Sobre la próxima inauguración del Seminario Menor de La Bañeza

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Sobre la próxima inauguración del Seminario Menor de La Bañeza

Discurso pronunciado por don Marcelo González Martín, obispo de Astorga, en el cine California. La Bañeza, el 9 de julio de 1961. Texto íntegro en el Boletín Oficial del Obispado de Astorga, septiembre de 1961, 326-341.

Ilmo. Sr. Alcalde; señores sacerdotes; señoras y señores:

Debo confesar, y ello no por cumplir con un deber de cortesía, que la cordialidad de La Bañeza es contagiosa. Sabéis dar confianza, lo cual es ciertamente privilegio reservado a muy pocas personas, a muy pocas colectividades. Explicable es el que una persona, dotada por Dios de rico carácter, sepa manifestarse en su relación con cordialidad y simpatía; pero es también en extremo frecuente el que, cuando esas personas así dotadas se agregan a las colectividades, se oscurecen y sus talentos personales se diluyen en el anónimo y así, aun encontrándonos con temperamentos ricos en cualidades humanas, la colectividad es distinta. Aquí no sucede de este modo. Lo he percibido desde el primer día en que hice la entrada oficial en La Bañeza. Lo he vuelto a percibir en una breve reunión que tuve el otro día con las autoridades civiles y religiosas y algunas personas representativas de asociaciones y otros aspectos de la vida de la ciudad. Y lo percibo ahora claramente en esta presencia numerosa y nutrida con que vosotros me ofrecéis desde el primer instante un obsequio que no agradeceré nunca suficientemente. Como sabéis dar confianza, resulta que aquel a quien se la dais, la toma y también viene a ofreceros la suya. Y con la confianza recíproca, justa reciprocidad de sentimientos, viene a hablar de las preocupaciones que llenan su alma; en un tono muy sencillo, como podría hacerlo un padre con sus hijos, o si queréis, ¿me permitís que lo diga al menos esta vez?, como un justo obsequio que yo os hago a vuestra simpatía desposeyéndome por un momento de mi dignidad episcopal. Pues vengo a hacerlo aún más: como un amigo con sus amigos.

Importancia del Seminario #

De verdad os lo digo. Es lógico que a un obispo le preocupe grandemente el problema del seminario. En torno a él puede decirse que circula el torrente vital de la diócesis. Es el corazón de la vida diocesana. Y por eso más que ninguna otra obra ha de llegar a su alma y al sentirla llena de tal legitima preocupación, hacer participe de estas mismas preocupaciones a aquellos con quienes se considera intima y fuertemente unido. Es un hecho ya. Ahí se levanta ese Seminario; grandioso edificio rojo por su ladrillo, blanco por su cal, azul por su significación, vibrante por toda la fuerza espiritual que por él va a circular. Un foco de acción cultural, un centro de vida eclesiástica, una escuela de ciudadanía. Todo eso va a ser el Seminario de La Bañeza. Me consta, y ello es perfectamente lógico, que en los primeros pasos que se dieron. La Bañeza no percibió toda la importancia que esto podía tener. Y pasó muy poco tiempo y me consta igualmente que la ciudad entera de La Bañeza se compenetró con la obra que aquí se proyectaba y enseguida apareció una corriente de simpática adhesión, y lo que es mas de agradecer todavía, una reflexión consciente, en virtud de la cual los hombres y mujeres que saben pensar, se daban cuenta y percibían la importancia trascendental que ese edificio, que entonces se empezaba a construir, iba a tener. Pequeños incidentes, que no tienen importancia alguna, han podido en algún momento originar dificultades. Carecen de importancia y el Obispo que ahora rige los destinos de esta Diócesis, el que menos ha hecho desde luego por las obras del Seminario, no se la ha concedido nunca. Porque el cúmulo de disposiciones de simpatía y adhesión cordial era tan fuerte y arrollador, que estaba seguro desaparecerían como una nubecilla en torno al sol esplendoroso que brillaba en el firmamento de vuestra vida ciudadana, fruto derivado de las manifestaciones constantes que los Obispos anteriores, y yo también, hemos podido recoger en las autoridades y en el pueblo entero de La Bañeza con respecto a la importancia que el seminario iba a tener.

