La llamada y la respuesta

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La llamada y la respuesta

Exhortación pastoral, febrero de 1985: en Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, marzo, 1985, 179-181.

Queridos sacerdotes, comunidades religiosas y fieles:

Me dirijo a vosotros, porque, conmigo, sois los principales responsables de atender el anhelo tan vivo de Jesús, nuestro Salvador. Llegará enseguida el día del Seminario, que celebraremos como siempre el 19 de marzo, solemnidad litúrgica de San José. Desde que se instituyó este «Día», en nuestra Diócesis, como en tantas otras, se puso bajo el patrocinio del varón justo que escuchó la llamada del Señor y se dispuso a cumplir la misión que le era confiada en el plan de salvación de todos los hombres. Él fue el custodio de María Santísima, nuestra Madre, y de Jesús, niño, adolescente y joven. Su vida se ocultó como una humilde semilla, que daría después frutos abundantes en la Iglesia.

La llamada #

Hay muchos jóvenes, muchos, más de los que creemos, que están esperando una llamada. En el interior de su alma trabaja en silencio la acción del Espíritu Santo, a la que sólo falta que se una la voz de la Iglesia, por medio de nosotros principalmente, para que ellos respondan a la llamada. Llamadles sin cesar, con vuestra hermosa vida sacerdotal, con vuestro sacrificio y ejemplo, con vuestra palabra de padres y amigos, con vuestra renovada ilusión de seguir ofreciendo a todos la gran esperanza, y el don de la verdad y el amor eternos que Cristo ha dejado en el mundo con el Evangelio de su vida y su muerte redentoras.

Hay vocaciones –es decir, llamadas– al sacerdocio, porque Dios no puede dejar a su Iglesia desamparada y en creciente orfandad. Esa Iglesia y ese Cristo que en ella ha dejado su sangre no están destinados a una lenta consunción en el mundo de los hombres.

Y hay respuestas –es decir, vocaciones, en el sentido de disposición y aptitud para seguir al Señor de modo radical y completo– en los jóvenes de hoy, como en los de ayer. También en los niños que empiezan a ser adolescentes con capacidad de sentir, de intuir, de dar los primeros pasos para caminar con su propio esfuerzo. También en los adultos, a quienes otro estado que en su día eligieron no les impida responder.

Pero tenemos que llamar. Ya no vale esperar pasivamente a que este problema de las vocaciones nos lo den resuelto la Iglesia y la sociedad, como si éstas fueran dos fuerzas mágicas que actúan al margen de nosotros. No, la Iglesia y la sociedad somos nosotros, los que formamos parte de las mismas; y, en cuanto a esta concreta necesidad, los sacerdotes y los padres de familia, y los mismos jóvenes en la relación de unos con otros. Vosotros, los padres y las madres, no tenéis autoridad para impedir abusivamente que vuestros hijos puedan elegir el camino del sacerdocio. Por el contrario, tenéis que hablarles también de ello, al menos como una posibilidad. Sabed orar y suplicar para que Dios os ilumine en los consejos que dais a vuestros hijos.

Libres para la respuesta #

Los llamados deben dar su respuesta libremente, es decir, sin coacciones. Pero a su libertad no se opone nuestra invitación y nuestro ruego. Es más, tales invitaciones y llamadas servirán para que ellos hagan mejor el discernimiento necesario. Si no se encontrasen en su camino de cristianos, hijos de la Iglesia, con la posibilidad de meditar en lo que Cristo ha pedido a los que quieran seguirle del todo, y esto sucediera porque nosotros no se lo transmitimos, tendrán derecho a acusarnos de que no les hemos expuesto fielmente el mensaje de su Salvador, y de que, por lo mismo, les hemos privado de un elemento de juicio para hacer una elección precisamente en el mejor uso de su libertad.

Sed libres, sed libres, jóvenes y adolescentes, para responderá Jesús. Yo os llamo en su nombre, y pido a vuestros padres y hermanos y amigos que os ayuden a pensar y decidir.

Pido también a todos que cooperen con la Iglesia diocesana a sostener y perfeccionar cada vez más nuestros Seminarios, todos los que tenemos abiertos. Ayuda económica, sí, porque cuesta mucho y no todos los alumnos pueden pagar su pensión íntegramente. La ampliación y reparaciones de los edificios, las bibliotecas, la calefacción en invierno, la atención a tantos aspectos propios de la vida de estas instituciones, nos exigen inversiones muy cuantiosas año tras año.

Y gracias a Dios, y a vosotros, siguen saliendo sacerdotes que van a vuestras parroquias, y a los hospitales y las clínicas, a los colegios y centros de enseñanza, y a las misiones en América, y quizá pronto a África. Todo es por querer seguir a Jesús, por entregarse a Él en el sacerdocio, dejándolo todo.

El Seminario les prepara para que puedan realizar esa entrega, siendo cada vez más libres de sus apetencias humanas, de su pereza, de su egoísmo, que es por donde hay que empezar para ser verdaderamente libres. En el Seminario los jóvenes alumnos se van comprometiendo a progresar un poco más cada día en la afirmación de su fe y su amor a Cristo y a su Iglesia para servir a los hombres con una oblación total de sí mismos.

Ojalá este año el Día del Seminario nos traiga un aumento en el número de vocaciones para el sacerdocio, y también en la oferta económica de todos los fieles para su sostenimiento.

Pidámoslo al Señor por medio del Patriarca San José.

Os bendigo a todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Toledo, febrero 1985.