Conferencia en la clausura de la Semana organizada por la Facultad Teológica de Burgos sobre «El Corazón de Cristo y el sacerdote», 16 de julio de 1982. Publicada en el Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, octubre 1982.
Una de las imágenes más bellas, más poéticas y sugestivas con que diversas literaturas, y de manera especial los Libros Sagrados, nos presentan las relaciones entre los hombres y sus guías o gobernantes es la del pastor y su rebaño. Ya Homero llama al rey Agamenón «Pastor de pueblos». Los patriarcas bíblicos, Abel, Abraham, Jacob y el rey David, eran pastores. Así era obvia esta imagen aplicada a las relaciones entre los pueblos y sus jefes, más aún, entre Dios y los hombres.
Efectivamente, el amor de Dios a los hombres, su providencia sobre ellos, su plan de reunirlos en instituciones de salvación creadas por Él, la solicitud con que quiere que sus ministros en la tierra atiendan a las almas, la defensa contra los enemigos espirituales, la abundancia de gracias con que los alimenta, la alegría de recuperarlos cuando se han extraviado, la felicidad de reunirlos a todos en el Reino eterno, éstas y otras realidades sobrenaturales vienen hermosa y plásticamente configuradas en la alegoría del rebaño y Dios, su Pastor.
De amplio uso y aplicación en el Antiguo Testamento, la alegoría sigue usándose en el Nuevo, llegando a su plenitud humano-divina en la parábola de Cristo, que se llama a Sí mismo «el Buen Pastor».
Es evidente que el amor de Jesús por los hombres, su amor divino y humano, es el que se manifiesta en la alegoría del Buen Pastor. Y ese amor lo simboliza el corazón. Por eso, hablamos del Corazón de Cristo, Pastor.
La imagen del pastor en el Antiguo Testamento #
Yahveh, Pastor de Israel #
Ya el buen gobierno del pueblo de Dios por el rey David se expresa en la Sagrada Escritura bajo el simbolismo del pastor. David, pastor en su juventud, es elegido por Dios para ser el pastor de su pueblo, como dice el Salmo 78, 70-72:Y eligió a David, su servidor, le sacó de los apriscos del rebaño, le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad. Él los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba.
David, hombre según el corazón de Dios y figura profética del Mesías, da origen en los escritos sagrados a la presentación del amor y del gobierno de Dios y de su Cristo bajo el símbolo del pastoreo. Como pastor pastorea su rebaño, recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado las paridas (Is 40, 11).
Por eso, el pueblo pide la protección de Dios-Pastor:Pastor de Israel, escucha; Tú que guías a José como un rebaño…, ven en nuestro auxilio(Sal 80, 2-3).Y se siente seguro y feliz, guiado por Dios, su Pastor. Yahveh es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan(Sal 23, 1-4).
Los pastores humanos, delegados #
Pero en la economía de la providencia divina cuadra que el gobierno de los hombres por Dios sea ejercido por otros hombres, como ministros y representantes suyos. En Israel, estos pastores eran los guías políticos y religiosos del pueblo. Frecuentemente, no estuvieron a la altura de su misión y extraviaron al pueblo: Los sacerdotes no decían ¿dónde está Yahveh?, ni los peritos de la ley me conocían, y los pastores se rebelaron contra Mí, y los profetas profetizaban por Baal y en pos de los Inútiles (los ídolos) andaban (Jr 2, 8). Es que han sido torpes los pastores, y no han buscado a Yahveh; así no obraron cuerdamente, y toda su grey fue dispersada (Jr 10, 21).
Sobre todo, el profeta Ezequiel, capítulo 34, estigmatiza amplia y duramente la mala conducta de los pastores de Israel. Se apacentaban a sí mismos y no al pueblo, lo explotaban, lo dominaban y lo abandonaban:¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar al rebaño? Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües, no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, ni habéis tomado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Y ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados (idolatría); mi rebaño anda errante por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca(Ez 34, 2-6).El profeta lamenta que, como consecuencia del mal pastoreo, las ovejas de Israel se dispersaron: moralmente, sucumbiendo a la tentación idolátrica, y físicamente, por las deportaciones.
