Corpus, fiesta del Amor, comentario a las lecturas de la solemnidad del Corpus Christi (ciclo A)

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Corpus, fiesta del Amor, comentario a las lecturas de la solemnidad del Corpus Christi (ciclo A)

Comentario a las lecturas de la solemnidad del Corpus Christi. ABC, 9 de mayo de 1996.

Durante veinticuatro años seguidos he vivido una experiencia religiosa de alta categoría y, como ocurre con todo lo grande y noble en la vida, cada vez esta experiencia ha sido más profunda y enriquecedora. Me refiero a la celebración del Corpus Christi en Toledo. Ha sido un don de Dios, vivir primero la Misa en la grandiosa catedral, oír miles de voces juntas que cantan y adoran, afirmar que allí está todo –el sacrificio, la víctima y el mandamiento del amor–, y que de allí brota, como el agua de la fuente, como el arroyo del río, la procesión gozosa, que recorre las calles y plazas toledanas, únicas en el mundo, que esperan desde los días gloriosos de la fe de España el paso de la custodia, insuperable, joya de la cristiandad, nunca censurable por indebida ostentación, siempre hermosa y llena de majestad por lo que tiene de ofrenda al Rey de los Reyes.

El Corpus es la fiesta, en que vivimos de manera pública lo que diariamente hacemos en la silenciosa paz de nuestras catedrales, parroquias, capillas y oratorios. Es la afirmación de nuestra fe católica, que cree en la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino, porque así lo dijo Él, y así lo proclamamos, frente a las negaciones heréticas que se produjeron. Es la gratitud, que sentimos los hombres, cuando el favor recibido sobrepasa todo lo que podíamos esperar.

El día del Cuerpo de Cristo celebramos el sacramento, que el mismo Cristo dejó en su Iglesia y para su Iglesia, como signo y realidad de su amor, y es que, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.

Hay que salir a la calle, llevando la Eucaristía en nuestras manos. Hay que gritar diciendo que sí, que creemos, que queremos creer, que amamos, que queremos amar, que tiene que seguir componiendo himnos el mejor teólogo de todos los siglos, santo Tomás de Aquino, para que sigamos cantándolos como si fueran nuevos. Jesús no atenuó el vigor de sus palabras, al prometer la Eucaristía, cuando los judíos la rechazaban, diciendo ¿cómo puede darnos a comer su carne? Por el contrario, las subrayó con más fuerza. “Os aseguro que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Los judíos se escandalizaron y se quedaron con su escándalo en lugar de aceptar las palabras de Jesús, como portadoras de la señal mesiánica que pedían.

Hoy también se escandalizan muchos y no creen. Hay que dejarse llevar por lo que Dios es y hace. Dios expresa su amor y su vida como quiere y establece la medida y la forma de cumplir ese amor hasta el extremo y de dar su propia vida.

El Corpus es también el día de la caridad, del amor universal, de la caridad generosa, entregada, servicial, magnánima, paciente. Cuanto más das, más tienes. Solo nos enriquece lo que damos. El egoísmo es realmente contradictorio, nos encierra y nos ahoga. “Déjate llenar para que reboses luego. Doy cuanto tengo, dice el generoso. Doy cuando valgo, dice el abnegado. Doy cuanto soy, dice el héroe. Me doy a mí mismo, dice el santo, y di tú con él, y al darte: doy conmigo el universo entero” (Unamuno).