- La grandeza del destino humano expresada en María
- Sólo el cristianismo llega a lo más radical del hombre
- Testimonio de María: presencia vital y siempre joven
- La actuación del cristiano no se evade de la condición humana, ni deja de asumir su propia responsabilidad
- Saber amar es cumplir toda justicia
- El futuro definitivo ha comenzado ya. Pronunciad el Fiat
- No esperéis en razones humanas para ser optimistas. Creer, como María, en Cristo, es lo que os sostendrá
- Cristo da a los hombres la opción de suauténtica libertad. No los manipula
- Crisis del sentido de la verdad
- Vuestros deberes y derechos
- Testigos de la Resurrección
- Retorno a un ideal para nuestro tiempo:la Virgen María
Carta a los jóvenes, mayo de 1975. Publicada primero en el Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, junio-agosto 1975, y posteriormente por la Editorial Balmes, Barcelona 1975, 72 páginas.
Os escribo esta carta con el propósito de invitaros a meditar y a actuar. No es un grito ni un discurso, es simplemente una llamada y una conversación sobre uno de los más bellos misterios de nuestra religión cristiana: la Virgen María.
Trato de acercarme a vosotros con vuestro estilo y vuestras preocupaciones, o mejor, teniendo presentes los autores que leéis, las ideologías que pugnan por apoderarse de vosotros, los anhelos y la fuerza que os animan.
La grandeza del destino humano expresada en María #
Creéis y esperáis mucho de la vida. Os dais cuenta de vuestras capacidades y presentís la potencia que encierran. El mundo os parece infinitamente abierto y tenéis confianza en que se pueden realizar cosas grandes. Todo en vosotros está a punto para entender y saborear el canto de aquella joven nazarena, modelo y figura de la humanidad: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador…, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso; Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada(Lc 1, 46-53).
Realización personal #
María expresa como nadie la grandeza del ser humano. Toda la fuerza de la dignidad humana, de la «vocación» humana, se manifiesta en su actuación: hágase. Apertura total y disponibilidad al único y verdadero plan de liberación y de justicia: cristianización de la persona. Ser a la luz de las exigencias de Cristo, vivificados por su misma vida, y actuar en consecuencia. Del ser de la persona depende todo lo demás: estructuras, instituciones, línea de acción, programas sociales. Las palabras del Señor son claras; sólo hace falta escucharlas y convertirlas en ley de vida: por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 20); de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12, 34); lo que mancha, lo que perturba, lo que hay de injusticia es efecto de lo que hay en el interior del hombre (Mt 15, 20).
Conquistar la libertad #
Cristo es Dios, pero María es de nuestra raza, de nuestra misma condición; por eso en Ella se pone de relieve lo que es la salvación para el hombre. El cristianismo nos ha revelado lo que nosotros no sabíamos que éramos: hombres que han de conquistar la libertad que les ha sido conseguida por Cristo, hombres que en Cristo han sido hechos hijos de Dios y, por tanto, coherederos con Él, hombres que han sido redimidos para el amor y que ya «aquí y ahora» han de vivir en el amor de unos con otros. Sólo el cristianismo es la verdad última y la respuesta al destino del hombre, eso es lo que nos dice la vida de María. He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38). Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1, 14).
La fe que cambia al hombre #
La fe, más que creer que hay un Dios, es creer, como María, que Dios ha intervenido en la existencia humana de tal manera que nos sentimos llamados a cambiar el rumbo de nuestra vida; creer que ha hablado y se ha encarnado en el seno de una mujer de nuestra condición; que ha resucitado de entre los muertos la humanidad con la que se había unido, y se halla presente en medio de nosotros en la Eucaristía para transformarnos hasta que nos vayamos haciendo semejantes a Él y nuestro vivir sea como el suyo.
Ser cristianos es creer, como María, que el Poderoso ha hecho maravillas, porque en nosotros se realiza la obra de la salvación. Y ésta no es algo abstracto, que no se ve ni se palpa. Todo lo contrario. Es lo más grande que hay en el mundo y lo más real y tangible. Mirad a los que ahora y a lo largo de la historia no simplemente se «llaman» cristianos, sino son y actúan como tales. Ahondad en las palabras de Jesucristo en el Evangelio, vividlas, y veréis lo que tienen de reales, de eficaces y transformadoras.
María y el destino del hombre #
Hablaros de María como de la Madre que nos ha sido dada por Dios, como de la Mujer que dio el cuerpo a Cristo, es hablaros de la historia santa, en la que de hecho, y a pesar de todas las apariencias, vivimos. Es hablaros de vida, de esperanza, de los grandes dones de Dios, de la colaboración de los hombres en la obra de la liberación, de la alegría del mundo, de la esperanza en Jesús, de la firmeza de las promesas de su salvación. Decid a los positivistas, a los marxistas y a todas las ideologías que os presenten programas alejados del Evangelio, que dejan de percibir la dimensión más profunda de la existencia: la que Dios realiza en el hombre. Decidles que minimizan al ser humano, que coartan y ahogan su liberación, que le niegan el amor, la fraternidad y la filiación más radical y constitutiva de su ser. Decidles que con sus teorías no responden a los grandes interrogantes que oís en vuestro interior, ni os ayudan a realizar los anhelos de verdad, justicia y amor que lleváis dentro.
Pensad en la realidad de esa joven de Nazaret que, llena de una nueva vida, proclama al mundo de hoy la irrupción divina en la existencia de los hombres. Es el hecho que proclama con gozo la primera cristiana. El canto de la libertad de los hijos de Dios es el Magníficat en boca de María. Fuera de Jesucristo, ¿qué es la muerte y la vida?
Pensando en los jóvenes #
Leed los libros tan conocidos de Charles Moeller. Son, para nuestras circunstancias concretas, verdaderos testimonios de la fe, la esperanza y el amor cristiano; me refiero a sus escritos sobre Literatura del siglo XX y cristianismo.
«He abandonado las riberas de los autores antiguos para arriesgarme al diálogo con los hijos de mi tiempo. Ojalá pueda, dando este rodeo, llegar a la antigua y siempre nueva verdad de Dios, “joven a la vez que eterno”».
«Pienso en alguno de mis alumnos, de mis estudiantes, cuya profunda vida cristiana he podido conocer. Tengo miedo a ese mundo que les aguarda; es tanta su maldad, que Greene decía: “¿Qué mundo es el nuestro para que tantas cualidades se pierdan en él?”. Lo que me inquieta no es el número “Mozarts asesinados”, sino la multitud de hijos de Dios expuestos a la desgracia de la incredulidad. Este libro quisiera ser para ellos fraternal, lleno del testimonio de hombres que no son diferentes de ellos».
«Que estos cristianos que conozco, y los que no conozco, pero adivino a imagen de éstos, sepan que su testimonio vivido es necesario para los hermanos mayores. Sepan que siguen siendo verdad las palabras de Péguy: “no se haría nada si no fuera por los hijos”. Porque la infancia y la juventud es Dios, que es más joven, más tierno, más fuerte, más actual que el más actual de los periódicos de esta mañana. Y, por lo demás, es la luz que triunfa, porque no es el hombre el que salva al hombre, sino Dios mismo en Jesucristo»1.
Sólo el cristianismo llega a lo más radical del hombre #
No acuséis al cristianismo de ineficacia en lo que se refiere a la transformación concreta de la existencia humana. Persigue la injusticia y la maldad hasta lo más profundo del corazón del hombre. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá! (Mt 6,22-23).
¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda legumbre, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar, aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en la sinagoga y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, que sois como sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo! (Lc 11, 42-44).
El cristianismo ofrece la justicia que salva al mundo: la ley de la caridad que hace prevalecer la verdadera justicia y le confiere su plenitud.Yo os digo a los que me escucháis, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltratan. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?… Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida hasta rebasar, pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la misma medida con que midáis se os medirá a vosotros(Lc 6, 27-32. 36-38).