Dios los sustituye por un Pastor-Rey #
Por eso el Señor arrancará las ovejas de la boca de los malos pastores y Él mismo será el Pastor y cuidará de las ovejas:Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra. Las apacentaré en buenos pastos y su majada estará en los montes de la excelsa Israel… Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar… Buscaré a la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma(Ez 34, 13-16). Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que Yo apaciento, y Yo soy vuestro Dios (Ib. 31).
En profecía mesiánica. Dios dará a sus ovejas nuevos pastores: Os pondré pastores según mi corazón, que os den pasto de conocimiento y de prudencia(Jr 3, 15). Pastores que apacienten las ovejas, de manera que nunca más estarán medrosas y asustadas, ni faltará ninguna (Jr 23, 4).
Y, sobre todo, anuncia un pastor, Príncipe y Rey:Mirad que vienen días… en que suscitaré a David un germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia. En sus días estará a salvo Judá e Israel vivirá seguro(Jr 23, 5-6).
Ese Rey Pastor es claro que es el Mesías, Jesús. El mismo lo declaró: Yo soy el Buen Pastor. En Él se cumplen las profecías consoladoras de Ezequiel y Jeremías.
En el Nuevo Testamento #
Cristo se proclama el «Buen Pastor» (Jn 10) #
Cristo amorosamente se detiene, según el evangelista San Juan, capítulo 10, en describir su rebaño, su redil y los cuidados que presta a sus ovejas.
Cristo tiene un redil, sólo uno.
El redil tiene una puerta, como es lógico. Y la puerta del redil es el mismo Jesús. Solamente se puede acceder al rebaño por la puerta del redil. Porque las ovejas, las almas, son de Jesús, y nadie puede influenciarlas sin su autorización y los planes de Jesús sobre ellas. Quien pretenda entrar, no por la puerta, sino saltando las vallas, es claro que no es el pastor de las ovejas; es un salteador, que no pretende nada bueno para ellas, sino al revés, robarlas y matarlas.
Era el caso de los pastores de Israel en tiempos de Jesús. Ellos no habían entrado por la puerta, Jesús: no lo aceptaban a Él, ni su doctrina, ni su mesianismo. Imbuidos en las ideas de un mesianismo temporalista, puramente nacional y político, de grandeza y riqueza terrenal, eso es lo que fomentaban en el pueblo, y les repugnaba un mesianismo, tan distinto y tan distante, como el que veían que representaba Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de Mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta (Jn 10, 7-8). Las ovejas no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños (Ib. 5).
Estos no son los dueños de las ovejas, no son pastores, sino asalariados. Por eso, ante el peligro, al ver venir al lobo, abandonan las ovejas y huyen; no les importan las ovejas. Entonces el lobo hace presa en ellas y las dispersa.
Jesús, al contrario, es el legítimo Pastor, el Buen Pastor. Él conoce a sus ovejas y las ovejas lo conocen a Él: no con un frío conocimiento intelectual, sino con conocimiento experimental y de presencia, que acaba confundiéndose con el amor.
Y su amor a las ovejas es el máximo: porque Él da la vida por las ovejas, y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por el amado. Como el pastor hace frente al lobo, aunque se exponga a sus mordeduras, y al fin tal vez perezca entre sus garras, Jesús se enfrenta con el diablo, Príncipe de este mundo. Como era hombre, su humanidad pereció a manos de los hijos del diablo: Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio (Jn 8, 44). Pero Él era más fuerte y echó fuera al Príncipe de este mundo (Jn 12, 31).
El Padre amó tanto al mundo que le envía su Hijo unigénito para que lo salve (Jn 3, 16); y cumpliendo el Hijo libre y generosamente la voluntad del Padre, merece doblemente su amor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo (Jn 10, 17-18).
