Prólogo al libro de Francisco Cerro Chaves del mismo titulo, no publicado.
Invito al lector a recordar la época no lejana en que, lo mismo en las ciudades grandes que en los pueblos pequeños, fueron surgiendo asociaciones de fieles para vivir intensamente y fomentar el culto y la devoción al Corazón de Jesús.
Fueron muchas y muy nutridas, y significaron una renovación en muchas parroquias muy apreciable y con auténtico vigor espiritual. Muchos sacerdotes y religiosos, particularmente los jesuitas, no perdían ocasión de hablar sobre el Corazón de Jesús y estimular a los fieles en los diversos trabajos pastorales que realizaban, a inscribirse en estas asociaciones y cofradías, que aparecían como una novedad prometedora en el firmamento de la vida eclesial.
Lo que era el núcleo fundamental de la devoción al Corazón de Jesús, tanto en la doctrina que se exponía como en las imágenes y símbolos que se nos ofrecían para ser asimilados y vivir la devoción, era algo tan recio y tan fecundo como el amor de Jesús a los hombres, que tenía su expresión máxima en el Corazón mismo de Jesús, nuestro Redentor. Cuando las predicaciones se orientaban bien, se hablaba de algo tan recio y tan sugeridor como el amor de Jesús a los hombres, de su encarnación, su palabra, su perdón, su misericordia con los pecadores, su sacrificio, su Iglesia, sus apóstoles que predicarían las mismas ideas en todo el mundo y ayudarían a ir logrando una especie de fraternidad universal.
De ese Cristo tan cercano y tan accesible podíamos esperar el perdón, la luz para entender lo que nos pedía, la gracia de la perseverancia y de la fidelidad. Los Papas y los obispos de tantos lugares nos exhortaban a vivir esa devoción; y con verdadero interés pastoral se nos llamaba a participar en los actos devocionales, con los que se manifestaba nuestra correspondencia al Amor del Señor, tales como las consagraciones, los primeros viernes, las horas santas, etc.
De ese amor a Cristo, que se procuraba despertar y sentir cada vez con fervor creciente, tenía que brotar una acción evangelizadora, un empeño en conseguir la pureza de costumbres, un afán de caridad y un profundo servicio social. De todo esto se hablaba, y en ello se insistía como tarea propia del que tenía que corresponder al amor de Cristo redentor.
Sucedía además que también muchos se acogían a esa devoción simplemente buscando el consuelo, que en su soledad y desamparo necesitaban. Con ello se contentaban, haciendo de la devoción al Corazón de Jesús un medio para encontrar el alivio que necesitaban en sus desgracias. Se perdían así en muchos de los que cultivaban esta devoción, las notas y elementos sustanciales que había que tener en cuenta.
En los años que siguieron al Concilio muchos se sintieron turbados por la irrupción de pensamientos, sugerencias y juicios críticos sobre la vida de piedad del pueblo; y no faltaron los que impugnaban todo lo relativo al Corazón de Jesús como menos apto para el hombre de hoy.
Pedir a los fieles que se capacitaran en cuanto a su devoción al Corazón de Jesús, leyendo y asimilando las encíclicas de los Papas y tantos documentos episcopales dedicados al tema, y otros documentos que fueron apareciendo en escritos, era demasiado.
Lo que digo de los fieles es aplicable también a los sacerdotes que ejercían su ministerio en las parroquias, concretamente cuando tenían que predicar sobre el Corazón de Jesús. Si hubieran tenido un libro, en que se exponían los conceptos teológicos o bíblicos y aun los relativos a la unión con Dios, bien desarrollados, hubieran entendido mucho mejor los fundamentos sobre lo que podía decirse sobre el Corazón de Jesús para alimentar a las almas, como para contestar a los que frívolamente atacaban la práctica del culto.
He aquí lo que hace este libro: recoger conceptos y explicarlos suficientemente para poder responder a lo que se desea. Pone en manos de quienes están en contacto pastoral con los fieles, las ideas o conceptos que dan luz y vigor espiritual. Así se comprender mucho mejor la solidez y la consistencia de la espiritualidad del culto al Corazón de Jesús. Lo importante es ayudar a entender lo que se nos ofrece, por ejemplo, corazón en el Antiguo Testamento, corazón en el Evangelio, liturgia del Corazón de Jesús, reparación, evangelización, comunión, etc.
Cuando estos y otros conceptos son asimilados y entendidos en toda su riqueza, se disipan las dificultades, que ha podido sentir ese sacerdote, ese seglar, ese matrimonio que oyen un sermón o leen un documento de un obispo o de un teólogo sobre el Corazón de Jesús, sobre la historia de ese culto, sobre los motivos que existen para proclamar su necesaria actualidad, sobre la satisfacción que puede sentirse al reconocer el fundamento de las afirmaciones que se hacen en la predicación o en la meditación sosegada de las riquezas de esta devoción.
La Biblia, la teología, la historia de la Iglesia, suministran luces y datos elocuentes, que ilustran suficientemente sobre lo que se nos pide cuando se pide que no se pierda, sino que se practique y se extiende el culto y la devoción al Corazón de Jesús.
Felicito al Centro Diocesano de Espiritualidad del Corazón de Jesús por haber tenido esta idea y haberla llevado a la práctica. En sucesivas ediciones podrá completarse la reflexión sobre estos conceptos y otros que no se habían expuestos.