Carta-prólogo dirigida a los Operarios del Reino de Cristo, presentando el «Oracional Rio de Luz», 1982.
Queridos Operarios del Reino de Cristo:
Escribo estas palabras hoy, Jueves Santo de 1982, con el deseo de que sirvan de “prólogo” al Oracional Río de Luz, que me habéis presentado para su inmediata impresión y publicación. Pero, ¿acaso necesita de prólogo un libro, al que precede la preciosa introducción que lleva, tan sólidamente hecha y tan suficientemente explicativa?
Espiritualidad #
Vosotros me dais la respuesta, queridos Operarios del Reino de Cristo. Hace años que os recibí en nuestro Seminario de Toledo. Con el esfuerzo abnegado y generoso de todos, vais dando pasos que son bendecidos por Dios. Vuestra casa de Olías del Rey se ha convertido ya en Seminario propio, de donde vais y venís por los diversos lugares de la Diócesis, dando lo mucho que tenéis y recibiendo lo que podemos ofreceros. Os contemplo con esperanza y con gozo de mi corazón sacerdotal. Vuestra Obra está ya dando frutos y los dará cada vez con mayor abundancia.
Pero necesitáis de una espiritualidad robusta para vivir, como se necesita del oxígeno para respirar. Y no habrá espiritualidad sin oración. No puede haberla. Habría, a lo sumo, un espiritualismo frágil, una vaga e inconsistente aspiración a ciertos valores de la vida cristiana, un anhelo romántico de vida evangélica sin Evangelio y sin Cristo. La espiritualidad cristiana es asimilación del espíritu de Cristo, imitación de su vida y ejemplos, desarrollo gradual de las virtudes que Él nos enseñó y nos mandó practicar. No puede darse sin una fe, una esperanza y una caridad hacia Dios y el prójimo continuamente cultivadas con la oración.
Espiritualidad propia #
Vosotros, además, constituís una Confraternidad inicialmente aprobada por la Iglesia, todavía a escala diocesana, que se propone realizar un trabajo sacerdotal singular y específico, con matices propios dentro de la inagotable riqueza de lo que es el don y la consagración sacerdotal. Así ha sido discernido y aprobado el carisma, que para el bien de toda la Iglesia os ha sido concedido. Los propósitos que os animan de servicio al Reino de Cristo en este mundo, son respuesta particular a una particular llamada. Es lo que ha sucedido siempre en el desarrollo histórico del Reino. La Iglesia santa se abre al soplo vivificador del Espíritu y ofrece cada día un poco más de la sangre y agua de su corazón, a imitación de Cristo en la cruz, para apagar la sed de verdad y de amor que sufren los hombres. Así han surgido tantas obras, instituciones y movimientos que, coincidiendo en lo fundamental, se diversifican en la dirección, el rumbo y el estilo, contribuyendo todos a hacer más armoniosa la gran sinfonía, que canta sin cesar la Esposa de Cristo en la tierra.
Vuestra espiritualidad es “trinitaria, cristocéntrica, eclesial y mariana, simbolizada en la imagen bíblica de Templo vivo (Lumen Gentium 6d; 1P 2, 5), y contenida en el Mensaje de Santa María de Guadalupe” (De la Presentación que acompaña a este Oracional). Vuestro apostolado sacerdotal ha de realizarse mediante la vida en común. Vuestros campos de trabajo serán los que os confíen los obispos de la Iglesia, preferentemente los más pobres y sencillos.
Por lo mismo, necesitáis de una experiencia de oración, una práctica de oración, una vida de oración, en una palabra, íntima, profunda, fácil, abundante. La oración litúrgica, de la Iglesia, será lo primero que habéis de cuidar. Pero junto a ella, la oración personal, privada o comunitaria, debe merecer vuestra estimación fervorosa e ininterrumpida. Y junto a la oración mental, las oraciones vocales aprobadas por la Iglesia, tan llenas de luz y de estímulo, tan ricas y acomodadas a las necesidades del alma, tan aptas para la compenetración gozosa del Pastor y de la grey, tan fáciles para remediar la fatiga y el cansancio, tan provechosas para que no se consuma estérilmente el aceite de nuestra humilde lámpara, que ha de estar siempre encendida. He ahí por qué estimo utilísimo este elenco de oraciones que aparecen en vuestro Oracional Río de Luz.
Estoy deseando verlo editado, tenerlo sobre mi mesa y en mi capilla, utilizarlo, darlo a conocer.
De la oración al apostolado #
Se edita este libro, cuando estamos celebrando el IV Centenario del año de la muerte de Santa Teresa de Jesús, maestra incomparable de oración. No puedo menos de referirme a este hecho de tanta significación. Porque vosotros formáis una Confraternidad para realizar del mejor modo posible un apostolado sacerdotal activo e incansable. Santa Teresa era un alma apostólica encendida y vibrante. Su trato de amistad con Cristo en la oración hizo que vivieran con intensidad creciente sus intereses, la gloria del Padre y la salvación de los hombres: “Que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia católica”1. Así de sencillo y terminante. Es lo que vosotros afirmáis con otro lenguaje, cuando decís que queréis servir al Reino de Cristo.
Ya sabéis el camino. No hay otro. Para prestar con fidelidad y constancia ese servicio, hay que tratar mucho con Él, en oración de alabanza, de súplica y de contemplación. Entonces la amistad con Él se consolida y se fortalece cada vez más, y ya nada ni nadie nos separa de esa fuerza interior, que nos hará consumirnos en un apostolado incansable y auténtico.
El Oracional Río de Luz no lo es todo. Es un auxilio, un instrumento. Os ayudará a vivir en el amor a Dios. Y este amor crecerá. Y desearéis mayor unión. Y aumentará sin cesar, como en Santa Teresa, el ansia de que Cristo sea más conocido y más amado.
Toledo, Jueves Santo de 1982.
1 Moradas cuartas, cap. 1, n. 7.