El conocimiento y amor entre Cristo y las ovejas reproduce el conocimiento-amor que se da entre el Padre y el Hijo: Conozco mis ovejas y las mías me conocen a Mí, como me conoce el Padre y Yo conozco a mi Padre (Jn 10, 14-15).
Cristo da la vida por sus ovejas para que tengan vida, la sobrenatural, la eterna, y para que la tengan en abundancia. No como la vida y prosperidad terrena, que los dirigentes buscaban para su pueblo, y que la mayoría no podía alcanzar.
La idea cerradamente nacionalista de los dirigentes de Israel restringía las ovejas de Dios al pueblo de Israel; pero no, todos los hombres son ovejas de Cristo. Aún no están todas en su redil; pero también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor (Jn 10, 16).
Jesús habla también de otros pastores, pastores humanos, pero esta vez buenos, que entrarán por la puerta debida. Cristo. Así resulta Él, el Príncipe de los pastores, el Mayoral (1P 5, 4). A su mandato y servicio hay otros pastores. A éstos, que entran en el redil por la puerta, no les pasará como a los falsos pastores. También ellos, como el mayoral, conocerán y amarán las ovejas, las defenderán de los lobos, y aun estarán dispuestos a dar su vida en su defensa. A su vez, las ovejas escucharán su voz, cuando un tal pastor las llame una por una. Él las sacará fuera para darles pastos y abrevarlas. Y cuando las ha sacado todas, él va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz. Es el fruto de los apóstoles de Cristo que siegan las mieses ya amarillas y abundantes, pero que no sembraron ellos, sino Cristo. Estos pastores apacientan la grey de Dios, que les está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que les ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey; para que cuando aparezca el Mayoral, reciban la corona de gloria que no se marchita (1P 5, 2-4).
Hechos de su vida de Buen Pastor #
La vida de Jesús está llena de las obras de amor, que brotaron del Corazón del Buen Pastor.
Él es el samaritano compasivo, que cura a la humanidad, asaltada por el enemigo; el pastor que deja las noventa y nueve ovejas en el redil para buscar a la oveja perdida hasta encontrarla; y cuando la encuentra, se la echa gozoso a los hombros, la vuelve al redil, y pide parabienes porque la ha encontrado. Él es el padre de los hijos pródigos, cuya vuelta espera con ilusión y celebra con gozo.
La mujer samaritana era una oveja descarriada. El Buen Pastor va en su busca haciendo el viaje de Judea a Galilea, no por la orilla del Jordán, como se solía hacer para huir de la hostilidad de los samaritanos, sino por la mitad del país de éstos. Aguantando la sed y el calor, Jesús va por el camino central, que conduce a Siquem, hasta llegar al pozo de Jacob, sentándose en su umbral para descansar, porque allí va a ejercer su oficio de Buen Pastor y a recuperar una oveja perdida. Recordemos la sabia pedagogía, la delicadeza y el amor con que Jesús transforma aquella alma, pecadora, olvidada de Dios; se revela a ella como Mesías; y la convierte en apóstol de su mesianidad entre sus paisanos. Es queel Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido (Mt 18, 11).Todos los publícanos y pecadores se acercaban a Él para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola: ¿Quién de vosotros, que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que perdió hasta que la encuentre? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros, y llegando a casa convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de penitencia(Lc 15, 1-7).
La mujer pecadora de Lc 7, 36; la mujer adúltera, el publicano Zaqueo, son ejemplos conmovedores del amor y misericordia que llena el Corazón del Buen Pastor. La pecadora y Zaqueo ya buscan a Jesús, dan muestras de arrepentimiento, que Jesús acepta enseguida; pero la mujer adúltera no tiene más en su defensa que el miedo a ser apedreada, como mandaba la ley. Esto le basta al Buen Pastor, el ver a aquel corazón afligido, para compadecerse y encontrar una solución ingeniosa y divina. Es que no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños (Mt 18, 14).