Inauguración del Seminario #

Es un hecho ya, y se va a inaugurar en octubre. Yo tenía el pensamiento. y os lo confío aquí, en la intimidad de esta reunión, porque he dicho que me colocaba en actitud de amigo que habla con sus amigos, de hacer en octubre una inauguración solemnísima; tan solemne, que por querer hacerla en octubre tendría que haberse hecho en septiembre, y espero que esta frase será suficiente para que comprendáis cuál era la intención que me movía. Una inauguración en octubre que había de hacerse en septiembre con motivo del viaje que por estas tierras hace quien en España ostenta hoy la Jefatura del Estado.

Pero no van a estar completamente terminadas las obras para esa fecha, y por ello, nos reservamos sencillamente aplazar esta decisión, en ningún modo prescindir de ella. Ya sabéis cuántas veces sucede que en edificios oficiales se hacen también inauguraciones solemnísimas, aunque lleven ya un año de vida. Por lo cual, aun cuando a lo largo del próximo curso pudiéramos conseguir muy bien que vinieran aquí las más altas jerarquías nacionales del orden civil y eclesiástico, todavía vuestro Obispo, y en esto creo que también compartís vosotros su deseo, abriga la ilusión de que mejor que la presencia de esas jerarquías. a las que también invitaremos, es preferible todavía esperar un año a que otra vez se produzca ese viaje y por el mismo pueda pasar la persona cuya presencia deseamos ver aquí todos cuantos amamos a La Bañeza. Vamos, pues, a esperar un poco; a hacer que el edificio esté totalmente terminado; que la vida se organice plenamente en él y que las cosas puedan hacerse con el orden, con la reflexión y con la organización debida, como corresponde a una solemnidad de tan alta categoría como es la que deseamos.

Su influencia en La Bañeza y fuera de ella #

El Seminario de La Bañeza empezará su vida en el próximo mes de octubre. Maravillosa vida le espera. No va a ser nuevo únicamente por sus nuevos materiales; también lo ha de ser por la ilusión enorme con que todos cuantos vamos a trabajar en él empezaremos desde el primer día a poner manos a la obra. Nos interesa mucho, sin que con esto quiera desestimar nada de cuanto se ha hecho, elevar el nivel de la formación de los seminaristas y de la vida de los sacerdotes en todos los órdenes. Ya no bastaba ese viejo edificio del Seminario de Astorga, se necesitaba algo completamente nuevo, y Dios ha permitido que ahora podamos contemplar gozosos su realidad. Va a tener una influencia decisiva, en primer lugar, para La Bañeza; no lo dudéis. La presencia aquí de cuatrocientos o quinientos seminaristas se hará sentir, aun cuando ellos vivan la mayor parte de su vida retirados en el interior del Seminario; la presencia dentro del mismo de catorce o veinte profesores. dedicados principalmente, pero no exclusivamente, a la vida del Seminario, servirá también para extender su influencia cultural y apostólica por todos los sectores de la vida de La Bañeza. Yo aspiro a que ese equipo de sacerdotes, –van a venir los mejores con que contamos–, sacerdotes jóvenes formados en Roma, en Comillas o en Salamanca, que van a estar ahí, cumplidas sus tareas docentes y educativas en la vida del Seminario, derramen también su beneficiosa labor sobre múltiples aspectos de la vida ciudadana y religiosa de La Bañeza. Veréis cómo se notará su influencia dentro de poco. Y esto no con ánimo de invadir jurisdicciones que no nos pertenecen, sino sencillamente de unir más nuestras fuerzas para hacer el mayor bien. En esos apartados barrios de La Bañeza, donde hay gentes humildes viviendo en condiciones tristes, tiene que notarse la influencia del Seminario y de sus profesores y de sus seminaristas, para, en unión de toda la ciudad, realizar aquí obras de caridad social que sirvan para elevar el nivel en todos los órdenes.

