Labor del sacerdote

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Labor del sacerdote

Exhortación pastoral, marzo de 1986: en Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo, febrero, 1986, 107-109.

Queridos diocesanos: Os escribo esta carta que os será leída en la Misa del domingo, día 16. Es el Día del Seminario, y todos debemos pensar en algo que es muy nuestro. El Seminario no interesa únicamente al Obispo, sino a toda la comunidad diocesana, a todos los Heles de todas las parroquias, a todos los miembros de todas las asociaciones cristianas, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

¿Qué hacen los sacerdotes? #

Pienso en los sacerdotes que yo he conocido en esta Diócesis de Toledo. En los que aquí había cuando yo vine en 1972, muchos de los cuales ya han desaparecido, y en los más jóvenes que se han ordenado a partir de esa fecha. Unos y otros forman lo que llamamos el presbiterio diocesano. Unos y otros, con distintos modos y estilos, actúan en nombre de Cristo y de la Iglesia para anunciar el Evangelio y para ofreceros a vosotros la palabra, los sacramentos, la vida de Jesús, el Salvador. Lo hacen de mil maneras, con su predicación, con la misa diaria, con su consejo, con su preocupación por los pobres, con su visita y atención a los enfermos y a los ancianos, con su disponibilidad total al servicio de vosotros en todo lo que pide una atención espiritual y religiosa constante y adecuada. Ellos son amigos de todos, de los niños, de los jóvenes, de los adultos, de los ancianos. No buscan nada para sí, fuera de lo necesario para vivir con decorosa dignidad. Muchos están completamente solos en su casa, porque no tienen a nadie que les acompañe o les atienda. Pero son sacerdotes del Señor, y en ello encuentran su paz y su alegría para seguir trabajando hoy en una parroquia, mañana en otra, en este o en aquel ministerio, el que les haya encomendado el propio Obispo.

Anunciar el Evangelio #

Todo eso que hace el sacerdote, lo mismo en tierras de misión que en otras de tan antigua tradición cristiana como la nuestra, está orientado hacia un fin único: Anunciar el Evangelio. Anunciarlo sin cesar, llamar a los hombres a que acepten la palabra de Dios, a la conversión, a la observancia de la ley divina, al conocimiento de Cristo Redentor, a buscar en Él y en la Iglesia el perdón de los pecados, la gracia que nos santifica, en una palabra, la vida eterna.

Los sacerdotes actúan y obran así porque quieren cumplir el mandato de Jesús: Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que creyere y se bautizare se salvará; pero el que no creyere será condenado (Mc 16,15-16).

Esta misión sacerdotal en el pueblo cristiano y sobre todos los que quieran escuchar su palabra es lo que entendemos por evangelización.

Vosotros, queridos hijos, los que formáis parte de las comunidades cristianas, también tenéis que evangelizar. Estáis bautizados, habéis sido confirmados en la fe, recibís de Cristo, por medio de la Iglesia, los dones divinos que nos dejó Él como herencia inmortal. Sois hijos de Dios. Si lo sois, tenéis que hacer lo que os pide vuestro Padre que está en el cielo, tal como nos lo ha manifestado su Hijo Santísimo.

No dejéis solos a los sacerdotes en su tarea de evangelizadores. Cumplid también vosotros con vuestros deberes de cristianos para que el Señor, Jesús, sea conocido y amado por todos los hombres. Uno de los mayores fallos de nuestro catolicismo está en pensar que sólo a los sacerdotes corresponde la misión de evangelizar. No. Corresponde a todos los cristianos.

Ayuda al Seminario #

La institución establecida para formar a los que han de ser sacerdotes es el Seminario. Es necesario, porque el sacerdote no se improvisa. Todo aspirante al sacerdocio ha de pasar mucho tiempo examinando su posible vocación, y preparándose para recibir un día el presbiterado que le capacita para enseñar, regir y santificar al pueblo de Dios en estrecha unión y dependencia de su Obispo.

En el Seminario es donde se preparan los que han de evangelizar como sacerdotes. Y sin estos principales evangelizadores, los demás, normalmente hablando, o no existen o dejan de existir.

Por esto, ayudar al Seminario no es sólo ofrecer una colaboración económica para que éste pueda seguir cumpliendo su misión como algo aparte y separado. Es mucho más. Es colaborar para que todos podamos seguir evangelizando con nuestra palabra y nuestra vida bajo la guía de los evangelizadores principales, los sacerdotes. Cuando éstos existen en número suficiente y con la debida preparación, todos los cristianos pueden cumplir mejor su deber de evangelizar.

En este sentido podemos decir que el Seminario es de todos y para todos.

Ayudar al Seminario es ayudaros a vosotros mismos como cristianos colaboradores del Evangelio.

Os pido que no miréis al Seminario como algo extraño y lejano. Es vuestro también. Interesaos por las vocaciones sacerdotales, rezad para que las haya y para que los jóvenes respondan. Ofreced también vuestros donativos generosos para que el Seminario o los Seminarios puedan subsistir dignamente y cubrir los gastos tan cuantiosos que cada año se originan.

Os bendigo a todos con mi más sincero afecto en el Señor.

Marzo, 1986.