El «pusillus grex» de los Apóstoles #
El Buen Pastor tenía su pusillus grex, el de sus apóstoles, llenos de admiración y amor a Él. Pero estaba escrito: heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas (Zc 13, 7). Sucedió así a la letra en la Pasión de Jesús. Judas se extravió de manera absurda e incomprensible; nueve apóstoles desaparecieron a la hora de la Pasión; dos no dejan al Pastor, pero uno, apretado por las circunstancias, se sale fuera del redil, dice que no conoce al Pastor ni nunca lo ha conocido, y confirma su dicho con un perjurio. Sólo Juan, el discípulo amado, aparece intachable, fiel al Pastor hasta el fin a los pies del Crucificado.
Pero el buen Corazón del Gran Pastor de las ovejas (Hb 13, 20) lo tenía todo previsto, y previamente había concedido el perdón y abierto de nuevo a todos los apóstoles las puertas del redil, menos a Judas, que se autoexcluyó: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos (Lc 22, 31-32).
Jesús se aparece a los apóstoles, reagrupa sus ovejas, confirma su fe, les abre la inteligencia para que comprendan las Escrituras y el plan divino respecto de los sufrimientos del Mesías. Y los envía al mundo para que sean sus testigos. Les dijo:Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí. Y entonces abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito: que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día, y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas(Lc 24, 44-48). Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra(Hch 1, 8).
Sobre todo, y de manera sublime, aparece el Corazón del Buen Pastor en el comportamiento de Jesús con el apóstol Pedro. Se le aparece individualmente a él (Lc 24, 34), y antes que a los doce (1Cor 15, 5). Mas ¿quién podrá penetrar en el corazón de Pedro para comprender sus sentimientos de vergüenza y de dolor ante Jesús resucitado? Y, sobre todo, ¿quién podrá penetrar en el Corazón de Jesús para comprender su misericordia y su gozo al recuperar a su primer apóstol? Los pecados de los hombres no trastornan los planes de Dios. Él es inmutable y sus dones y vocación son sin arrepentimiento, irrevocables (Rm 11, 29). Por eso, la promesa hecha a Pedro se va a cumplir, no obstante su gran pecado. Jesús había dicho: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos. Y Yo, a mi vez, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos (Mt 16, 17-19). Los futuros de esa promesa, «edificaré», «te daré», se convierten ahora en los presentes: apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.Dice Jesús a Pedro: Simón, de Juan, ¿me amas más que éstos? Le dice él: Sí, Señor, Tú sabes que te quiero. Le dice Jesús: Apacienta mis corderos. Vuelve a decirle por segunda vez: Simón, de Juan, ¿me amas? Le dice él: Sí, Señor, Tú sabes que te quiero. Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas. Le dice por tercera vez: Simón, de Juan, ¿me quieres? Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: me ¿quieres?, y le dijo: Señor, Tú lo sabes; Tú sabes que te quiero. Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas(Jn 21, 15-17).
Jesús se reafirma otra vez aquí como el Príncipe de los pastores, el Mayoral, que tiene pastores a su mando, para que gobiernen en su nombre a las ovejas. Y éstas no serán ya solamente las que habían perecido de la casa de Israel (Mt 15, 24), sino la humanidad entera.
Los Apóstoles constituidos «Pastores» #
Pedro y sus compañeros son constituidos pastores delegados. Es que Jesús ve a la humanidad entera lo mismo que las multitudes de su vida mortal, vejadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor (Mt 9, 36), y les quiere dar no ya el ser material, sino el de su doctrina, de su Cuerpo y de su amor.
Todos los corderos, todas las ovejas de Cristo, es decir, todos los discípulos de Jesús –y todos los humanos deben serlo– han de ser apacentados por Pedro y por sus compañeros de apostolado. Porque también sus compañeros recibieron el poder de atar y desatar, como recuerda el Concilio Vaticano II (LG 22).A todos ellos les dijo Jesús:Yo os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatareis en la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 18, 18).Y para todos fue la misión apostólica a que los envió Jesús: Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron… Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y he aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo(Mt 28, 16-20).