Superior a toda ética #
En el cristianismo se llega a lo más radical del hombre, su conversión y liberación, centrada en el amor a Dios y en el amor a los hermanos, como Él nos amó. Exige una purificación del corazón hasta el punto que el respeto a la dignidad de la persona domine los deseos naturales desde sus primeras manifestaciones. Exigencias cristianas tan vitales y transformadoras que únicamente son posibles gracias a la liberación y salvación conseguidas por Cristo. A medida que los hombres realicemos este ideal, que excede a toda ética, surge la nueva vida, la nueva fraternidad y la nueva filiación de que habla el Señor. Amad, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial (cf. Mt 5, 45). El cristianismo no os quiere hacer pasar ideas muertas por realidades vivas, ni desviaros la atención hacia mitos estériles. No es dimisión, ni pecado contra la vida.
El mundo que ofrecemos #
La fascinación ante lo sensible es una de las notas características del espíritu contemporáneo; pero vosotros mismos sois los mejores testimonios de que el hombre tiene necesidad de bastante más que de dicha sensible. La ausencia de interiorización, de concentración, está ocasionando grandes males y perturbaciones, y no me refiero sólo a las de carácter material, sino a las de índole psicológica y moral. Los hombres parecen buscar sólo añadiduras y débiles hilachas: restos de un festín que nunca satisface. Os estamos ofreciendo un mundo en que el progreso y la evolución, en lugar de servir al bien, van corrompiendo parte de nuestro ser. Estamos perdiendo de vista las medidas, según las cuales hay que juzgar las cosas y de las que dependen la existencia, la convivencia y la verdadera libertad. Nos invade el desenfreno del consumo y del placer y nos domina la dictadura de la ambición y el afán de ganancia.
El hombre de hoy y de mañana ha de hacer frente a fuerzas desencadenadas que le exponen a riesgos increíbles que llegan hasta el fondo de su alma. Si sólo mantiene el rigor para los problemas científicos y técnicos, y en cambio se muestra blando y tolerante para las exigencias de la ética, caerá en un relativismo que le impedirá distinguir entre razón y sinrazón, entre la utilidad y el respeto, entre lo esencial y lo casual; y así sucesivamente. El hombre quedará inerme ante las tendencias del acontecer cultural y ocultará su debilidad tras la idea de la inevitabilidad de los procesos.
Es necesario volver a establecer posiciones absolutas: hacerse otra vez capaz de formar un auténtico juicio en las cosas de la vida cultural, y mantenerlo en pie; adoptar una actitud y hacerla prevalecer luchando2.
Testimonio de María: presencia vital y siempre joven #
Observad el testimonio de María. Ella es presencia vital y siempre joven en el mundo. A través de su donación a Dios percibimos la fe vigorosa y la esperanza firme de su «ser siempre» y «ser en Dios», que dan como resultado esa conciencia de su misión. Vuestra juventud tiene que estar alimentada por una fe y una esperanza así. Esto es ser fiel. Ahondad en ello, porque la fidelidad, de la que tan necesitada está la sociedad de hoy, es base esencial en la estructura de la persona.
Fidelidad #
María es la mujer fiel que permanece firme en su responsabilidad, en el mantenimiento de la palabra dada, a pesar de los momentos difíciles (Belén, Egipto, Crucifixión en el Calvario), que parecen no encajar con la idea de la Providencia de Dios. Su fe y esperanza en la palabra de Dios le dan la convicción de que sólo de Él viene la fidelidad al mundo, porque Cristo tomó sobre Sí la responsabilidad por la culpa del hombre y permaneció fiel en ella hasta su muerte y resurrección. Sólo la fidelidad que supera el tiempo fugitivo tiene verdadero sentido y fuerza de exigencia para superar los motivos que palidecen y se muestran inseguros.
Compromiso activo y generoso #
Pablo VI, en la Marialis cultus, expone con claridad este testimonio de María. Aunque está a vuestro alcance, os lo voy a presentar. No es que lo dirija especialmente a vosotros, los jóvenes, pero debéis acogerlo como si así fuera.
Pide la lectura de las Sagradas Escrituras, que, hecha bajo el influjo del Espíritu Santo y teniendo presentes las adquisiciones de las ciencias humanas y las variadas situaciones del mundo contemporáneo, llevará a descubrir cómo María puede ser tomada como espejo de vuestras esperanzas. Los jóvenes, anhelosos de participar con poder de decisión en las elecciones de la comunidad, contemplaréis con íntima alegría a María que, puesta en diálogo con Dios, da su consentimiento activo y responsable, no a la solución de un problema contingente, sino a la obra de los siglos, como ha sido llamada justamente la encarnación del Verbo.
Os daréis cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María, que en el designio de Dios la disponía al misterio de la Encarnación, no significó rechazo de otros valores, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse al amor de Dios.
Comprobaréis con gozosa sorpresa que María de Nazaret, aun habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo del todo distinto a una mujer pasivamente resignada a una religiosidad alienante, antes bien no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos, y derriba de sus tronos a los poderosos del mundo.
Reconoceréis en María, que sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio. Todas estas situaciones no pueden escapar a vuestra atención, ya que queréis secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad.
María no se os presenta como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo divino, sino como mujer, que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo y cuya función maternal se dilató, asumiendo sobre el Calvario dimensiones universales. Su ánimo de vivir está unido a la confianza en la guía de Dios.
En el Evangelio aparece claro cómo la figura de la Virgen no defrauda esperanza alguna profunda de los hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor:
- Artífice de la ciudad terrena y temporal,pero peregrino diligente hacia lo celeste y eterno.
- Promotor de la justicia que libera al oprimidoy da la caridad que socorre al necesitado.
- Sobre todo,testigo activo del amor que edifica a Cristo en los corazones3.
La actuación del cristiano no se evade de la condición humana, ni deja de asumir su propia responsabilidad #
María no escamotea la vida, no se evade de la condición humana, ni deja de asumir sus propias responsabilidades, como acabamos de ver. El cristiano no puede salvar su alma sin procurar salvar la tierra en que vive, llamada a ser una tierra nueva.
El hombre no es sólo alma. Todo cuanto tienda ilegítimamente a oscurecer el dato fundamental humano, es improcedente e incluso ofensivo para Cristo, que ha restaurado la naturaleza humana, la ha asumido, la ha amado y la ha enriquecido con dones sobrenaturales. El cristianismo no contempla únicamente el alma, sino la total realidad humana.
San Pablo habla del hombre carnal al que hay que convertir en hombre espiritual, de las obras de la carne y de las obras del espíritu, del hombre viejo y del hombre nuevo, pero es «todo» el hombre el que ha renacido a la vida de Dios y todo gime dolores de parto por su liberación. Esta es vuestra tarea, jóvenes, porque sois fuertes. Trabajar es colaborar con Dios: únicamente mediante el trabajo de todos, entretejido con las aportaciones personales de cada uno, vamos haciendo un mundo mejor y progresando en la fraternidad.
«Uno de los rasgos del retorno primaveral de la religión es que el sentimiento religioso brota hoy del corazón de lo humano; nos habíamos extralimitado en hacer de la religión algo separado; me horroriza concebir la religión como asunto privado. Bien lo saben los Estados totalitarios, que se aseguran siempre, como primera posición, el hacer entrar el dominio religioso en el puro ejercicio del culto y de separar de él todos los dominios de la vida intelectual, de la vida social, de la vida política; y esto, al fin, destruye la religión, cortándole su honda raigambre humana. Ahora bien, hoy sucede precisamente lo contrario; la religión brota del fondo mismo de las actividades humanas, como una dimensión de la existencia humana; brota en el interior de la ciudad, en la medida en que la adoración o la presencia de Dios aparece hoy como una sustancia tan necesaria a la ciudad como la vida económica, como el desarrollo científico»4.
Ayuda a los demás #
Los cristianos, en virtud del mandamiento principal de nuestra religión, no podemos dejar a los hombres en el infierno de la miseria, de tantas clases de miseria como hay en nuestra sociedad. Tenemos obligación de ayudar a los que lo necesitan, en la medida de nuestras posibilidades, a franquear el umbral que les separa de los demás; el de la pobreza religiosa, moral, social, intelectual, económica. Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme… En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis (Mt 25, 35-37. 40).
