Prólogo a la obra de Luis Casañas Guasch y Pedro Sobrino Vázquez, El Cardenal Gomá, Pastor y Maestro (1869-1940), Toledo 1982.
La figura del Cardenal Gomá es tan importante en la vida de la Iglesia de España en nuestro siglo, que merece ser conocida en toda su amplitud. Injustamente reducida a los límites de su actuación en los años de nuestra dolorosa guerra civil (1936-39), los españoles de hoy no tienen otra noticia de él que la que les ha llegado a través de las polémicas que de vez en cuando han surgido en estos años, referidas a los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en nuestra patria durante este período.
Es frecuente en personas cuya vida va derramándose en las múltiples actuaciones, a que les empujó su destino, que, al cabo de algún tiempo, sólo sean recordadas por algunos rasgos más llamativos y clamorosos, aunque no los más exactos y consistentes para dar a conocer lo que en realidad fueron.
Esto es lo que ha sucedido con el Cardenal Gomá. Se tiene de él la idea de que fue el que bendijo y alentó lo que hubo de cruzada en nuestra guerra, el que intervino en favor de los ideales de una de las partes contendientes, el que procuró en España y en el mundo la adhesión a la defensa que hizo la Iglesia española de los valores por los cuales muchos lucharon y murieron, con exclusión y rechazo de las tesis políticas que defendían los contrarios. De ahí a llamarle el cardenal belicista no hay más que un paso, y se ha dado con frecuencia. Ello ha servido para que, en la conceptuación pública, quede vinculada su figura exclusivamente a unos hechos determinados de los que fue protagonista singular. Se ha producido así una deformación de su persona, de su trayectoria pública y ministerial, y de los nobles y hondos motivos que le indujeron a obrar en un sentido determinado.
Afortunadamente el libro editado en 1969 por el que fue su secretario particular y más tarde obispo auxiliar de Toledo, don Anastasio Granados, El Cardenal Gomá, Primado de España, y el reciente estudio de la doctora María Luisa Rodríguez Aisa, El Cardenal Gomá y la guerra de España, que vio la luz el pasado año 1981, editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, permiten a los hombres cultos tener una idea más exacta de lo que en este punto concreto dijo e hizo el venerable Cardenal de Toledo y Primado de España en aquellos años turbulentos. Publicaciones futuras irán aclarando aún más todo lo relativo a este tema, en que él tuvo tan destacada intervención.
Pero, ¿fue solamente eso el Cardenal Gomá? ¿No hubo en él otros aspectos que merezcan ser conocidos? ¿Es legítimo que su figura pase a la historia enmarcada exclusivamente en lo que fue la guerra civil con sus implicaciones y complejidades? Es necesario tratar de responder a estas preguntas, si se quiere ofrece una visión más completa de aquel gran obispo de la Iglesia de España, para que no quede aprisionado entre las referencias siempre polémicas que se hacen de él, cuando se toca el tema de nuestra guerra, como si fuera esto lo único que merece ser estudiado en su biografía. Particularmente los sectores eclesiásticos de nuestra patria, y los de cualquier parte del mundo interesados en conocer la historia de la Iglesia española en nuestro siglo, tienen derecho a recibir una información adecuada de las figuras que han contribuido a hacer esa historia. Sólo así dejarán de utilizarse frases hechas, tópicos simplistas, injustos reduccionismos que ocultan, o dejan para siempre en el olvido, las más reales y profundas manifestaciones del modo de ser de una persona o de los acontecimientos de una época.
Este es precisamente el servicio que quiere prestar el libro que, con el título de El Cardenal Goma, Pastor y Maestro, han preparado y escrito dos sacerdotes miembros del Cabildo Metropolitano de Toledo, don Luis Casañas y don Pedro Sobrino. El primero acompañó al Cardenal durante su vida de obispo en Tarazona y Toledo, también como secretario privado suyo, y ha continuado hasta ahora en la sede toledana ocupando diversos cargos que le han hecho acreedor al respeto de todos. Catalán, tarraconense, como el Dr. Gomá, ha trabajado pacientemente en la ordenación de los diversos escritos del Cardenal, sin dejar de prestar atención a los datos biográficos que él conocía mejor que nadie, completando así lo que escribió don Anastasio Granados.