La Iglesia los continúa a través de los tiempos #
Por la acción de los pastores constituidos por Cristo, sucederá que los hombres, que eran como ovejas descarriadas, vuelvan al Pastor y Guardián de sus almas (1P 2, 25).
Así se perpetúa en la Iglesia de Cristo la misión y la figura del Buen Pastor. El apostolado, los poderes de enseñar, santificar y gobernar son «la Pastoral» de la Iglesia, es decir, la acción del Buen Pastor, por medio de sus ministros.
San Pablo dice a los Obispos de Asia: Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con la sangre de su propio Hijo(Hch 20, 28).Y lo mismo dice San Pedro en el pasaje ya citado (1P 5, 2-3).
Particularmente, las Epístolas de San Pablo, llamadas precisamente «pastorales», son el monumento más insigne del amor del Corazón del Buen Pastor por las almas; de la confianza que Él pone en los pastores que Él mismo elige; de la responsabilidad de éstos ante el Mayoral o Príncipe de los Pastores, Cristo Jesús.
Esta concepción «pastoral» viene expresada por uno de los escritos cristianos más antiguos: El Pastor, de Hermas.
En las catacumbas se encuentran pinturas del Buen Pastor: así consolaba Cristo a sus ovejas maltratadas en las persecuciones.
A través de los siglos, la Iglesia profesa su pertenencia a Cristo bajo esta bella imagen del redil y su Pastor. Últimamente lo ha expresado el Concilio Vaticano II, hablando de las diversas imágenes de la Iglesia: «La Iglesia es un redil cuya única y obligada puerta es Cristo. Es también una grey, de la que el mismo Dios se profetizó Pastor (Is 40,11; Ez 34, 11ss.), y cuyas ovejas, aunque conducidas ciertamente por pastores humanos, son, no obstante, guiadas y alimentadas continuamente por el mismo Cristo, Buen Pastor y Príncipe de los pastores, que dio su vida por las ovejas» (LG 6).
La realidad del símbolo #
Si pretendemos ahora atisbar algo de las espléndidas realidades que en el Corazón de Jesús entraña el simbolismo del Buen Pastor, podemos reflexionar brevemente sobre algunos de sus aspectos: Cristo amó a los suyos hasta dar la vida por ellos; los alimenta espiritualmente; los defiende; los cura de sus males espirituales; los mantiene unidos en la Iglesia; triunfa y reina con ellos en el cielo.
El amor supremo #
La caridad de las tres Divinas Personas es la que decreta la Redención del género humano. Así dice San Juan, apropiando esa caridad al Padre:De tal manera amó Dios al mundo, que le dio su Hijo único(Jn 3, 16).
El Hijo de Dios, en su voluntad humana, en su Corazón, acepta el sacrificio que a su inocente y santa humanidad imponía la voluntad del Padre:Al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo –pues de Mí está escrito en el rollo del libro– a hacer, oh Dios, tu voluntad(Hb 10, 5-7).
Cristo amó a su Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño de agua, en virtud de la palabra(Ef 5, 25-26).
Habiendo amado a los suyos… los amó hasta el fin (Jn 13, 1), es decir, hasta la aceptación del sacrificio del Calvario y de la Eucaristía. Y esto, libremente; porque nadie me quita la vida. Yo la doy voluntariamente (Jn 10, 18). Y esto, en último término, por amor y obediencia al Padre: porque ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado (Jn 14, 31).
De esa manera, Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente ser igual a Dios, sino que se despojó de Sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a Sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2, 6-8). Así fue de inmenso el amor del Buen Pastor por sus ovejas.
Cristo alimenta a sus fieles con su Palabra, con su Eucaristía #
La vida de la Iglesia, y de los fieles en particular, se nutre con la Palabra de Cristo y con el Cuerpo de Cristo.