Plenitud de redención #
Pero no nos quedemos en una incompleta e insuficiente redención, puramente humana y material. El amor y la justicia de Dios manifestados en Cristo significan que Él cumple sus promesas hechas a los hombres. Nuestra justicia y amor significan que hemos de buscar ante todo el Reino de Dios para anteponerlo a todo lo demás. Los hombres que así vivan llegarán a la plenitud de redención, en que todo será nuevo.Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos, y ellos serán su pueblo y Él, Dios con ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado(Ap 21, 1-4).
Saber amar es cumplir toda justicia #
María es bienaventurada porque creyó en el amor de Dios, y al creer supo que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. Escuchó su palabra, la guardó en su corazón, y esta palabra fue la luz que iluminó su existencia. Su vida está en función de la redención, es decir, del servicio de la humanidad; por eso su amor supo, por gracia de su Hijo Jesucristo, cumplir toda justicia. María era buena porque, como dice Guardini al referirse a la bondad, tenía buena intención respecto a la vida, de raíz.
«La bondad renuncia, porque es generosa y concede libremente a los demás; porque tiene confianza y deja que la vida vuelva a empezar otra vez constantemente… En la bondad también hay fuerza. Cuanto más pura es, más fuerza, y la bondad más perfecta es inagotable. La vida está llena de dolor, si uno tiene buena intención respecto a la vida, cuando viene el dolor y es sentido, ello, pese a todo, lo fortalece… La verdadera bondad no habla mucho, no se adelanta, no hace ruido con organizaciones y estadísticas: no fotografía y no analiza. Cuanto más profunda es, más silenciosa se vuelve. Es el pan cotidiano de que se nutre la vida. Donde desaparece, por mucha ciencia que haya, y política y bienestar, en el fondo todo sigue frío»5.
Valor del arrepentimiento #
El que dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un mentiroso (1Jn 4, 20). El que dice que ama y lucha por la verdad, la justicia y la paz, y no lucha contra su propio egoísmo, contra su propio anhelo de dominio y posesión, es un farsante. Mengua la fidelidad en el mundo, porque mengua la fidelidad a uno mismo, a la radicalidad en el propio reconocimiento para corregir nuestras faltas. El arrepentimiento toca el núcleo central de nuestro ser, es una de las más poderosas formas de la manifestación de nuestra libertad, porque nos enjuiciamos a nosotros mismos y nos ponemos contra nosotros al lado del bien. Nadie da lo que no tiene; lo que tengamos en nuestro interior, eso es lo que daremos y lo que proyectaremos a nuestro alrededor.
La claridad para examinarse y aceptarse uno a sí mismo y la valentía para tomar medidas concretas, constituyen el fundamento de toda existencia. Es el primer paso que hay que dar para ir a los demás y construir en el mundo el reino de Dios, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Y como todo estriba, en última instancia, en los pecados personales, en las miserias de cada individuo, en la mentira y falsedad de cada hombre, el cristiano sabe hasta qué punto él es responsable de los males que aquejan al mundo. Antes de tirar la primera piedra empieza a exigir de sí mismo con honradez su renovación, y arranca con entereza de su interior la injusticia y la mentira. Somos cada uno de nosotros los que hacemos que la vida sea mala, y somos cada uno de nosotros los que hemos de hacer que sea mejor. El cristianismo es lo contrario a un «sí» condicional: «si los demás no aman», «si los demás no son justos», «si los demás no son honrados», «si el otro no da el primer paso» … No existe ninguna condición para vivir en la verdad, realizar la justicia, amar y sacrificarse por los demás. La única condición que existe es para una mayor exigencia: si tu ojo te da ocasión de pecado, arráncalo; si tu mano es ocasión de pecado, córtatela (Mt 5, 29-30).
La luz del cristianismo #
El cristianismo está presente en todos los esfuerzos de la ciudad temporal, porque tiene su cita aquí en la tierra, donde tiene que practicar el amor. Materialmente, los gestos, las actuaciones de los cristianos pueden ser los mismos que muchos de los no cristianos, pero la luz que los ilumina es sobrenatural, la fe, victoria que ha vencido el mundo. Dan testimonio de la primacía de Jesucristo en la propia vida y en las propias obras. Luchan como si todo dependiera de ellos, pero se ponen de rodillas como si todo dependiera de Dios.
Vosotros sabéis que no tenemos que esperar a que todos los hombres hayan pasado de la miseria o la pobreza, para predicar el Evangelio, porque entonces el mensaje de salvación no se hubiera predicado nunca. No compliquemos las cosas, no puede separarse nada. Vivamos siendo cristianos, mejor dicho, vivamos intentando ir siendo cristianos. La Iglesia es también humana, porque la salvación ha sido puesta en manos de hombres que tienen necesidad de ser cotidianamente rescatados de sus pecados. No juzguéis al mundo que os parece abandonado de Dios. Cuanto más se profundiza en lo que parece ausencia de Dios, más se descubre en la fe su presencia y acción. Somos cristianos en la medida en que vivimos del perdón divino.
«Que el mundo no destruya en nosotros lo que en nosotros hay de valioso… Al oscurecer he vuelto a casa y he leído la Biblia para tratar de hacer brillar la luz en mi noche. Hay minutos en que uno no puede evitar el inspirarse horror a sí mismo, minutos en que se está de acuerdo con aquellos que nos condenarían si pudieran. Pero lo que menos sabe el mundo es lo que pasa en un alma, y creo que si yo debiera ser juzgado por el mundo, en lugar de ser juzgado por Dios, sería condenado. He releído cuatro o cinco veces el poema de Herbert, de que he hablado a Gide:
Pero mientras yo tronaba, más feroz y con cólera,
en cada una de mis palabras.
Creí oír una voz que decía: "Hijo”;
y respondí: “Señor”»6.
El futuro definitivo ha comenzado ya. Pronunciad el Fiat #
A pesar de todas las apariencias negativas, la humanidad ha sido salvada ya por Dios en Jesucristo. Podéis decirle a Dios: PADRE, porque sois verdaderamente hijos. «Lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste, un pueblo de viejos», dice Bernanos en Diario de un cura rural. Pero la alegría no es una realidad que se tiene sin más. Proviene, aunque parezca una paradoja, de la cruz de Cristo. Dios se sirvió de ella para salvar al mundo. El cristiano tiene que ser otro Cristo, y la Pascua no la viviremos plenamente más que en la gloria del Reino. No creáis inutilizado a Cristo en sus instituciones, en la aparente ineficacia de los sacramentos, de la lectura de la Palabra, de las celebraciones de la Eucaristía. El poder y la gloria de Dios están presentes en este mundo nuestro, que a veces tanto nos duele y otras nos enajena.
Volved la mirada a la Virgen de Nazaret que pronuncia para toda su vida el FIAT de la redención. Contempladla en el Calvario al pie de su Hijo ajusticiado, sin desconcertarse en ninguna situación. Reflexionad en la misteriosa solidaridad de María con el sufrimiento y miserias de todos los hombres. Su dolor, la espada que la atraviesa, es testimonio de Cristo. El reino de los cielos padece violencia, y sólo los que se la hacen lo logran. Dios nos ha confiado una tarea que no hará sin nosotros, y también cada uno de nosotros tiene que pronunciar su FIAT. Tengamos confianza en Jesucristo que nos busca antes de que le busquemos nosotros. No podemos crear en nosotros la fe, como María no puede crear en ella a Cristo, pero tenemos que dar nuestro consentimiento. Nada se hace sin esfuerzo.
Liberación del pecado #
Por la resurrección de Cristo, nuestro futuro definitivo ha comenzado ya. Esta es la verdadera causa de nuestra alegría, de nuestra salvación en Cristo Jesús. Estad seguros de que «Cristo es el único camino al Padre. Cristo es el modelo supremo, al que el discípulo debe conformar la propia conducta, hasta lograr tener sus mismos sentimientos, vivir de su vida y poseer su Espíritu: esto es lo que la Iglesia ha enseñado en todo tiempo, y nada en la acción pastoral debe oscurecer esta doctrina… La misión maternal de la Virgen empuja al Pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a Aquella que está siempre dispuesta a acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; por eso el Pueblo de Dios la invoca como consoladora de los afligidos, salud de los enfermos, refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad, fuerza liberadora en el pecado; porque Ella, la libre de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación al pecado. Y, hay que afirmarlo nuevamente, dicha liberación del pecado es la condición necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas»7.
