Presentación de los Ejercicios Espirituales que don Marcelo dio a un grupo de seminaristas que iban a ser ordenados sacerdotes en la diócesis de Toledo, 2001.
Hace muy poco tiempo, tuve la satisfacción de predicar los Ejercicios Espirituales a los alumnos del Seminario de Toledo, que se preparaban para recibir el sacerdocio. No era nada nuevo para mí, pero siempre que he tratado de cumplir esta misión durante unos ocho días, me parece que lo nuevo es lo que experimento yo al exponer las principales meditaciones, siguiendo el libro de San Ignacio e incorporando la exposición de diversas pláticas sobre los temas fundamentales, a que nos lleva la contemplación del misterio de Cristo y de la Iglesia, sin omitir enseñanzas del Romano Pontífice.
Son los ejercitantes los que me hacen pensar en el tesoro de vida cristiana, que ellos asimilan, haciendo que brote en el caudal de los propios sentimientos, con los que han venido preparándose para la gran novedad de sus vidas, la riqueza insospechada de lo que tienen y de lo que van a tener y ser.
Cristo meditado con detenimiento y amor, el misterio de la Cruz en nuestras vidas, la fealdad de los pecados, el fulgor con que brilla la virtud, cuando se hace despertar en los que viven esclavos de sus vicios, y, por el contrario, las miserias que envuelven y sofocan a los que se hunden en el pecado. No hay nada comparable a la generosidad de un sacerdote joven, que se entrega del todo al Señor y derrama lo mejor de su corazón y su pensamiento, haciendo comprender a los que escuchan el Mensaje de la Redención.
Octubre 2001