María, Madre de la Iglesia

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María, Madre de la Iglesia

Prólogo de la obra del Dr. Juan Ordóñez Márquez, titulada «Mariología», 1986.

No dudo en calificar de extraordinario este libro del Dr. D. Juan Ordóñez, Canónigo de la Catedral de Sevilla, que nos ha ofrecido ya otras publicaciones igualmente notables sobre diversas cuestiones teológicas y litúrgicas. Su colaboración constante en el CETE –Centro de Estudios de Teología Espiritual de Toledo– me ha permitido apreciar el rigor y la profundidad de su formación, su capacidad para adentrarse en los grandes temas de la eclesiología del Vaticano II, y la certera orientación, que le guía en el tratamiento de ciertas cuestiones clave en la reflexión teológica de nuestros días. Al Dr. Ordóñez no se le podrá acusar nunca de ese fallo de los años del posconcilio, al que se referían los Padres sinodales en el último Sínodo extraordinario: “Quizá no estemos libres de toda responsabilidad de que, sobre todo los jóvenes miren críticamente a la Iglesia como una mera institución. ¿No les hemos dado ocasión, hablando demasiado de renovar las estructuras eclesiástica externas y poco de Dios y de Cristo?” (Relación final, n.4)

Este libro no es un tratado de Mariología sistemática según los esquemas tradicionales, ni un ensayo sobre determinados temas de actualidad en los estudios mariológicos. La intención del autor, al escribirlo, hubiera quedado más clara, si hubiese puesto como título de la obra, tal como era su deseo inicial, “María, Mater in Ecclesia”. Pero ha debido de optar por el que ahora aparece, atendiendo a razones evidentes de presentación y de más fácil inteligencia para aquellos sectores de la comunidad cristiana, que quieran reflexionar sobre la teología de la espiritualidad mariana.

Maternidad plena de María. La palabra “plena” tiene en la obra un significado, que hay que subrayar. Se refiere al acontecimiento permanente de la maternidad de María en el misterio de la Redención, con idéntico alcance al que desde su mismo título aparece en el capítulo VIII de la Constitución Dogmática Lumen gentium del Concilio Vaticano II. María es Madre y sigue siéndolo. Es la suya una maternidad “soteriológica”, permanentemente abierta y eficaz por la cooperación prestada en la realización y en la aplicación de la obra redentora. Como algo inseparable del misterio de Cristo, y porque Dios lo ha querido así, aparece y aparecerá siempre la Maternidad divina: la Maternidad espiritual de María –según la tímida expresión de la Mariología tradicional–; la Mediación corredentora en todo su dinamismo salvífico y, por lo mismo, la dimensión eclesiológica de la misión maternal de María.

Por todo lo cual, cabe afirmar que la obra trata de estudiar por primera vez –tal puede ser su originalidad– y profundizar en lo que, con expresión feliz, el Concilio calificó de “maternum munus” (ministerio o misión maternal de María en la historia de la salvación: Lumen gentium, n.60). El mismo Concilio especifica que este tema “maternum munus” es una realidad “indeficienter perseverans’’ (Lumen gentium, n.62).

El hilo conductor de la obra es la conciencia mariana de la Iglesia, tal como el Concilio quiso presentarla en el Capítulo VIII de la Constitución Lumen gentium, conciencia cada vez más rica y profunda y más capacitada pedagógicamente para hacer entender el misterio mismo de la Iglesia. Y, sobre todo, la enorme incidencia que esta “conciencia mariana” ha venido a tener en la renovación litúrgica promovida y verificada según “la lógica del Concilio”.

Como ya advertía magisterialmente Pablo VI en su Exhortación Apostólica Marialis cultus, es en la liturgia –la “vida espiritual” permanente de la Iglesia– donde el “ministerio maternal de María” sigue teniendo su verificación más lograda. No sólo como modelo perfecto de actitudes vivenciales para el culto y la receptividad de la obra sacramental de la redención aplicada (cf. Marialis cultus 16-21), sino en cuanto la maternidad de María, unida indisolublemente al acontecimiento de la Redención, no puede ser ajena a la celebración auténtica de la historia de la salvación tal como la vive, la proclama y la actualiza la Iglesia en su liturgia. Es precisamente en y a través de los ministerios litúrgicos, donde María contribuye con su maternidad abierta y permanente a la “educación y santificación de los fieles” (Cf. Lumen gentium 63; Marialis cultus 28). Por ello, sigue diciendo Pablo VI, la piedad litúrgica hacia la Santísima Virgen es “un elemento intrínseco del culto cristiano” (Marialis cultus 56).