Primacía de la fe #
No queramos arreglar primero las cosas y luego mirar a Dios. Hay que mirar a Dios, convertirse de corazón, y después empezar a enderezar en esta línea nuestra existencia. No podemos hacer de nuestro cristianismo la forma religiosa de nuestro amor propio personal, de nuestra propia afirmación. Nunca la fe es una forma de propiedad, es un punto de partida, de camino, de confianza, de esperanza, de súplica, de desarrollo de la nueva vida que nos va «haciendo cristianos».
Jóvenes, asumid la responsabilidad de vuestra tarea a la luz de la actuación de esa joven mujer que aceptó que Dios rigiera su voluntad. En esto consiste el Reino de Dios, en que Él rija nuestro corazón. No podemos aceptar determinados aspectos del Evangelio y rechazar otros; de nada sirve fijarse sólo en detalles. La fe penetra todas las energías y fuerzas vivas de nuestro ser. Sólo una cosa importa, si Él, Cristo, es la verdad: poner, como María, nuestra vida rumbo a Dios. Chesterton dijo en cierta ocasión que los dogmas, la revelación, son como el sol: no los podemos mirar, pero a su luz vemos todas las cosas. Que nadie se engañe con ideologías y sistemas más o menos gratos a la naturaleza, más o menos eficaces para determinadas situaciones. No os dejéis prender por ellas. Sólo en Cristo habita y está la plenitud. Si le seguís, no perderéis la vida. La ganaréis para vosotros y para otros muchos. Vendréis a ser semilla fecunda que dé el treinta, el sesenta y el ciento por uno.
Intercesión y ayuda #
La ayuda de María a los hombres perdura sin cesar desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta el fin de los tiempos. Siempre está intercediendo por nosotros y nunca abandona su misión de madre. Este amor la lleva a preocuparse de los hermanos de su Hijo que aún peregrinan y se debaten entre peligros y angustias. Su fidelidad es y seguirá siendo fecunda en toda la historia de la humanidad8. Ella contribuye a la verdadera causa de la justicia y de la verdad: la salvación. Imitadla con todas vuestras jóvenes y fuertes energías. Cristo resucitó y nos reveló que por su muerte la vida, la justicia, la libertad, la felicidad y el amor quedan eternamente encarnadas en el corazón de la tierra: Él es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas (Col 1, 18). A vosotros os corresponde dar el paso y seguir siendo fieles.
No esperéis en razones humanas para ser optimistas. Creer, como María, en Cristo, es lo que os sostendrá #
Creed en la gracia de Dios, creed firmemente en la obra de Dios. Creed en su amor. Creed en Jesucristo, que todo es lo mismo. Urge que la fe de los jóvenes aparezca como una certidumbre sobrenatural que se sabe sostenida por el amor de Dios. Yo estoy seguro de que si la juventud leyera mucho el Evangelio y las cartas de los Apóstoles tendría más alegría, más optimismo, más confianza, y sería mucho más rico su compromiso con la tierra que habita y más valiente y esforzada su lucha. La apostasía de ciertos grupos sociales, fruto del materialismo, de la sociedad de consumo, ha de compensarse con el vigor de la fe de grupos jóvenes. El mundo necesita el milagro de vuestra fe. No es poesía, sino una gran realidad decir que sois la primavera de la Iglesia. Preparad el futuro sin alharacas, como se han hecho y se hacen siempre las grandes obras. Luchad por la vuelta a una interioridad fecunda, que germinará en toda clase de frutos ricos y eficaces.
Ya sé que pido de vosotros lo que teníamos que exigirnos a nosotros mismos, un mundo con profundo calado cristiano. Si el mundo viera que el amor de los cristianos, su fe, su sacrificio, su entrega por los hombres salva y libera de verdad, se volvería hacia las fuentes cristianas. No busquemos los testigos a nuestro alrededor, no nos tiremos piedras unos a otros, seamos testimonio de Cristo. Unamos nuestros esfuerzos; cada edad tiene unos deberes y unas exigencias: en ninguna existen solamente derechos.
El ánimo de vivir #
Lo importante es que cada uno descubra el papel positivo que tiene en la historia de la salvación. La fe significa comprender nuestra propia finitud desde la instancia suprema de la voluntad y del amor de Dios. Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo… No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios… Ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 28-30. 37-38). Llena de confianza, afirmó después: Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava (Lc 1, 48). Este es el punto clave de nuestro vivir aquí y ahora, en las circunstancias concretas en que estamos: sabernos en Dios y desde Dios. De su mano hemos de acoger nuestra existencia y vivirla animosos, conscientes, responsables del amor que nos ha manifestado. Esto es lo básico y esencial hoy, cuando se habla tanto de traumas, angustias, destrucción, miedo, desconfianza, náusea, absurdo. Nuestro futuro no es algo hostil. Está ordenado para nosotros por Dios. De nosotros depende que todo contribuya al bien. Nuestro ánimo de vivir va unido a la confianza y seguridad en el amor del ser que amamos. Así comprendemos claramente cómo va unido a la confianza la Redención de Cristo.
Leed completa la primera carta de San Juan. Se nos dice que caminemos en la luz y vivamos seguros del amor de Dios como hijos suyos entrañablemente queridos. Leedla a solas, despacio. Comentadla. Confortaos con ella y ofrecedla, hecha vida en vosotros, a los que os son cercanos. El hecho de que Cristo os sostiene es indestructible, aunque os encontréis en las más duras circunstancias. Él también conoció lo que es el desprecio, el abandono, el sufrimiento. Desde Getsemaní hasta el momento de su muerte en la cruz presentimos algo de lo que todo eso significó. Es la valentía, el ánimo de Dios en Cristo ofrecido a los hombres. Él fue redención, «ocurrió por nosotros. Ocurrió para que conquistemos la valentía de ser “cristianos” en el mundo en el que Él, Dios, fue Cristo. Él ha luchado antes que nosotros, haciendo así posible la superación»9.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! …; en caso de que nos condene nuestra conciencia, Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo… Dios es amor (1Jn 3, 1.20; 4, 8). Si ponéis la confianza en vosotros mismos y buscáis el sentido del destino humano en el puro juego del libre arbitrio, si queréis seguir un camino de evasión en los placeres de la tierra, rechazando toda fe y toda ayuda trascendente, si queréis vivir sin la confianza en la redención de Cristo, acabaréis en la desesperación, en la náusea y en el absurdo.
De la indigencia a la plenitud #
No os dejéis impresionar por el falso prestigio de sistemas de hoy, cuyo humo os oculta el brillo de la eterna Verdad. Sopesad con reflexión y con honradez la indigencia de esas teorías que parecen mensajeras de justicia, y son después una terrible opresión y un auténtico ataque a la dignidad de ser hombres. Desconfiad también de la libertad que muchos gritan y que no es más que la máscara de la defensa de privilegios. Dejad que el Espíritu de Cristo hable en vuestro interior; sólo así encontraréis la verdadera libertad.
Cristo vino para decirnos quién es Dios y quién es el hombre ante Él. Sólo el conocimiento de Cristo nos abre la puerta de la conversión y nos da fuerza para transformarnos. No esperéis en razones humanas para ser optimistas. Creer en la gracia de Dios es lo que os sostendrá. Tened seguridad en la libertad que os promete Cristo. Pero, cuidado, que el Cristo que sólo se entiende según categorías puramente humanas, como genio religioso, fundador de una religión, amigo de la humanidad, no es el Cristo manifestación de Dios, no es el auténtico; sería una invención del hombre.
Jesucristo no puede ser atravesado por una mirada humana, es el Verbo de Dios, su manifestación, la luz bajo la que hemos de mirar todas las cosas. La figura de Cristo es tan grande que rebasa los límites. En ella reside una potencia creadora universal.Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo. Porque en Él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la plenitud en Él, que es la cabeza de todo principado y de toda potestad(Col 2, 8-10).