Ha colaborado con él, con méritos propios en su aportación sistematizadora y de investigación, el M. I. Sr. D. Pedro Sobrino, joven profesor de teología de nuestro Seminario de Toledo, que sabe armonizar su afición al estudio de la patrística y las fuentes de la Tradición con el detenido análisis de la obra escrita por una figura eminente de nuestro tiempo, el Cardenal que rigió los destinos de la diócesis toledana, a la que este joven sacerdote pertenece.
Juntos han logrado poder ofrecer a los lectores, empezando por los de la propia diócesis, un estudio serio y responsable de las dimensiones que alcanzó, tan notables y ejemplares, uno de sus más insignes obispos. Así se hacen también las diócesis, que no son solamente una circunscripción geográfica, sino una determinada palpitación de la vida de la Iglesia con sus obispos, sacerdotes, comunidades religiosas y fieles. Una diócesis es, a la vez, vida comunicada, impulso creador, realidad consolidada día tras día, e historia que enseña y alecciona.
Los autores nos dan a conocer, con más abundancia de noticias que hasta aquí, la rica personalidad humana del Cardenal Gomá.
Era un hombre de curiosidad insaciable por conocer y ver, que se preocupaba de conservar el recuerdo de lo que había visto y conocido. Tomaba notas de todo, del libro que leía rápidamente, de la conversación mantenida, de la impresión que le habían causado las personas con quienes trataba en visitas que él hacía o que le hacían a él.
Prudente y discreto por temperamento y por las exigencias de su cargo, se mostraba anheloso de conocer de primera mano, en sus fuentes más inmediatas, las noticias y los hechos que las producían. Así lo recuerda el escritor Eugenio Vegas Latapié, con quien he conversado varias veces acerca de las relaciones que tuvo con él, cuando con frecuencia le visitó en Toledo, en compañía de Ramiro de Maeztu, o en otras ocasiones.
Dotado de una robusta capacidad intelectual y de un carácter vigoroso, no era seco y adusto, sino, por el contrario, profundamente humano, inquisitivo, deseoso de saber más y más, rico en sentimientos y ternura humana y religiosa. Muy catalán, muy español, amaba a Cataluña y a España sin dejar de estimar las diferencias de sus pueblos y regiones en lo que tienen de propio y respetable, y sin sentir ninguna dificultad para aceptar los valores sociales, culturales y políticos de una superior unidad integradora que se manifestaba en la Patria común. La música, la poesía, la pintura y escultura, la fotografía incluso, le deleitaban.
Fue el Cardenal Gomá un humanista en el mejor sentido de la palabra. Fiel a sus amigos, parco en la censura y generoso en el elogio, nunca cerrado en sí mismo, se mantuvo siempre atento a las reclamaciones nobles que llegaban hasta él, tanto de parte de la historia y de la vida, como de los sufrimientos o las aspiraciones justas de las personas con quienes trató. Minucioso y ordenado; era así sobre todo para trabajar mejor y más eficazmente, pues su talante le empujaba más bien a las grandes síntesis, y, por consiguiente, a una visión más general y amplia de los acontecimientos, en la que el detallismo es frecuentemente un estorbo.
De su condición de «pastor de las almas», las páginas de este libro nos hablan con sobrada elocuencia. Sus visitas pastorales a las parroquias, su interés por la catequesis, su atención al Seminario como rector del mismo en Tarragona y más tarde como obispo en Tarazona y Toledo, su amor a los sacerdotes y su interés vivísimo por facilitarles siempre una más completa y profunda formación intelectual y humana para el desempeño de su ministerio, su estimación de la liturgia como valor primerísimo de la vida pastoral para la mejor expresión y proclamación de la fe, sus enseñanzas sobre la predicación sagrada y en concreto sobre la homilía, su solicitud por la observancia de la disciplina eclesiástica, revelan las grandes convicciones que nutrían su alma de «pastor de la grey», siempre afanoso de dar a todos el alimento y la luz que necesitaban.
