La Familia es el primer Seminario

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La Familia es el primer Seminario

Exhortación pastoral, con motivo de la Campaña pro Seminario 1967, de 1 de febrero de 1967, dirigido al clero de la Diócesis de Astorga por don Marcelo González Martín, como Administrador Apostólico de Astorga y Arzobispo coadjutor de Barcelona. Texto en Boletín Oficial del Obispado de Astorga, febrero de 1967, 112-114.

Queridos sacerdotes:

La inminencia de la Campaña pro Seminario, que tendrá lugar el próximo día 19 de marzo, me ofrece la oportunidad de ponerme nuevamente en contacto con vosotros, y por medio de vosotros, con todos los fieles diocesanos, para confiaros una vez más mi preocupación ante el problema del Seminario y de las vocaciones.

El Seminario sigue necesitando vuestra ayuda, y tiende la mano, en actitud humilde, hacia vosotros. Necesita vuestra ayuda material, la que le venís prestando con las espléndidas colectas cada año realizadas y con los continuos donativos que regularmente enviáis, muchas veces con evidente sacrificio. Pero necesita sobre todo la ayuda insustituible de vuestra comprensión y de vuestro apoyo moral, de vuestro afecto y de vuestro testimonio, de vuestra cercanía espiritual y de vuestra colaboración. Por todo ello, y para que redunde en beneficio de la Iglesia, que hoy como nunca necesita la generosidad de los valientes, os pido encarecidamente vuestros mejores esfuerzos pastorales en la organización y celebración del Día del Seminario.

Esforzaos. particularmente, por hacer llegar esta preocupación a la vida religiosa de nuestras familias cristianas, ya que éstas se abrirán a las necesidades del Seminario, cuando comprendan mejor que el Seminario debe ser tarea de todos los cristianos de buena voluntad. Y entenderán lo que el Seminario significa cuando sientan que ellas, «con el testimonio de su fe, de su caridad y de su piedad, han de ser el primer seminario» (OT, 2) en que nazcan y se cultiven con esmero los brotes primeros de las vocaciones. Esta consigna, la familia es el primer Seminario, debe orientar este año nuestra acción pastoral en la preparación de esta jornada de adhesión al Seminario.

No se puede imponer una campaña, ni nos interesarían las luces fugaces de éxitos aparentes y superficiales. Es necesario que sembremos con esperanza la semilla que debe germinar en las conciencias de nuestros cristianos. Y cada año irá madurando el fruto, cuando el Señor de la mies pase visitando su heredad. La Campaña pro Seminario sólo puede ser eficaz si nuestras familias reciben y cuidan la siembra evangélica de la vocación sacerdotal y religiosa, y captan lo que ella exige de cada uno de nosotros, Dios llama a las puertas de cada conciencia; pero cada hombre que responde a esa llamada, encarna en su respuesta la actitud humilde y generosa de su familia, de su parroquia, de la Iglesia entera. Vivimos momentos especialmente difíciles para el futuro de las vocaciones en el mundo y aun en nuestra diócesis; y por lo mismo que son difíciles, son también particularmente fecundos. Ello ha de invitarnos a pensar seriamente en la responsabilidad que a todos nos incumbe frente a la ingente y apremiante tarea de preparar nuestros campos para la siembra evangélica. El Señor pasa cada día. Seguirá pasando por las puertas de nuestros hogares, de nuestras parroquias, quizá también por las salas en que se divierten alegremente nuestros jóvenes y nuestros adolescentes. Y a su paso seguirá invitando a los valientes, a los generosos, a los esforzados, a los audaces. Seguirá buscando, a todas las horas del día, obreros que estén dispuestos a trabajar en su viña. Seguirá buscando amigos que quieran ayudarle a proclamar al mundo la verdad de su existencia y de su amor a los hombres.

¿Habrá en nuestras parroquias, en nuestras familias, entre nuestros jóvenes, suficiente sensibilidad para percibir y descubrir este paso del Señor?

He aquí, queridos sacerdotes, la pregunta inquietante que debiera estimular nuestra acción pastoral y sacudir nuestra conciencia sacerdotal.

Los hijos que se sienten llamados deben vivir su respuesta no sólo como una actitud personal e individualista, sino y principalmente como una respuesta familiar, parroquial, eclesial. Cada joven que sigue a Jesucristo debe vivir la firme persuasión de que su respuesta lleva sobre si el peso sagrado de la respuesta de su familia, de su parroquia de toda la iglesia. Es toda la Iglesia la llamada por Dios, y toda la Iglesia está también comprometida en la respuesta de cada uno de sus hijos.

Consiguientemente, la familia, la parroquia, la comunidad de los cristianos que aman a Jesucristo deben sentirse también responsables del cultivo espiritual de los elegidos. Y ayudarles con su testimonio, con su preocupación, con su afecto, con sus donativos. No es comprensible que en nuestras parroquias cristianas haya niños y jóvenes que encuentran en la pobreza el único obstáculo para seguirla llamada de Dios, cuando a su lado existen familias con sobrados medios, que podrían ofrecer. Es éste un signo demasiado claro de la falta de sensibilidad cristiana ante el problema vocacional, que tenemos que esforzarnos por corregir.

Sembrad, pues, en vuestras parroquias amor al Seminario. Contagiadles el virus de vuestra angustia frente al problema de la falta de vocaciones. Este amor y esta preocupación serán, en vuestros campos de trabajo, el fruto más genuino de vuestra acción sacerdotal y el mejor termómetro para medir la calidad del cristianismo que viven vuestros fieles.

Poned lo mejor de vuestro entusiasmo y de vuestro celo en la preparación y celebración de esta jornada. Pido a todos los diocesanos su respuesta generosa. La pido de modo especial a los niños y a los jóvenes. Con su inocencia unos y su valor y audacia todos, pueden poner en esta campaña una gozosa nota de generosidad y de alegría. La pido también a los enfermos, a los que sufren, a los atribulados. Porque desde el altar de su dolor y de su tribulación tiene que llegarnos por fuerza el consuelo de dar con entusiasmo. Os la pido muy encarecidamente a vosotros, queridos sacerdotes. Confío en todos vosotros y estoy seguro de que no será defraudada esta esperanza.

Si como fruto de vuestro esfuerzo muchos cristianos de nuestra Diócesis quieren más al Seminario y comprenden mejor su misión santificadora, habremos sembrado semilla fecunda en la tierra cuyo cultivo espiritual el Señor nos ha encomendado.

Con la esperanza y deseo de que así sea, os bendigo con singular afecto.

MARCELO, Arzobispo de Barcelona y Administrador Apostólico de Astorga.

1 febrero 1967.

Parte segunda:
Seminario de Barcelona