Cristo da a los hombres la opción de su
auténtica libertad. No los manipula #
Leed el pasaje evangélico de la Anunciación (Lc 1, 26-38 y Mt 1, 18-28) y el del joven al que llama Jesús (Lc 18, 18-23; Mt 19, 16-22; Mc 10, 17-22) u otros en que se nos presentan invitaciones de Cristo a su seguimiento. Cristo no manipula. Propone un programa lleno de exigencias claramente presentadas y respeta. Dios ha creado al hombre como ser libre y noblemente orientado para la tarea de la salvación. Esa falsa humildad que rebaja al hombre para honrar a Dios no es humildad evangélica y, por consiguiente, no es cristiana. El entender su finitud desde Dios es una línea dinámica de exigencia de perfección: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Dios quiere al hombre a su imagen y semejanza, conociendo, amando y siendo capaz de responsabilizarse. Ciertamente, sólo en Dios está la libertad y el bien, y el hombre sólo es libre cuando se determina por la voluntad de Dios, que ha querido haga esta opción consciente y responsablemente. Este es el juicio, testimonio de honor para nosotros, ya que nos pone bajo la medida de nuestra propia responsabilidad.
Precisamente por esto, la Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de todos los hombres: acogió la palabra de Dios y con plena conciencia la puso en práctica. No es por el tipo concreto de vida que lleva, ambiente sociocultural en que vive, hoy superado en casi todas partes, «sino porque en sus condiciones concretas de vida, Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios; porque acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio; porque, en resumen, fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual tiene valor universal y permanente»10.
No os dejéis corromper #
Corréis peligro de caer en las redes y quedar seducidos por los que encauzan para sus fines egoístas el impulso y la apertura de vuestra vida joven. Basta echar una mirada por el mundo para ver cómo esa mala utilización de vuestra vida se convierte, con frío cálculo, en un método. Valores centrales de la persona, como son honradez, sinceridad, valentía, fidelidad y firmeza, se van a pique al ser manipulados y llevados por cauces que destrozan y corrompen el ser del hombre. No hay derecho, ni es posible vivir en un mundo en el que se reduce y empobrece la dignidad humana hasta encenagarla. La paz sólo puede provenir del acuerdo con la verdad. La paz del hombre sólo puede provenir del acuerdo con la verdad de su ser. No se puede pensar en reformas ni en revoluciones que no arranquen desde el corazón del hombre. Por esto dice Cristo: Tened valor. Yo he vencido al mundo (Jn 16-33), porque ha vencido la mala conducta del hombre. Él tomó sobre Sí el sufrimiento que procedía de nuestra maldad para hacer surgir una existencia nueva, la única que de verdad es expresión de libertad. Estad seguros, radicalmente seguros, estáis aquí en el mundo, no «arrojados en el vacío y en el absurdo», sino para realizar en vosotros lo que falta en la redención de Cristo: vuestra única y exclusiva tarea. Por nadie será hecho lo que vosotros dejéis de hacer, cada uno tiene su propia responsabilidad. Tened enraizada, hasta lo más hondo de vuestro ser, lo que fue fuerza vital en San Pablo: todo lo puedo en Aquél que me conforta (Fil 4, 13).
No podemos, como piensan tantos hombres de hoy, hacer del hombre lo que queremos. El hombre no es creación del hombre, como piensan Marx y Sartre; no tenemos que inventar un tipo de humanidad; ésta nos es dada y sólo nos corresponde ayudarle a lograr su plenitud. En Cristo nos es revelado el fondo último de nuestro destino, que no es simplemente un destino terreno. El Verbo de Dios mismo vino a tomar nuestras frágiles humanidades para levantarlas hasta el Padre y sumergirlas en los abismos de su misma vida. Pascal decía: «Y es verdad que solamente en Jesucristo se nos revela plenamente el misterio mismo de lo que nosotros somos»11.
El Evangelio es siempre joven #
Hay jóvenes que no se paran a preguntarse cuál es el sentido de su vida. Dormitan amodorrados y sumidos en el embotamiento, ciegos ante el resplandor de la verdad. Parece como si ninguna sacudida inesperada de la vida fuera capaz de despertarlos. La diversión, o la evasión de la clase que sea, les tranquiliza. Un medio ambiente en el que parece como si fuera Dios quien tuviese que justificar su existencia. Pues bien, a esos compañeros vuestros, tan faltos de libertad ya, tan manipulados por la sociedad que les esclaviza, tiene que despertarles la vivencia cristiana de otras vidas jóvenes. Necesitan que una luz fuerte ilumine su situación y que la palabra divina, clara y desnuda, penetre hasta las junturas de su espíritu.
Creo que es vital esa idea que tanto penetró en Péguy, Marcel y Bernanos: el Evangelio es siempre joven, vosotros sois los viejos: «He sido bautizado esta mañana, en una disposición interior que apenas osaba esperar: ninguna exaltación, sino un sentimiento de paz, de equilibrio, de esperanza y de fe… Vertiginosa proximidad de Dios. Retorno al aquí, al ahora, que recobran un valor, una dignidad sin par. El milagro cristiano se presenta actualmente como punto de rejuvenecimiento absoluto. Y acaso como fuente eterna o permanente de todo rejuvenecimiento posible»12. La vida del cristiano es una vida nueva a la que se renace y en la que uno va experimentando la libertad de los hijos de Dios, tan distinta de tantas otras libertades que se proclaman a gritos, porque ellas en sí mismas no tienen ninguna fuerza.
«Sartre da testimonio también, con plena razón, de la importancia de la libertad para bastarse a sí misma. Pero su error reside en creer que ella sólo puede escapar a su impotencia renegando de sí misma. El problema es saber si hay un orden donde la libertad puede inscribirse sin enajenarse. Ahora bien, ese orden existe. Ahí está, en primer lugar, el orden de la reciprocidad de personas. Porque admitir que mi libertad quede limitada por la libertad de otro no es renunciar a ella, sino reconocer que debo querer la realización de la otra con la misma razón que la mía, es decir, pasar del plano del tener al plano del ser. Pero, de un modo más especial, ese orden en que mi libertad se realiza, es el plano de Dios, que no corresponde a una ley impersonal y extrínseca, sino al reconocimiento de una libertad personal infinitamente santa y que, por otra parte, está inscrita en las implicaciones mismas de mi existencia espiritual, de suerte que obedecer a ella es al mismo tiempo alcanzar mi plenitud. En esta verdad es donde únicamente se realiza la libertad»13.
Crisis del sentido de la verdad #
Daniélou, en este mismo libro que os acabo de citar, analiza el por qué de la reacción de defensa de muchos hombres de nuestro tiempo cuando se habla de la VERDAD. El origen de esta reacción la sitúa en varias causas.
La ciencia #
Una es la evolución del espíritu científico. Muchos ponen una desenfrenada confianza en la ciencia y en su capacidad para resolver los últimos secretos del destino del hombre y para librarle de sus últimas servidumbres. Y no es precisamente en los sabios donde se da este cientificismo dogmático, pues, por el contrario, es rechazado por la mayoría de ellos en todos los campos: matemático, físico, médico, etcétera.
El sabio de hoy tiene conciencia del carácter provisional de sus hipótesis de trabajo, siempre sometidas a revisión por el descubrimiento de hechos nuevos. Y precisamente por aquí surge el peligro de la transposición que invita a considerar este tipo de saber como «el tipo de saber», a pensar que los dogmatismos han desaparecido y que el sentido de lo relativo es una de las adquisiciones del espíritu moderno. A consecuencia de lo cual se aplica sin rigor y sin fundamento el relativismo a campos que no lo admiten y se sustituye la noción de certeza por la de aproximación, el sentido de la verdad por el de búsqueda.
La palabra #
La segunda causa la ve en lo que es uno de los rasgos más característicos de nuestra época: la desconfianza frente a la palabra por su desvalorización. A fuerza de ser engañados, los hombres se han hecho recelosos, y toda afirmación los pone en guardia. Los jóvenes os interesáis por las realidades concretas de la vida, de los hechos sociales, de la preparación científica y de la vida económica más que por las palabras y los discursos grandilocuentes. También aquí se ha producido la transposición que ha llevado la desconfianza al dominio propio de la verdad: el de los valores supremos de la existencia y revelación del Dios vivo. Existe el temor de entregarse, porque se tiene miedo de ser engañados. Pero la actitud de «rechazar esa confianza, cuando está justificada, es tan poco razonable como rechazar la evidencia cuando se presenta con todo su esplendor. Muchas mentiras no hacen que no haya verdad»14.
