Día de las vocaciones hispanoamericanas

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Día de las vocaciones hispanoamericanas

Carta pastoral dirigida a los sacerdotes de la Diócesis de Astorga, 1 de febrero de 1965. Texto en Boletín Oficial del Obispado de Astorga, febrero 1965, 131-133.

Queridos sacerdotes:

De nuevo tenemos a la vista el Día de las Vocaciones Hispanoamericanas, que este año se celebra el día 14 de febrero. Y con él, vuelve a urgir la conciencia el tema y la realidad de la América Hispana y Portuguesa, de Iberoamérica.

Apasionadamente os hablé de él en la Carta Pastoral «Astorga, Diócesis misionera», del pasado junio. No os podía hablar de otro modo. América es un tema apasionante por su urgencia, su trascendencia en el futuro y sus colosales proporciones. Creo que ningún obispo, como ningún sacerdote, puede dormir tranquilo sin prestar de inmediato «una más amplia colaboración cordial»; esfuerzo y frutos que «la América latina devolverá un día, grandemente multiplicados, a la Iglesia entera de Cristo». (Pío XII, carta al Cardenal Piazza).

Es urgente; tampoco aquí el tiempo corre a nuestro favor El catolicismo americano sufre una anemia gravísima y galopante. En una loca geografía, de distancias infinitas, la población americana, de unos 210 millones hoy, en una explosión demográfica incontenible, casi en vertical, se elevará a 600 millones a fin de siglo.

Hoy son la tercera parte de la Iglesia. Para entonces pueden ser la mitad. Digo esto, apoyado en la realidad que nos dan las estadísticas. América del Norte, que en 1925 tenia 125 millones de habitantes más que la del Sur, ha sido superada por ésta, ya hace cuatro años en varios millones. El salto demográfico es más impresionante aún cuando se la compara con Europa. La población europea, de 1920 a 1960, ha crecido en un 23%; en ese mismo período, la iberoamericana lo ha hecho en un 126%.

Se ve claro, pues, que, si se conserva la fe de Iberoamérica, sus 600 millones de fin de siglo pueden serla mitad de la Iglesia. Pero también puede ser un desgarrón en sus entrañas: 600 millones de protestantes (con varios miles de pastores más, ya hoy, que sacerdotes católicos, en Brasil sobre todo) o de comunistas. Considerad si no es para preocupar.

El tiempo, por otra parte, no hace sino agravar el problema. La estructura demográfica de la América del Centro y Sur acusa un predominio muy fuerte de población infantil y joven (mientras la europea, al contrario, envejece). De tal modo que la infantil llega del 42 al 45% de la total. Espléndido porvenir, por esta parte de un continente joven, si en lo económico el proceso fuese también una dinámica en desarrollo y no en retroceso, como sucede. Por eso el futuro está oscurecido y lleno de escollos en el orden social y religioso. Cuanto más numerosa y joven la población, menores posibilidades de evangelización y formación. Y si ya los sacerdotes hoy no son suficientes para conservar lo adquirido (se precisarían al menos doscientos mil sacerdotes más para acercarse a la proporción española), mucho menos para hacer frente a la avalancha del crecimiento numérico y a la impetuosa acometida de ignorancia, crisis social, protestantismo, espiritismo, sincretismo religioso y comunismo. Y no hago con esto más que enumerar parte de una problemática formidable que hoy no es oportuno exponer con mayor amplitud, pero que debéis meditar y valorar.

Con esta sencilla insinuación demográfica salta a la vista, sin más insistencias, la trascendencia del problema de Iberoamérica en el futuro y las colosales proporciones del mismo.

Mas, si para todos es un grito angustioso y desgarrador, Iberoamérica para nosotros, españoles, es además una queja y una pública acusación. Son las hijas que llaman a la Madre y buscan desesperadamente su regazo. Ella las engendró a la fe. Su mismo regazo maternal tiene la obligación de defender esa misma fe amenazada. Es una santa obligación impuesta por la maternidad. La Hispanidad, con su preciosa carga de valores espirituales, está en peligro. ¡Ay de nosotros, si no sabemos estar a la altura que demandan los tiempos y las circunstancias! Dios y la historia nos habrán de pedir cuenta.

Con esta toma de conciencia y vistas así las cosas –no encuentro otro modo de enfocarlas– se escapa de los labios el grito de los Cruzados: «Dios lo quiere». Para los españoles ha de adquirir casi el carácter de cruzada la defensa de la fe en aquellos Lugares Santos para nosotros.

Queridos sacerdotes: analicemos, ante la elocuencia de estos hechos, grávidos de amenaza, pero también de esperanzas, nuestra respuesta real y nuestra respuesta posible.

En el pasado año 1964 la aportación asignada a la Diócesis por la Comisión Episcopal para Hispanoamérica era de 14 sacerdotes. Solamente cuatro, sacerdotes diocesanos, sin embargo, se ofrecieron y salieron destinados a Iberoamérica. Esta es nuestra respuesta real. No. perdonad. Esta parece, por los números, nuestra respuesta real. Yo sé, sin embargo, que el espíritu del Señor orea y fecunda las almas de nuestros queridos sacerdotes en una corriente de generosidad y simpatía, que ha de cristalizar. ¿Cómo? Aquí está la respuesta posible.

La realidad socio-religiosa americana aconseja e invita al trabajo en equipo. ¿Será posible que en 1965 podamos ofrecer, por medio de la O.C.S.H.A. a la Jerarquía americana, al menos 12 sacerdotes, en cuatro equipos de a tres o en tres equipos de a cuatro? Ahí queda, confiadamente, ese interrogante, que es, no un permiso para ir a América, sino una apremiante invitación de vuestro Obispo.

Vosotros sabéis, tan bien como yo, que la Diócesis precisa muchos sacerdotes para nuestras propias necesidades. Pero también sabemos que, como la sangre de los mártires, las vocaciones entregadas a las misiones son semilla de nuevas vocaciones.

Y al propio tiempo cumplimos gozosamente con una grave obligación de comunicación de bienes en el Cuerpo Místico y con otra, también grave y honrosa, contraída con la Hispanidad.

Que el Señor os bendiga como yo os bendigo.

MARCELO, Obispo de Astorga.