Y se extenderá a toda la Diócesis. Por lo mismo que ese Seminario de Astorga. como os decía, venía siendo insuficiente en los últimos años, como consecuencia del número crecido de vocaciones, la vida allí se ha hecho particularmente difícil, y se resentían ciertos aspectos vitales de la formación, los cuales son después un grave lastre en la vida del futuro sacerdote. Eliminado ese inconveniente, yo preveo un porvenir magnífico, porque los cinco o seis años que estén aquí los seminaristas para después pasar al Seminario Mayor, les van a servir para adquirir una formación completa, de la cual se derivarán para todas las zonas de la Diócesis inmensos beneficios. No solamente en la Diócesis. La Bañeza va a influir, como consecuencia de su Seminario, en toda España y pensad que no digo ninguna exageración con estas palabras. Sucede, y es un hecho históricamente comprobado, que la Diócesis de Astorga por estar enclavada en una tierra que. al menos espiritualmente, es rica (también en lo material lo es en algunas zonas), Astorga, digo, envía sacerdotes a todas partes.

En el episcopado, en el Tribunal de la Rota, en universidades e institutos, en casi todas las catedrales de España, en las altas jerarquías del clero castrense, nos encontramos con sacerdotes originarios de la Diócesis de Astorga. Quizá sea ésta, con Navarra y las Vascongadas, la de mayor número de vocaciones sacerdotales. Y por lo mismo hace que sacerdotes hijos suyos extiendan su apostolado magnífico por todo el ámbito nacional. Ahora bien, lo extenderán mejor como consecuencia. digo, de este avance que lograremos en su formación eclesiástica, derivado del problema del Seminario ya resuelto en La Bañeza. Aún más; –y sigo siendo exacto en mi apreciación– confío en que no solamente España, sino el mundo entero va a recibir, en la modesta medida en que una extensión tan grande puede recibir influencias de una zona tan pequeña, va a recibir los resultados enormemente beneficiosos de esta labor. Porque, y ello es también una manifestación de ese carácter universalista del sacerdocio de Astorga, en América, en Alemania, entre los emigrantes en esta nación, en Roma, en el mar, dedicados al apostolado en los buques que navegan por todas las aguas, nos encontramos con que hay más de veinticinco sacerdotes de la Diócesis en este momento actual, los cuales al Seminario de Astorga deben su formación y ello es un motivo de satisfacción para su Obispo y también para la Diócesis. No pasan seis meses sin que de cada uno de ellos se reciban cartas en la Curia episcopal manifestando al mismo tiempo que el gozo con que realizan su labor de apostolado, la satisfacción y la alegría con que recuerdan al Seminario donde ellos se educaron. A partir de ahora esos sacerdotes que seguirán esparciéndose por el mundo, no hablarán únicamente de Astorga, tendrán que hablar también de las verdes campiñas de esta tierra de La Bañeza. en las cuales el Seminario Menor les acogió, para depositar en su alma la semilla que después ha crecido y a lo largo, primero de los estudios humanísticos, y luego los de filosofía y teología, hizo de ellos apóstoles del bien para ir sembrándolo por donde quiera que se encuentren.