La sinceridad #
La tercera causa de esta crisis del sentido de la verdad obedece a una inversión de perspectivas: el punto de vista objetivo de la verdad ha sido sustituido por el punto de vista subjetivo de la sinceridad. Y quisiera que fuerais muy honrados en el examen de esta tercera causa, porque la juventud está muy sensibilizada a su favor, precisamente como consecuencia del punto anterior: la desconfianza frente a la palabra. Queréis hechos de vida, en el fondo todos los queremos, pero esta riqueza de lo vivencial no debe llevarnos a perder el camino y desenfocar las cuestiones, porque acabaríamos matando la misma vivencia y honradez que atrae nuestro interés. Quiero citaros las palabras textuales de Daniélou: «Se da más importancia a la sinceridad con que un hombre vive su fe que al valor objetivo de esa fe. No quiere decir esto que se haya de negar el respeto a todo hombre sincero. Pero la sinceridad con que es vivida una causa, de ningún modo es argumento en favor suyo. Las peores causas han conocido fanáticos de cuya sinceridad nada nos permite dudar. Se puede respetar a un hombre y detestar las ideas que representa. No porque existan comunistas sinceros queda justificado el comunismo. Y a menudo eso es lo que sucede hoy».
«Podrían aducirse ejemplos a este respecto en multitud de campos. La idea de una moral objetiva, que es conformidad de obras con la voluntad de Dios, resulta suplantada por una ética individual que es conformidad de las obras con la propia visión de las cosas. Esta es la característica de los escritores contemporáneos, trátese de Malraux o de Montherland, de Camus o de Sartre. Tal era ya la ética de Gide. El único deber es llegar hasta lo más hondo de sí mismo, sea en el afán de poder, en el acto revolucionario, o en la noche de la contemplación. Una novela como La condition humaine es característica en este sentido. Cada uno se da sus propias normas y sólo se le exige que se ajuste a ellas».
«Lo mismo sucede en el plano religioso. Se concede más importancia a la autenticidad del sentimiento religioso que al contenido de la fe a la que se presta adhesión. Poco importa, se dice, que seas budista, musulmán o cristiano: lo importante es serlo sinceramente. Y también aquí el argumento encierra una parte de verdad; es cierto que los hombres de buena fe serán juzgados según las luces que hayan recibido. Pero no es menos cierto que se puede estar de buena fe en el error, y que el hecho de que en todas las religiones haya hombres religiosos no hace que todas las religiones sean iguales. Y la consideración subjetiva de la calidad del sentimiento religioso nunca podrá ganar la precedencia a la importancia primera de la verdad de aquélla a la que el espíritu se adhiere»15.
Inmediatismo #
La última causa señalada es la sustitución del criterio de verdad por el de eficacia. El hombre de nuestra época es eminentemente práctico y juzga sobre los resultados inmediatos más que sobre los principios de acción. Esto, aunque se justifique en ciertos aspectos, tiene el peligro de dar primacía a la acción sobre la doctrina. Lo justo y lo exacto es que la acción sea efecto de la fecundidad de la verdad. La verdad nunca está falta de eficacia, sino la forma de vivirla y realizarla. Tangiblemente vemos en el terreno de la vida cotidiana que toda buena práctica es hija de una buena teoría.
No es posible lanzarse a la acción sin ver el fundamento y la causa que la motiva y las consecuencias de ella. Esta ligereza en el actuar lleva a aceptar tesis falsas y a convertirse en presa fácil de la última que de momento parece eficaz. Si los cristianos no hemos actuado sobre el mundo como hubiéramos debido, como estamos debiendo hacerlo, no es por causa del cristianismo, cuyas exigencias implacables de caridad son evidentes, sino por causa de nuestro modo deficiente de vivirlo. Es intrínseca a la verdad la realidad, la eficacia y la fuerza, y todo esto se da gracias a la verdad que se capta. San Pablo presentaba el Evangelio como fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: el justo vivirá por la fuerza de esta verdad (Rm 1, 16).
Los pensadores y los psicólogos que estudian los condicionamientos de las distintas edades ven en la juventud la afirmación fuerte y rica de la personalidad que se va abriendo paso. Tenéis el ánimo orientado hacia lo grande y lo justo. No queréis transacciones. Pensáis que las ideas verdaderas y justas tienen realización inmediata, que se pueden cambiar las condiciones de la realidad y darles forma óptima. Confundís la grandeza de los proyectos con la posibilidad de realizarlos. Por eso es grande el peligro de dejarse engañar.
Os falta la paciencia, actitud poco grata para quien no quiere esperar, pero esencial para cualquier logro. Os falta experiencia de la realidad. Y experiencia de la realidad no quiere decir aquí saber con pesimismo con qué frecuencia fracasa el bien y se hace el mal, sino saberlo de modo justo. Quiere decir conocimiento de lo que realmente puede uno mismo y pueden los demás, de las circunstancias que rodean a cada persona y a cada hecho, del conjunto del acontecer histórico, de los elementos sencillos, aunque poderosamente influyentes, como son lo cotidiano y lo mediocre.
Esta falta de paciencia y experiencia, así concebidas, unidas al maravilloso empuje y vitalidad propios de vuestra edad, a ese sentimiento de lo absoluto, es lo que os hace, como decía anteriormente, campo propicio para las manipulaciones de los demás sobre vosotros. La verdad nunca debe ser oída con escepticismo. No la rechacéis, ni admitáis otros criterios de sustitución. Las técnicas de propaganda de las ideologías son muy eficaces, aunque en muchos casos ya empiezan a adivinarse sus manejos. La verdad no es aquí la ideología. Esta puede transformar en dogmatismos incluso lo que es puramente contingente. La verdad de todas las épocas, la verdad de siempre y que siempre permanece es Dios, manifestado en Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida. El sentido de verdad, la única Verdad, de la que todas cobran su ser, no puede estar nunca en crisis.
Vuestros deberes y derechos #
Devolved a nuestra época el pleno sentido de la verdad, y con ello volverá el sentido de lo sobrenatural. El valor de orden natural, de la ciencia que lee sus leyes, de lo válido y eficaz, este valor, cuya importancia redescubrimos cada vez más, representa la expresión del pensamiento de Dios. Pero también hay ya para siempre ALGO nuevo, lo sobrenatural, que es el don de Cristo, su gracia, la vida divina. Continuad la construcción de la ciudad terrestre; tenéis obligación de hacerla tan fraternal como os sea posible, pero tened bien claro que sólo esto, ni basta ni es posible. No basta porque el hombre anhela a Dios; no es posible porque sobre la historia gravita ya para siempre la salvación obrada en Cristo.
Escuchad el canto de un hombre, peregrino de esta tierra, que gritó unas veces su fe y otras su escepticismo; unas su indignación y otras su generosidad. Son unos versos de León Felipe en su poema Oración.
«Más sencilla... más sencilla.
Sin barroquismo,
sin añadidos ni ornamentos.
Que se vean desnudos los maderos, desnudos
y decididamente rectos.
Los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos...
Más sencilla... más sencilla...
haz una cruz sencilla, carpintero»16.
Para llegar a abrazar la tierra se necesita el amor de Cristo; no se puede ver con claridad sin tener la vista en el cielo. Podéis amar porque Cristo os amó. Tenéis una tarea llena de amor que realizar y un camino que recorrer. En esos versos volvemos a encontrar el acento cristiano de los primeros cantos de su peregrinaje, Versos y oraciones del caminante:
«Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios»17.
Todo está hecho para conducirnos a Dios, aunque muchas cosas os aparten de Él. Este es el problema. Por el mal uso se transforma en obstáculo lo que tenía que ser camino. Las actividades terrestres, temporales, las circunstancias concretas y personales son la materia, los medios para ir a Dios. Esta es la responsabilidad personal de cada uno en su camino hacia Dios, camino virgen no recorrido por nadie, en el que tenéis que recuperar la unidad de vuestra vida: en eso consiste vuestra verdad. Depende de vosotros el transfigurar, por la realidad de la continua conversión, la vida cotidiana llena de dificultades. Tenéis que encontraros con Cristo en vuestra vida tal cual es.
