Prólogo y presentación de la edición oficial del «Misal de los fieles hispano-mozárabe», 1989.
Las normas litúrgicas del Concilio Vaticano II se referían exclusivamente al Rito romano, si bien el nº 4 de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium sugería que los demás ritos se revisasen con criterios semejantes a los seguidos en la reforma del romano, unos principios que se podrían resumir en autenticidad, simplificación, participación de los fieles y consecuentemente uso de las lenguas vernáculas.
Atendiendo a esta sugerencia conciliar, el Cardenal Arzobispo de Toledo, don Marcelo González Martín convocó el 12 de julio de 1982 a una comisión de expertos dirigida por el R Jordi Pinell, O.S.B., máximo especialista en este rito, cuyo trabajo, amparado por la Conferencia Episcopal Española, concluyó con la publicación de libros litúrgicos renovados para la celebración de la Santa Misa en el Rito Hispano-Mozárabe, a saber, los dos volúmenes del libro de altar: Missale Hispano-Mozarabicum I (1991), el año litúrgico; y II (1994), los santos y misas para diversas circunstancias, y los correspondientes leccionarios: Liber commicus I (1994) y II (1995), así como el Ordinario de la Misa en latín y castellano: Liber Offerentium (1991).
Los textos mencionados habían sido aprobados por las XLV y LV Asambleas plenarias de la Conferencia Episcopal Española de 17-22 de noviembre de 1986 y 18-23 de noviembre de 1991 respectivamente; y confirmados por la Congregación para el Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos el Decreto Hispaniae Dioecesium (1988 y 1994). Así se disponía de una nueva edición típica después de haber utilizado durante siglos las ediciones impresas de Cisneros y de Lorenzana.
Si bien la lengua propia de la Liturgia Hispano-Mozárabe es la latina, la experiencia ha demostrado que la mayor parte de las celebraciones, que cada vez con mayor frecuencia se tienen fuera de la Capilla Mozárabe de la Catedral Primada, son en lengua vernácula, utilizando traducciones que exigen un gran esfuerzo particular y que se someten al examen de la Comisión de Seguimiento del Rito Hispano-Mozárabe. Además, el acceso a la lectura y estudio de los textos latinos, en la mayor parte de los casos, precisaba una traducción fiel al texto original, que sirviera de guía para quien desease introducirse en esta liturgia. La misma Congregación para el Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos animaba a esta tarea. Tras la admisión de la lengua vernácula en las otras dos liturgias latina, la romana y la ambrosiana, faltaba la versión castellana de la venerable Liturgia Hispano-Mozárabe. Por todo ello, se encomendó a la Comisión mencionada que se procediese a una traducción castellana de los textos del Misal Hispano-Mozárabe.
La presente traducción española, en dos volúmenes, desea fomentar la piedad de los fieles en general, que así podrán saborear mejor la riqueza de doctrina y de espiritualidad, que contiene esta Liturgia. La obra se presenta en forma de misal mixto o plenario, insertando las lecturas en su lugar correspondiente, para facilitar el seguimiento de toda la celebración, sin que sea preciso buscar en otras partes del libro más de lo necesario.
Los criterios seguidos en la traducción son, en primer lugar, el de la autenticidad. La adaptación del rito se ha beneficiado de la buena conservación de las fuentes originales manuscritas e impresas, de modo que los cambios se han reducido a los indispensables. Abordar una traducción de estos textos no es tarea fácil, porque se trata de textos latinos de una liturgia compuesta especialmente en los siglos del período romano-visigótico, en el marco de un pensamiento teológico distante quizás de nuestros planteamientos actuales; pero precisamente en esto consiste la originalidad y su aportación concreta a la Iglesia contemporánea.
Para facilitar el acceso a la lengua latina propia de este rito, se ha elegido una versión que se acerque lo más posible al texto original, con la forma castellana más correcta posible, es decir, respetando escrupulosamente lo dicho por el texto latino, su especificidad lingüística, vertiendo en un castellano que sea correcto, pero que no interprete o actualice el texto latino, de forma que pueda descubrirse, debajo de las palabras españolas, el cañamazo de las frases latinas.
En los textos bíblicos se ha seguido, hasta donde ha sido posible, la traducción española del rito romano. En el resto se ha procurado ser fieles al texto bíblico latino de la liturgia hispano-mozárabe. En el caso de los cantos, cuando se trata de salmos citados literalmente, se ha podido transcribir el texto típico castellano a las circunstancias de cada misa, cambiando el género gramatical o el singular por el plural, estableciendo concordancias que parecían elididas, y otras adaptaciones.
La lectura de los textos litúrgicos hispánicos nos hace admirar la obra de sus autores, anónimos en la mayoría de los casos, que desearon al mismo tiempo glorificar a Dios e instruir a los fieles de la forma más completa posible. Ningún artificio o elegancia de lenguaje les pareció inútil, para crear textos que fomentasen la formación y la espiritualidad de los participantes.
Al elaborar esta obra, somos conscientes de que este venerable Rito no puede ser celebrado sin una formación previa, que inicie a los fieles en la mentalidad de nuestros Padres. De este modo, se producirá una admirable comunión, que haga sentir la fe con ellos en una misma tradición cristiana y eclesial. Los autores de esta versión no pretenden haber logrado una obra perfecta. Sí han procurado reflejar fielmente los textos y el espíritu que los anima. El tiempo y los lectores darán su veredicto.