El Buen Pastor, comentario al evangelio del IV domingo de Pascua (ciclo A)

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El Buen Pastor, comentario al evangelio del IV domingo de Pascua (ciclo A)

Comentario al evangelio del IV domingo de Pascua. ABC, 28 de abril de 1996.

Con esas palabras se definió a sí mismo Jesús, nuestro Redentor. Es una imagen preciosa para conocer a Jesucristo y comprender su misión. El buen pastor se distingue por su prudencia, fortaleza, generosidad, entrega, desvelo, protección, defensa, ayuda. El pastor que vive junto a sus ovejas, las conoce una por una, y las cuida con amor. Las lleva a los mejores pastos, las cura cuando están enfermas o heridas, las defiende de fieras y ladrones. Lo que distingue al verdadero pastor del falso es que este, como simple asalariado, las utiliza, no las ama como el verdadero. Es fácil engañarlas, aprovecharse de ellas y luego dejarlas a merced de los peligros, que se presentan.

Los judíos, cuando en la sinagoga recitaban el salmo 22, lloraban de emoción, porque sentían que las palabras del mismo describían anticipadamente la figura del Mesías esperado: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Jesús es el Pastor, que hace buenos a todos los demás pastores. Hay que aprender en la escuela de Jesús, en su vida, en sus gestos, en sus actividades, en sus enseñanzas.

Cristo ha venido para llevarnos a la plenitud de la vida, para que tengamos vida y vida abundante. Nos conoce hasta en lo más íntimo, con conocimiento que nace del amor, más estrechamente que el que existe entre creador y criatura, porque es entre Redentor y redimido. Le importamos mucho, porque somos suyos, unidos en el vivir, morir y resucitar.

También la imagen del pastor aparece en la carta del Apóstol san Pedro. Cristo es el Pastor y guardián de nuestras vidas. Durante todas estas semanas de Pascua estalla vigoroso el testimonio y la predicación de san Pedro, porque Pedro es el primer papa, la roca firme sobre la que empezó a construirse la Iglesia. Nos exhorta y nos anima a luchar, haciéndonos una descripción de Cristo inocente, que no cometió pecado y se entregó por nosotros. Cristo paciente, que no devuelve insulto, ni profiere amenazas. Cristo silencioso, lleno de misericordia, solidario con todos y redentor de todos. Sus heridas nos han curado. Todo lo hizo por nosotros y no hay otro pastor ni otra puerta para entrar en el redil.

En el libro de los Hechos, de donde está tomada la primera lectura de hoy, se nos narra que las palabras de san Pedro el día de Pentecostés, al proclamar a Cristo Señor y Mesías, traspasaron el corazón de los oyentes y preguntaron: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”. Pedro contestó: “Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo”.

Aquel día se les agregaron unos tres mil. Era el Pastor bueno que atraía ovejas y les ofrecía los pastos de su vida, de su doctrina, de su sacrificio redentor. En adelante, los Apóstoles se lanzaron por los caminos del mundo a predicar lo mismo que predica Pedro, y fueron apareciendo comunidades desde “donde sale el sol hasta el ocaso”.

Como hoy hace el Papa. Recorre el mundo. Es el Pastor que llama a todos, porque a todos ha de llegar el amor de Cristo. Precisamente hoy es el día de las vocaciones. Necesitamos sacerdotes, religiosos, laicos, que se consagren a Dios.