que las del resto de España, ha de caminar hacia el futuro confiando únicamente en Dios, en la fuerza del Evangelio, y en la colaboración consciente y responsable de los hombres y mujeres que creen en su eficacia salvadora.

Todo está sometido hoy a una revisión cultural que da por demostrado lo que afirma entre ataques, burlas y desprecios, y la fe del pueblo sufre la agresión continua de los manipuladores del hecho religioso que consideran, a estas alturas y después de tantos fracasos, que el único ideal válido es el de una orgullosa autosuficiencia.

¡Terrible error, propio de gentes inmaduras o de escépticos prematuramente envejecidos!

Hemos de seguir trabajando incesantemente en el fomento de las vocaciones sacerdotales para que de nuestros seminarios salgan sacerdotes que puedan atender nuestras parroquias y ayudar a otras diócesis de España y de América más necesitadas que la nuestra.

Hemos de atender con todo esmero la vida sacramental de los fieles, mediante una formación litúrgica y piadosa que les haga capaces de participar intensa y fructuosamente en la celebración de los misterios de nuestra fe.

Hemos de fomentar en todas las comunidades que integran la comunidad parroquial, un espíritu misionero que les impulse a dar testimonio de su fe y a propagarla en los diversos ámbitos de su presencia, y en toda la tierra, puesto que un cristiano no lo es del todo si no recibe con amor y deseo de cumplirlo el testamento de Jesús, que murió por la salvación de todos y para que todos lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4).

Hemos de desarrollar más y más la catequesis en sus diversas formas, con niños, jóvenes y familias, y también con los ancianos, tristemente abandonados, muchas veces, en nuestra acción pastoral, como si no tuvieran el derecho a ser atendidos en su condición de hijos de Dios, precisamente cuando más lo necesitan.

Y con la catequesis, el apostolado seglar, hoy urgente, muy urgente. Grupos de seglares organizados, de hombres, de mujeres, y sobre todo de jóvenes. Es urgentísimo promoverlos y atenderlos. Con instrucción religiosa que les dé cultura cristiana suficiente, y con catequesis que les dé fuerza y amor a sus almas, para querer vivir ellos y hacer vivir a los demás la grandeza de la fe. En nuestros días, precisamente porque hay una mayor cultura profana o una pseudo-cultura, no tendremos apóstoles seglares si no tenemos seglares bien instruidos y catequizados, capaces de catequizar a los demás. ¿Cómo van a ser apóstoles si no conocen bien a Jesucristo, con su palabra y sus sacramentos, y a la Iglesia en su realidad y en su historia, y al hombre en la dimensión trascendente de su vida, y al Evangelio con su llamada a un nuevo nacimiento?

Se habla constantemente de la atonía y casi parálisis de los católicos en la vida pública española de hoy. Pero, ¿podrán sentir alguna vez el impulso amoroso de su fe para influir en su familia y en la sociedad, si sólo les presentamos como exigencia de su condición cristiana una justicia terrestre que procure el bienestar material y social en el mundo? ¿Se reduce a eso el Evangelio de Jesucristo?

Estas indicaciones que os hago sobre nuestra acción pastoral en la diócesis, constituyen hoy un motivo de honda reflexión en la fase pre-sinodal en que nos encontramos. De todo ello hemos de ocuparnos seria y profundamente, con el fin de que toda la comunidad diocesana adquiera conciencia de la actitud cristiana que debemos adoptar, precisamente, pensando en el futuro que nos espera.

La Iglesia confía en Jesucristo siempre, y es alimentada y guiada por la acción del Espíritu Santo. Y esa Iglesia, no otra, es la que está implantada en nuestra diócesis de Toledo desde los tiempos remotos a que nos hemos referido, y la que hoy, sin ansiedades ni temores vanos, reúne a sus hijos y quiere seguir ofreciéndoles el pan de vida eterna. El momento que estamos viviendo, y desde ahora con la ayuda del Obispo auxiliar que va a ser consagrado, es de suma importancia: los trabajos de grupo y las asambleas parroquiales, arciprestales y diocesanas de hoy, que preceden a la celebración del Sínodo propiamente dicho, dispondrán nuestros espíritus para recibir dignamente los dones y gracias de Dios que, para bien de todos, nos serán concedidos.

Invitación #

Con este espíritu de fe y confianza en Dios y en la Iglesia, y por mi parte en vosotros, queridos sacerdotes, religiosos y fieles diocesanos, que sois los que, en concreto, formáis esa Iglesia en nuestra diócesis de Toledo, vamos a seguir el camino emprendido de fidelidad y de renovación, para atender mejor a lo que nuestro tiempo nos pide, en conformidad con lo que el Magisterio va señalando bajo la acción del Espíritu.

Os invito a todos a acudir, estar presentes y participar en la acción litúrgica de la ordenación episcopal, que tendrá lugar en nuestra Catedral Primada en la tarde del domingo, día 24 de enero.

Particularmente, os invito a vosotros, los sacerdotes del presbiterio diocesano, la Curia de gobierno de la diócesis y el Cabildo de la catedral; el Consejo Presbiteral y el Colegio de Consultores; los arciprestes, párrocos, coadjutores y capellanes; los claustros de profesores y superiores de los seminarios; los consiliarios de asociaciones y hermandades; a todos invito y de todos espero una participación gozosa en la concelebración eucarística, creadora de fraterna comunión en nuestro sacerdocio y en nuestro trabajo de evangelizadores fieles.

También a los religiosos de las diversas órdenes: jesuitas, franciscanos, carmelitas, dominicos, cistercienses. Y a las familias religiosas femeninas que están presentes en tantos campos de trabajo, alentadas y bendecidas por la Iglesia.

Invito también a los seglares miembros de la Comisión Presinodal Diocesana, a los directores y miembros de la Acción Católica y de los movimientos de apostolado seglar.

Ese día celebramos en nuestra diócesis la Descensión de la Virgen María, nuestra Madre, en la antigua basílica de los tiempos visigóticos, para premiar las virtudes de aquel hijo preclaro de la Iglesia que fue San Ildefonso de Toledo.

Bajo su amparo y protección, que invocaremos con nuestra plegaria común, procederemos a la solemne ceremonia.

Ella también, en este Año Mariano, protegerá al nuevo Obispo, hermano nuestro, y nos ayudará a todos a merecer de Dios los favores que Él, en su misericordia, quiera concedernos.