La palabra de Cristo resuena inmortal en los Santos Evangelios y en los demás escritos sagrados del Nuevo Testamento. Porque es claro que la voz de los evangelistas y la voz de Pablo y demás escritores sagrados no era su propia voz. Aquellas mentes, de suyo ineptas y aun contrarias, fueron totalmente transformadas por la acción del Espíritu de Cristo, para que comprendieran la doctrina de Jesús y se convirtieran en portadores y pregoneros de ella. Por ello, sigue Jesús, el Buen Pastor, alimentando a su Iglesia, iluminándola también a ella, abriendo su inteligencia: no sólo la de los pastores, sino aun la de los simples fieles, como dice el Concilio Vaticano II: «La tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian, repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente los misterios que viven, cuando las proclaman los Obispos, sucesores de los Apóstoles, en el carisma de la verdad. La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios» (DV 8).
Cristo defiende a su Iglesia y nos defiende a cada uno de los que creemos en Él. Él es el «más fuerte», que vence el poder del enemigo fuerte:Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos (Lc 11, 21-22).Ahora es el juicio de este mundo: ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera, y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí(Jn 16, 11-12).
Tampoco tiene que temer la Iglesia las persecuciones del mundo. Jesús no oculta este cuadro sombrío de la vida de la Iglesia:Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido al Padre ni a Mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho (Jn 16, 2-4). Pero nos asegura:Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis tribulación; pero, ¡ánimo! Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33. Cf. Lc 12, 4-5).
Ni siquiera hemos de temer las fuerzas del mal, internas a nuestra propia naturaleza. Nos lo enseña Cristo por San Pablo. Hablando éste, o en nombre propio, o del hombre en general, nos descubre la batalla angustiosa que traban en el interior del hombre las fuerzas del bien y del mal: Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta. Pues me complazco en la ley de Dios, según el hombre interior; pero advierto otra ley en mis miembros, que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado, que está en mis miembros(Rm 7, 21-23).Llega Pablo hasta pedirle a Dios que lo libre de esta lucha: Tres veces rogué al Señor que se alejase de mí; pero Él me dijo: Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza(2Cor 12, 8-9).Si Pablo dice: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me lleva a la muerte?,añade enseguida:¡Gracias sean dadas a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!(Rm 7, 24-25).
Cura las enfermedades de las almas #
Las ovejas de Cristo, a pesar de todo, enferman y pueden morir espiritualmente. Pero nuestro Buen Pastor es al mismo tiempo médico y medicina de nuestras almas, capaz no sólo de sanar, sino aun de resucitar y devolver la vida. Lo hace principalmente en el sacramento de la Penitencia, verdadero monumento admirable de la misericordia y poder de Dios. Ni la cantidad de los pecados, ni su gravedad o malicia son barrera suficiente para la misericordia de Dios. Hasta las reliquias del pecado y sus consecuencias penales las elimina Cristo con otro sacramento admirable: la Unción de enfermos, y con el tesoro infinito de los méritos de Cristo, que nos aplica con las indulgencias.
Las defiende de enemigos exteriores e interiores #
A través de los siglos, el redil de Cristo ha sufrido asaltos de sus enemigos. Y lo peor es que, a veces, en el interior mismo del redil han surgido «schismata», divisiones, doctrinas diferentes, terminando no pocas veces con la dispersión del rebaño, con rebeldías contra los pastores y alejamiento del redil y de las demás ovejas. Ya sabemos con qué energía San Pablo, sobre todo en la Epístola a los Gálatas, reaccionó contra las divisiones internas de la Iglesia y contra la falsificación de la única liberación de Cristo. Y lo mismo, con dureza, el dulcísimo San Juan, en sus breves epístolas.
