Comentario a las lecturas del XI domingo del Tiempo Ordinario. ABC, 16 de junio de 1996.
En la Revelación judeo-cristiana constantemente se manifiesta la actitud salvadora de Dios con gestos y acciones liberadores. La presencia de Dios y el encuentro con Él son siempre plenitud y libertad: su ausencia lleva al vacío y la esclavitud.
Dios instruye a Moisés para que haga entender al pueblo que eso es lo que busca y eso es lo que está dispuesto a concederles, si permanecen fieles a lo que Él les pide. Es mucho lo que les reclama, pero es más lo que les da. Ese pueblo va a ser su propiedad personal, su familia, su gozo y su delicia, en cuyo rostro se refleja la misma belleza que quiere salvarlos.
Hecha esta consideración sobre cómo se ha manifestado la voluntad de Dios sobre el pueblo que Él eligió, la liturgia de la palabra en la misa de hoy nos hace pasar a lo que fue inmensamente superior. Estamos en la Nueva Alianza. Es Cristo el que nos busca, no Moisés el que nos habla. Decir que Dios nos da la mano para llevarnos hacia Él, no es nada en comparación con lo que ha hecho el Hijo, el Salvador, el que ha muerto por nosotros, Jesús, cuyo amor no tiene fronteras. En Cristo Jesús queda soldada toda enemistad, toda injusticia. Su muerte nos reconcilia con el Padre. Esta es nuestra liberación.
Pero el que nos redimió sin nosotros, no nos salvará sin nosotros. Sólo a través de nuestra decisión libre podremos convertirnos en hijos suyos. Hay que ser fieles. Y más. Si siendo pecadores, Cristo murió por nosotros; con cuanta más razón, justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la cólera. Estamos reconciliados, seremos salvados. Somos propiedad de Cristo. Él nos ha rescatado del hambre, de la sed, de la muerte. Se nos da Él mismo en alimento y nos llama a que formemos parte del grupo de apóstoles, que ha de proclamar que el Reino está cerca.
El mundo de hoy, más que nunca, está y camina como un rebaño sin pastor. Es necesario moverse más y ayudar al hermano. Se nos pide que, si tenemos fe, un poco de fe, obremos en consecuencia, y hagamos que brote el amor en la vida profesional, social, donde quiera que hayamos de movernos. La mies es mucha y los trabajadores pocos.