Respuesta libre y responsable #
Dios no pide que vayamos a Él prescindiendo de las actitudes terrestres: la creación sería absurda y estaría hecha al revés. No, la dualidad la hacemos nosotros al apartarnos de Dios; todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios (1Cor 3, 22-23). Es la grande y fecunda teología paulina.
Mujer, ahí tienes a tu hijo, dijo Cristo a su Madre desde la Cruz (Jn 19, 26). Todo es consecuencia del camino que empezó a recorrer en la juventud, allá en su casa de Nazaret. María sabe y vive las exigencias del nuevo amor que Cristo vino a traer a la tierra. Desde que fue Madre de Cristo lo fue de los hombres. Nos concibe al acceder libremente a la llamada a ser Madre del Redentor que da la vida a todos. Nos da a luz en el Calvario, cuando Cristo está muriendo y sintiendo el misterio de su desamparo, cargado con todas las consecuencias del mal del mundo. Ella ha presenciado los tormentos de su Hijo, las afrentas, las burlas y el incomprensible abandono de Dios. También en María, en su condición humana, el dolor rebasa lo que podemos pensar e imaginar. Está viendo a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida, y Ella, la primera cristiana, le imita, acepta y repite el FIAT. ¿Qué dolor hay entre los nuestros comparable a su dolor? Es la madre que sabe el nombre de cada uno, su vida, sus fallos, sus gustos, sus éxitos, sus fracasos, sus debilidades, y que, sin embargo, nos ama y coopera a nuestra redención.
Derechos y deberes #
Sed conscientes de vuestros deberes. Sabed que no existe un derecho que no tenga junto a sí la exigencia de un deber. Tenéis el derecho a la libertad, porque tenéis el deber de la dignidad humana. Los jóvenes actuales dais muchas veces la impresión de hombres desequilibrados, como dice Marañón, por la hipertrofia del sentimiento del derecho sobre el sentimiento del deber. Leed a este respecto los dos ensayos sobre El deber de las edades y Los deberes olvidados. En el primero analiza los deberes que impone la edad al individuo humano: la obediencia en la niñez, la rebeldía en la juventud, la austeridad en la madurez y la adaptación en la vejez. En el segundo, la pérdida de aquellos puntos de referencia éticos que nos sirven para orientar nuestra conducta, los deberes que olvidamos y los derechos que exigimos.
Me fijo en lo que os atañe:
«El joven debe ser rebelde, sin rebeldía roja ni negra, sino vital, entusiasta, desinteresada, ante el espectáculo de la sociedad en perpetua evolución. ¿Y quien que haya vivido con gente joven podrá dudar de que tengo razón? Y si la tengo, ¿podrá ser peligroso –como algunos me objetan– el que digo la verdad, que es siempre sagrada y eficaz? …»
«Mi tesis de la rebeldía juvenil no puede interpretarse como escandalosa desde el momento en que he hablado del DEBER de la rebeldía; del deber, y no del DERECHO a ser rebelde. Ningún deber es ni ha sido jamás subversivo ni peligroso…»
«El derecho a la rebeldía es una fuerza disolutiva y ciega que nadie puede atribuirse, cualquiera que sea su condición y edad. El deber de la rebeldía es, por ser deber, ante todo una disciplina. Disciplina para no acomodarse a la arbitrariedad de los demás, que es la verdadera indisciplina, aun cuando muchas veces tenga el marchamo de la legalidad. Y esta disciplina de no someterse ante la injusticia, en la niñez constituye una quimera, porque el niño es débil, y en la plenitud es un heroísmo excepcional, porque el hombre maduro suele estar paralizado por la responsabilidad. Queda, pues, como deber, reservada a la juventud. Y sin ella la humanidad se convertiría en unos cuantos años en un rebaño de corderos manejados por gañanes ignorantes y viles».
«Cuando he dicho a los jóvenes: “Sed, por deber, rebeldes”, he añadido siempre: “rebeldes, no con rebeldía sistemática y ciega, sino contra lo que no sea justo, y ante todo contra vuestra propia juventud, que está indefectiblemente ribeteada de arbitrariedad”. Se dice que hay que domar los instintos juveniles, pero domarlos no es aplastarlos, sino vencerlos, rebelándose contra ellos… El joven de hoy, a la inversa de San Bruno, da uno a los demás por cada ciento que exige y toma para sí. Y es urgente que invierta esta fórmula, para que florezca en sus manos el porvenir, cuya responsabilidad se le acerca a pasos de gigante… Su misión en el futuro será, ante todo, restablecer la disciplina del deber: hacer de la vida un sacrificio del individuo por el bien de los demás, al contrario de lo que ejercen ahora»18.
Testigos de la Resurrección #
Os digo como San Pablo a los corintios: manteneos firmes en la fe. Sed hombres, sed fuertes, haced todo con amor (1Cor 16, 13). En Jesucristo no se enajena la dignidad humana. Por el contrario, Él nos introduce en lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, en una verdad trascendente: la verdad de Jesús, que os dice que hay que tomar a Dios, por Él revelado, como centro, y no al hombre.
¿Creéis que es posible la realidad de que luchando desaparezcan todas las barreras que separan a los hombres; barreras de odio, de venganza, de clases, de naciones, de razas? Es un mito. Una imagen laica, falsa, de la Jerusalén celestial. Leed los Hechos de los Apóstoles, veréis qué palpitar de auténtica fraternidad y filiación. Reflexionad sobre las exigencias del cuerpo místico de Cristo, mirad la vida que implica la comunión de los santos, dejad sentir en vosotros lo que es vivir en un mismo Espíritu. Esta es la única y verdadera revolución y renovación. Ved las vidas de los santos cristianos, tan humanas, tan como vosotros, con tanta confianza y fe en Jesucristo que los llevó a amar, como Él amó. Esto es eficacia.
Y sed honrados también en vuestros juicios y análisis. Aunque estemos en una Iglesia peregrina entre luces y sombras, en una Iglesia pecadora, porque nosotros lo somos, ved también la multitud de obras y nobles testimonios a lo largo de la historia y en todos los campos. Somos nosotros los hombres de todas las épocas, los que la manchamos, y luego decimos que tiene manchas. Somos nosotros los que no vivimos su verdad y luego le negamos la eficacia. A pesar de eso, hay hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños que al vivir el mandamiento cristiano van llevando al mundo entero a su plenitud. Bernanos conoció nuestras alegrías y tristezas, pero amó a la tierra como obra del Creador. Por eso dijo: «Cuando me muera, decid al dulce reino de la Tierra que yo la amaba más de lo que nunca he osado confesar»19.
Reina de la paz y la alegría #
La vida es milicia (Job 7, 1). El que no está conmigo, está contra Mí (Lc 11, 23). A María la invocamos como Reina de la paz. Es que la paz de Cristo es posterior a la guerra que el hombre ha de hacer consigo mismo. La paz es consecuencia de la bondad, del orden, de la justicia, del restablecimiento de las cosas en su verdad.
Ser testigos de la Resurrección de Cristo; esto es ser cristianos.
Los hombres tenemos vocación para la alegría, no para el sufrimiento. Toda nuestra vida es un prólogo para la Pascua. Fijaos en la alegría de la Virgen; a Ella la llamamos Causa de nuestra alegría, porque es el tipo real y originario que la Iglesia nos da. María encarna nuestra esperanza, porque llevó en su seno la resurrección del mundo, Jesucristo. Creyó que el Reino de Dios vino a su pobre condición. Su verdad estaba en saberse amada de Dios y salvada por Él. Esta era la fuente de su fidelidad, de su espera y de su confianza.
Tenedla también vosotros en Cristo Resucitado. Él permanece, va con vosotros, ha muerto la muerte de cada hombre que cree en Él y le resucitará en el último día.