Reúne las ovejas dispersas #
El Buen Pastor no ha dejado de proteger su redil y ha tratado de reunir las ovejas dispersas. En las grandes crisis del cristianismo ha enviado santos y sabios pastores para conseguirlo: a veces, individualidades poderosas, como los Padres apologetas y los grandes doctores de la Iglesia oriental y occidental: un San Atanasio, un San Agustín, etcétera. Otras veces han sido instituciones enteras, como las grandes órdenes medievales y modernas, diques poderosos contra las herejías.
Cuando Europa entera se desgarró y se dividió en dos, es el mismo Buen Pastor el que, usando una vez más sus métodos propios, los desproporcionados, para que brille sólo el Poder divino, interviene recordando al mundo el amor de su Corazón y revelando la devoción al Corazón de Jesús por medio de una humilde religiosa.
Hagamos, por fin, brevemente mención de los esfuerzos ecuménicos de los últimos tiempos, con los que la Iglesia llama amorosamente a los cristianos separados para que vuelvan al redil. El decreto de Ecumenismo del Concilio Vaticano II, los escritos de eminentes teólogos, las múltiples reuniones de las diversas confesiones cristianas, el cambio de una mentalidad de rechazo por otra de acogida fraternal y brazos abiertos, las visitas de los mismos Vicarios de Cristo: estas y otras muchas expresiones del dolor por la separación y del esfuerzo por restaurar la unidad de la Iglesia han dado preciosos frutos, si no totales aún, sí muy esperanzadores. Es el mismo Jefe de la Iglesia anglicana el que no ha tenido reparo en proclamar que no está lejos el tiempo de la vuelta a Roma y de la unión bajo la mirada y el pastoreo del Romano Pontífice, Vicario de Cristo.
¿Qué oración puede hacer la Iglesia y todos sus hijos que sea más grata a Cristo que la de que se cumpla su deseo de unión de todos los que creen en Él?
Jesús y su rebaño en los cielos nuevos y en la tierra nueva #
Por fin, acabada la figura de este mundo, en los cielos nuevos y la tierra nueva. Cristo, Pastor y Cordero, que está en medio del trono del Altísimo, apacentará sus ovejas y las guiará al manantial de las aguas de la vida eterna, donde Dios enjugará las lágrimas de sus ojos y las apacentará con la visión y amor de la Divinidad (Ap 7, 17).
Nada mejor para describir esta felicidad de Cristo con su rebaño, y nada mejor para concluir estas reflexiones sobre el Corazón de Cristo, Pastor, que reproducir la oda quizá más bella del príncipe de los líricos españoles, Fray Luis de León. No me privo del placer de transcribirla, seguro de que os agradará volver a saborear tanta belleza:
Alma región luciente,
Prado de bienandanza, que ni al hielo
Ni con el rayo ardiente
Fallece, fértil suelo.
Producidor eterno de consuelo.
De púrpura y de nieve,
Florida la cabeza, coronado,
A dulces pastos mueve
Sin honda ni cayado,
El Buen Pastor en ti su hato amado.
El va, y en pos, dichosas
Le siguen sus ovejas, do las pace
Con inmortales rosas,
Con flor que siempre nace,
Y cuanto más se goza, más renace.
Ya dentro, a la montaña
Del alto bien las guía; ya en la vena
Del gozo fiel las baña,
Y les da mesa llena.
Pastor y pasto Él solo y suerte buena.
Y de su esfera, cuando
La cumbre toca altísimo subido
El sol, El, sesteando,
De su hato ceñido
Con dulce son deleita el santo oído.
Toca el rabel sonoro
Y el inmortal dulzor al alma pasa,
Con que envilece el oro,
Y ardiendo se traspasa
Y lanza en aquel bien, libre de tasa.
¡Oh son!, ¡Oh voz! ¡Siquiera
Pequeña parte alguna descendiese
En mi sentido, y fuera
De sí la alma pusiese,
Y toda en Ti, ¡oh amor!, la convirtiese.
Conocería dónde
Sesteas, dulce Esposo; y desatada
De esta prisión, adonde
Padece, a tu manada
Junta, no ya andará perdida, errada.