La mayor actualidad y originalidad de la obra consiste en el análisis teológico y litúrgico, con que, en su segunda parte, a partir del capítulo, se desarrolla sistemáticamente “la conciencia mariana” de la Iglesia, tan perceptible en la liturgia renovada del posconcilio. Los mismos títulos de los capítulos son suficientemente indicativos: Ministerio maternal de María en la liturgia cristiana (cap. VI); Adviento mariano: Espiritualidad de disponibilidad para Cristo (cap. VII); Navidad, experiencia mariana del misterio del Emmanuel (cap. VIII); Período cuaresmal: Maternidad educadora para la Pascua (cap. IX); Período Pascual: Maternidad inagotablemente eclesiógena (cap. X). Un último capítulo expone los contenidos marianos y mariológicos de las anáforas, como momento culminante en el “cristocentrismo eucarístico” de la Iglesia; y la “maternidad eclesial” de María en el santoral y en la liturgia cotidiana.

A este “itinerario de espiritualidad mariana” en la vida cristiana, en sintonía con la vida espiritual de la Iglesia, precede en la obra un conjunto de capítulos densamente mariológicos, que le sirven de fundamentación bíblica y teológica. El primero de ellos analiza y presenta las líneas maestras, que el Concilio Vaticano II ha señalado a la Mariología, al centrarla en su dimensión de “teología de la Maternidad plena y permanente de María en la historia de la salvación”. Tema que se desarrolla más pormenorizadamente en los que siguen acerca de María en las fuentes de la existencia cristiana (cap. II); María en los orígenes del misterio del Cuerpo Místico (cap. III); la correlación entre la acción permanente del Espíritu Santo en la Iglesia y la Maternidad plena de María (cap. IV); más un estudio amplio de la “Mediación multiforme de la Maternidad plena de María en la economía de la Redención” (cap. V). Este último es el capítulo central de toda la obra. Los que le preceden son fundamento indispensable para entender éste; los que le siguen, exponen la aplicación práctica de su rico contenido según el ritmo de la vida litúrgica de la Iglesia.

Como epílogo, la obra se corona con el texto del nuevo Prefacio, que sobre esta Maternidad plena y permanente de María nos ha regalado la reforma litúrgica para la celebración activa de “Santa María Virgen, Madre de la Iglesia”. Una de las mejores piezas de reciente composición, que han venido a enriquecer la liturgia posconciliar; y, sin duda, la más alta expresión del magisterio mariológico ordinario de la Iglesia orante. En nuestro caso, es como una síntesis de toda la obra.

Desde el punto de vista pastoral, la obra que presentamos, puede servir muy eficazmente para iluminar la piedad mariana, irrenunciable en la existencia cristiana y en el progreso de la auténtica espiritualidad personal y eclesial.

Y más concretamente, para ilustrar, enriquecer, y, eventualmente corregir y purificar el precioso legado de la religiosidad popular en relación con la Virgen María, tan valorado por nuestras comunidades cristianas, aunque no siempre suficientemente fundamentado, ni integrado en la conciencia mariana de la Iglesia posconciliar.

Si en España, y particularmente en Andalucía, donde florecen con tanta vitalidad de sentimientos las cofradías y asociaciones marianas, se lograse esta deseada integración, se habría prestado un servicio impagable a la educación cristiana de nuestro pueblo y a la consolidación de su fe católica, hoy tan amenazada y en peligro de que pueda reducirse a una expresión meramente culturalista y folklórica de desordenadas y anárquicas vivencias humanas y religiosas. Es la hora de instruir y educar. Este libro del Dr. Ordóñez, bien asimilado y explicado por los sacerdotes y demás agentes de pastoral, podría ser como un Catecismo Mayor y un prontuario de auténtica espiritualidad mariana, que alimentaría el alma del pueblo y le ayudaría a dar razón de su fe y su esperanza.

Felicito por último a la Caja de Ahorros de Córdoba, porque, al patrocinar la edición de esta obra, colabora a una empresa cultural de primer orden. Ayudar a un pueblo cristiano a mantener su fe y su sentido de la vida, porque quiere conservarlos, también es promover y difundir la auténtica cultura.

Toledo, 15 de agosto de 1986,
Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo
y Fiesta de Nuestra Señora del Sagrario.