Cristo llevará a todo hombre que lo quiera a su plenitud y a la libertad de su ser. A todo lo oprimido, lo estropeado, lo corrompido, se dirige la nueva vida de su Resurrección. Nuestra tristeza tiene que convertirse en alegría, pero en una alegría indestructible que nadie nos podrá quitar. El hombre que cree en la Resurrección de Cristo tiene que plantear su vida desde el Sí a la acción renovadora. El mundo está deformado por nuestra culpa, pero Cristo nos lo ha vuelto a poner en las manos para que vuelva a hacerse bueno y justo. Y esto no con un entusiasmo enajenante o con programas perfeccionistas, sino con la gracia y la fidelidad a través del sufrimiento que es redentor.
El misterio del amor #
Cuando hablamos del amor de Dios, hablamos del misterio que es la raíz de la que brotan todos los demás. En realidad, sólo hay un único misterio: Dios, que es amor. Por ese amor, Dios ha decidido que el hombre y su tierra son tan importantes para Él que sobre esa base ha querido nuestra transformación en hijos suyos llamándonos a ser hermanos en Jesucristo. Cristo resucitado es nuestra alegría; si la escuchamos, nuestro corazón se llenará de gozo. Para ser sus testigos sólo hay un camino: amarnos como Él nos amó, hasta el punto de estar dispuestos a dar la vida por los hermanos. Este amor no puede ser de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad (1Jn 3, 18). Al amor de Dios ya no se puede renunciar, está en nuestra vida. «Quien ha conocido a Cristo no puede ya ser cristiano, sino cristiano o anticristiano». Esto es verdad para la conducta personal y para el pensamiento colectivo.
Cristo resucitado es el pan vivo bajado del cielo; si uno come ese pan, vivirá para siempre. La plenitud del sacrificio de Cristo se nos da en la Eucaristía. Tenéis necesidad vital de comer de ese pan para que Cristo vaya transformando toda vuestra mentalidad y vuestro vivir en el suyo. Acudid a Él, escuchad y acoged su palabra, ofreceos con Cristo, participad en su sacrificio. Sólo así podréis realizar la justicia y la paz.
Repetid las palabras ungidas y certeras del poeta:
«Transfigúrame.
Señor, transfigúrame.
Traspásame tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla,
en tu más alta catedral.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado...
Pues figura me hiciste y me parezco
a mí mismo en mi vitral naturaleza,
¡oh, mi hermano en María!, transfigúrame.
Pero a mí solo no...
Si acaso no te saben o te dudan
o te blasfeman, límpiales piadoso
como a Ti la Verónica, su frente,
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean. Señor, y te conozcan,
espéjate en su río subterráneo,
dibújate en su alma
sin quitarles la santa libertad
de ser uno por uno tan suyos, tan distintos.
Mira, Jesús, la adúltera, no aquella
de tus palabras con el dedo en tierra,
ésta de hoy aún es más desdichada
y no piedras la arrojan, sino aplausos y flores,
y la niega el esposo y vive de ella.
Hazla también mirarse en aguas vivas
y cumplirse en sí misma,
de su virtualidad ascender a virtud,
realidad de figura bañada en paz de gracia,
dispuesta a un recrear transverberado.
Y al violento homicida
y al mal ladrón y al rebelde soberbio
y a la horrenda –¡piedad!– madre desnaturada
y al teólogo necio que pretende
apresarte en su malla farisea
y al avaro de oídos tupidos y tapiados
y al sacrificador de rebaños humanos.
Y, sobre todo, no abandones
al más abyecto, al repugnante
–perdón ahora para mí, no puedo
remediarlo, pero por él te pido–,
al desagradecido...
Allégatele bien, que sienta
su corazón cobarde contra el tuyo,
coincidentes los dos en sólo un ritmo,
un ritmo y del envés ya a flor de flor,
su figura, su rostro limpidísimo»20.
Retorno a un ideal para nuestro tiempo:
la Virgen María #
Lo que os digo en esta carta, jóvenes, sobre la fuerza del cristianismo, el testimonio cristiano, las exigencias de la fe, el gozo y la alegría en Cristo resucitado, puede quedarse en simple y vano lenguaje, en pura retórica religiosa. Es menester dar un paso más, y, puesto que ahí está la verdad en que creemos, contemplarla con amor y hacerla vida. La juventud de hoy necesita tener un ideal grande y generoso. Queréis estar presentes en todas las causas y movimientos que buscan la transformación del mundo tratando de crear situaciones más justas en todos los campos. Lo peor es el desencanto que sufrís al ver cómo una vez tras otra se desvanecen vuestras ilusiones, porque terminan dominándolo todo la mentira y el egoísmo. Ni vosotros mismos, los jóvenes acusadores, escapáis a este dominio, y con frecuencia advertís en vuestras propias vidas que también vosotros sois mentirosos y egoístas, no sólo la sociedad contra la que queréis luchar.
¿Qué hacer entonces? ¿Sucumbir a la desesperación y el hastío y seguir arrastrándose por la vida pendientes de satisfacer el apetito de hoy para volver a tener hambre mañana?
Esto no es cristiano, ni siquiera humano. Es necesario que vuelva a oírse la voz de los que tienen fe y son capaces de orar, esperar siempre, a pesar de los pesares, y trabajar con amor por la redención de cada uno y la del mundo al que se pertenece. Esto no es posible sin una fuerte dosis de virtudes cristianas.
Y aquí es donde surge la misión providencial de María Santísima. Ella ha suscitado en cada época de la historia el deseo de alcanzar lo mejor, es decir, el ideal de la verdadera grandeza. Necesitamos que los jóvenes de hoy vuelvan a encontrarse con Ella y aprender de su magnífica humildad creadora los caminos que conducen a la plenitud anhelada. En este sentido, la Virgen María facilita, mejor que nadie, el alcance y la posesión del ideal supremo: Cristo.
De hecho, Su Santidad Pablo VI, buen conocedor de las necesidades del mundo moderno, escribe estas palabras como si quisiera indicar que la nueva primavera de la Iglesia ha de venir por medio de María:
«La Iglesia católica, basándose en su experiencia secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre hacia la conquista de su plenitud. Ella, la Mujer nueva, está junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente encuentra verdadera luz el misterio del hombre, como prenda y garantía de que en una simple creatura –es decir, en Ella– se ha realizado ya el proyecto de Dios en Cristo para la salvación de todo hombre. Al hombre contemporáneo, frecuentemente atormentado entre la angustia y la esperanza, postrado por la sensación de su limitación y asaltado por aspiraciones sin límite, turbado en el ánimo y dividido en el corazón, la mente suspendida por el enigma de la muerte, oprimido por la soledad mientras tiende hacia la comunión, presa de sentimientos, de náuseas y hastío, la Virgen, contemplada en su vicisitud evangélica y en la realidad ya conseguida en la Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea, de las perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la muerte»21.
1 Ch. Moeller, Literatura del siglo XX y cristianismo, I, Madrid6 1966, 20-21.
2 Cf. R. Guardini, La preocupación por el hombre,Madrid 1965, 48.
3 Pablo VI, Marialis cultus, 37.
4 J. Daniélou, El escándalo de la verdad, Madrid 1962, 181-182.
5 R. Guardini, Meditaciones teológicas, Madrid 1965, 724-726.
6 Julien Green, Testigo de lo invisible,en Charles Moeller Literatura del siglo XX y cristianismo,I Madrid6 1966, 424.
7 Pablo VI,Marialis cultus,57.
8 Cf. LG 62.
9 R. Guardini, Meditaciones teológicas,Madrid 1965, 720.
10 Pablo VI,Marialis cultus,35.
11 Cf. J. Daniélou, El escándalo de la verdad, Madrid 1962, 215.
12 G. Marcel, Être et avoir, París 1935, 30-31.
13 J. Daniélou,El escándalo de la verdad,Madrid 1962, 58.
14 Ibíd., 24.
15 Ibíd., 24-25.
16 León Felipe, Obras completas, Buenos Aires 1963, 82.
17 Ibíd., 35.
18 Gregorio Marañón,Los deberes olvidados,enObras completas,IX, 28-30.
19 G. Bernanos, Diario de un cura rural, Barcelona 1961, 5.
20 Gerardo Diego,Salmo de la transfiguración,enSegunda antología de sus versos,Madrid 1976, 102-105.
21 Pablo VI, Marialis cultus, 57.