Prólogo de la edición comentada de los salmos, preparada por el P. Justo Collantes, S.J., 1987.
“Toda la Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios esté en forma, equipado para toda obra buena”, escribía san Pablo a su discípulo Timoteo (2Tm 3, 16ss). Pero dentro del conjunto de libros, que la constituyen –Biblia, es plural del sustantivo biblion, libro–, al libro de los Salmos corresponde un puesto excepcional. Los otros libros, sin duda bajo inspiración divina, nos hablan de Dios y nos enseñan a caminar hacia Él. El Salterio nos enseña directamente a alabarlo, invocarlo y darle culto.
En todo acto de oración debe cumplirse lo que santa Teresa dice de la oración mental: que sea “tratar de amistad” (Vida 8, 5) con quien nos ama infinitamente. Pero, ¡cuántas veces no encontramos las palabras justas para hablar con el Señor! En estas oraciones inspiradas, que son los salmos, de modo especial “el Espíritu acude en socorro de nuestra flaqueza. Pues no sabemos qué hemos de orar según nos conviene, mas el Espíritu mismo interpela por nosotros con gemidos inenarrables” (Rm 8, 26). Oramos a Dios con las palabras que Él mismo ha inspirado para ello.
La conciencia de poseer en este libro, en el Salterio, un oracional completo, cuyo autor principal es el mismo Dios, explica la estima, que desde los comienzos ha tenido por él la Iglesia. Por ello, la Iglesia utilizó enseguida los salmos en las acciones litúrgicas y los ha estructurado en la “Liturgia de las horas”, como “fuente de piedad y alimento de la oración personal” (Sacrosanctum Concilium 90). Debe saludarse, como un auténtico fruto de la reforma litúrgica posconciliar, la difusión de la “Liturgia de las horas”, al menos en sus elementos fundamentales, como Laudes y Vísperas, a sectores cada vez más amplios –también entre seglares– del Pueblo de Dios. De este modo son cada día más numerosos los cristianos que oran a Dios con las palabras inspiradas de los salmos.
Es muy grato recordar que el Salterio fue el libro de oraciones, que usó el mismo Jesús en su vida terrena, ya que lo era también para todo judío piadoso. Pero no olvidemos que fue María –como describía Juan Pablo II– la primera que puso estas oraciones al alcance de Jesús: “En su regazo y luego escuchándola, a lo largo de la vida oculta de Nazaret, este Hijo, que era el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad ha sido formado por ella en el conocimiento humano de las Escrituras y del designio de Dios sobre su pueblo, en la adoración al Padre” (Catechesi tradendae 73). Mientras desgranamos los salmos con los labios y con el corazón, nuestro recuerdo debería fijarse en estos nuestros dos grandes Maestros de oración, que dijeron al Padre las mismas palabras que ahora nosotros repetimos.
Es normal que plegarias, que fueron escritas en tiempo muy lejano del nuestro, necesiten de explicación y comentario para que podamos asimilarlas en todo su alcance. Muchas veces, sin conocer el contexto histórico en que se escribió un salmo determinado, sería imposible entender cuál es su sentido. La meditación de los salmos presupone una explanación, que allane los obstáculos que dificultarían su inteligencia.
Este es el fin, que se propone el presente libro. Su autor, el P. Justo Collantes, S.I., es bien conocido, en España y fuera de ella, como excelente teólogo y también como buen escriturista. Su comentario a las cartas pastorales de san Pablo es una obra clásica. Considero un gran acierto que el enfoque del comentario, que ahora nos ofrece en este libro, sea precisamente el de una introducción a orar con los salmos: “La oración de los salmos”. Sin embargo, como no podía ser menos, dada la competencia del autor, no hay en su obra consideraciones piadosas, que no se funden en el sentido estrictamente literal del texto. Tras la sencillez de sus palabras hay muchas horas de investigación y estudio sobre el texto mismo y sobre sus mejores comentaristas.
Al final de su comentario meditativo de cada salmo, resulta impresionante el colofón con que lo cierra: una breve oración construida con citas literales del salmo comentado, destila su quintaesencia. San Ignacio, en los modos de orar segundo y tercero de sus Ejercicios Espirituales, enseñaba a meditar, palabra tras palabra, textos de oraciones. Esta manera de degustación espiritual de esas breves oraciones permitirá asimilar la riqueza oracional de cada salmo.
Mientras felicito muy sinceramente al autor por el trabajo realizado, deseo que su obra produzca frutos abundantes en la vida interior de quienes con ella deseen profundizar más en la espiritualidad del Salterio.
Toledo, 31 de mayo de 1987, Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Jesucristo