El acierto del título de este libro es evidente, Pastor y Maestro. Porque en la figura del Cardenal Gomá brilla con esplendor esta doble condición. Fue pastor siendo maestro; y fue maestro, no para la especulación teórica y profesoral, sino para la acción pastoral y práctica y viva. Quería que se conociese y amase la Sagrada Escritura, y escribió sobre la Biblia; amaba la liturgia, y escribió sobre su valor educativo; sabía que la Iglesia y la vida cristiana no son nada sin el misterio riquísimo de Jesucristo, y escribió sobre Cristo Redentor. La Virgen Santísima, la Eucaristía, el papado, la familia tal como Dios la quiso y fortalecida por el sacramento que eleva el matrimonio a una dignidad superior, la sociedad civil en que el ser humano es consciente de sus derechos y deberes para mejor cumplir el destino que engrandece su misión en la tierra, fueron temas centrales que reclamaban su atención permanente.
Él no era un intelectual puro, ni mucho menos un investigador. Poseía una formación filosófica, teológica y canónica muy completa, porque nunca dejó de estudiar. Brilló por el acierto en los temas elegidos, por la densidad de la exposición, y hasta por la forma literaria, un poco retórica, connatural en él dada la exuberancia mediterránea con que se manifestaban sus concepciones y sentimientos.
Se inspiró en la teología clásica de Santo Tomás y otros grandes teólogos, y, ¡cómo no!, en los documentos del Magisterio pontificio, que supo comentar con extraordinaria profundidad y competencia.
Fue también asiduo lector de libros y revistas belgas y francesas del tiempo en que él vivió, lo cual le permitió seguir con atención el movimiento cultural y teológico de aquella época, incluidas las inquietudes pastorales que preanunciaban lo que más tarde se manifestaría tan impetuosamente.
Consideración propia merecen, aparte de sus libros y conferencias, las cartas pastorales que escribió durante sus pontificados de Tarazona y Toledo, llenas de doctrina sólida y orientadora sobre muy diversas cuestiones. En ellas brilla más que en los libros la urgencia que sentía, de sus deberes de adoctrinar y guiar, propios del pastor, pero son igualmente densas y riquísimas por su contenido. El lector puede apreciarlo así en esta obra de los señores Casañas y Sobrino.
Llegó un momento en que el rumbo de la vida política en España presagiaba la gran tormenta que se desencadenó después. Sus escritos son múltiples, y más conocidos, aunque sólo sea por referencia, pero es necesario volver a leerlos con serenidad y sin pasión, situándose en el contexto de las circunstancias históricas en que él se encontró. Siguió siendo pastor y maestro, con una diferencia: la de que ahora había caído sobre sus hombros –me refiero ya a la época de la guerra civil para muchos y, muy justamente, fue también cruzada en favor de los valores religiosos de un pueblo– la inmensa y dificilísima responsabilidad de asumir el deber de orientar, en unión con los demás obispos, a toda la Iglesia española.
Lo cumplió con toda decisión y con la misma generosidad e intrepidez que siempre le acompañaron en el desempeño de su ministerio apostólico. Tuvo que luchar en diversos frentes a la vez: en España, en Roma, y en la obligada relación con quienes sostenían diversas concepciones de nuestra guerra en países de Europa y América. Cuando terminó el conflicto, la nación española estaba materialmente deshecha, la Iglesia había sufrido indeciblemente, y empezaron a surgir intentos de ordenación política influidos por los totalitarismos doctrinales de la época, incompatibles con la fe católica, por la que él tanto se había comprometido. De nuevo tuvo que exponerse a los riesgos de la incomprensión apasionada. Pero siguió siendo pastor y maestro hasta la muerte.
El lector tiene en sus manos, gracias a este libro, la documentación que justifica cuanto vengo diciendo. En adelante será imposible reducir la gran figura del Cardenal Gomá a esquemas interesados y parcialistas. Los autores han logrado pacientemente ofrecernos una visión completa de quien sin duda fue uno de los más grandes obispos de la Iglesia española en la Edad Contemporánea.