Ayuda del Estado a la Iglesia en España #

Está a la vista el entusiasmo colectivo por una obra que ha entrado ya en el corazón de todos los bañezanos. Lo importante es completarla, sacarla adelante y hacerla viable en todos los aspectos de su vida, lo más rápidamente posible. Y aquí es donde tengo que dirigirme a vosotros con la confianza con que desde el principio os he anunciado que iba a hablaros y en la seguridad de que vais a interpretar bien mis palabras. No digáis, no penséis (lo advierto por si hubiera alguno demasiado avisado de juicio y de criterio), que las palabras del principio han sido una suave y cortés introducción para venir después a pedir un donativo. No se trata de eso, no. No trato de exigir nada ni a nadie. Trato de reunirnos en familia y de compartir mutuamente preocupaciones y desvelos, y ver qué podemos hacer para que la obra salga adelante. Lo que voy a pedir no agobiará a nadie en absoluto, a nadie. Sencillamente servirá para ofrecerle la oportunidad de sentir una honda satisfacción, ya que se le ofrecerá la posibilidad de contribuir a una obra tan provechosa. Mirad. Hoy la Diócesis, –os lo digo con toda sinceridad, queridos hijos y amigos–, está exhausta. Ha invertido todo el dinero que tenia en la construcción del Seminario. No os extrañéis de esto. Y ya sé que muchas veces se habla de la Iglesia y de los sacerdotes y lo normal es hablar de ellos con inexactitud. Pero cuando se conoce con detenimiento y de cerca la situación real de la Iglesia en cada diócesis, las perspectivas cambian en el enjuiciamiento y en el criterio de los hombres. Y aquí tenemos que hablar con toda seriedad. Mirad, el Estado, como sabéis, ayuda al sostenimiento de los sacerdotes como consecuencia del Concordato. Ello no es únicamente en esta época que estamos viviendo, en el Régimen actual; también sucedía en el siglo anterior en virtud de los acuerdos que se tomaron cuando se llegó a la determinación de que el Estado devolviera de algún modo a la Iglesia los bienes que a ésta le habían sido arrebatados.

Cada sacerdote recibe una retribución. Bien, ¿sabéis lo que es la paga de un párroco en el momento actual? Mil cuatrocientas diez pesetas mensuales. Esto es lo que cobra un párroco. ¿Y un coadjutor? Mil doscientas ochenta y cinco pesetas. Estas son las pagas del clero.

Cómo se forma el capital de Congregaciones y Diócesis #

La gente comenta mucho, al decir la gente, lo digo en ese tono en que merece ser dicho, puesto que la palabra tiene fácilmente un sentido despectivo, ya que ese comentario que hacen tan ligero, con referencia a estas cuestiones, no merece ser más que despreciado. Y hablan calumniosamente de las riquezas del clero y de las riquezas de la Iglesia. Debemos confesar que sí, que a veces hay propiedades, no riquezas, ¿sabéis por qué? Por el modo de vivir de sus ministros, en primer lugar; por las donaciones de los fieles y por la organización tan sabia que rige y preside su marcha social en el mundo. Su administración es muy seria y prudente. Por eso es posible que una orden religiosa, por el trabajo de sus miembros y por la vida modesta que lleva cada uno en particular, o una diócesis, al cabo del tiempo vayan formando un capital, no para poseer, sino para hacer el bien.

Concretamente en la Diócesis este capital puede formarse y se forma de la siguiente manera: (creo que estas confidencias que os estoy haciendo justifican plenamente la veracidad de mi afirmación del principio, de que os iba a hablar con toda confianza. Me interesa además que el pueblo cristiano lo sepa). El Estado asigna una cantidad según el número de parroquias existentes. Pero como suele suceder que no hay sacerdotes para cada parroquia, viene a resultar que un sacerdote atiende, además de su parroquia, otras dos o tres, sobre todo si son de pueblos pequeños, cosa que ocurre en el ambiente rural de la Diócesis de Astorga. Pues bien, el Estado sigue pagando a esas parroquias lo mismo si tienen párroco que si no lo tienen; pero estos sacerdotes. conviene que lo sepa el pueblo cristiano, que sirven dos pueblos, o tres, además de su propia parroquia, por esos otros servicios que hacen no cobran ya la paga y nos encontramos hoy, detalle maravillosamente heroico, con muchos sacerdotes astorganos que, en zonas difíciles, muy difíciles, de la Cabrera, o de las montañas del Bierzo, están atendiendo tres y aun cuatro pueblos y cobran su paga de párroco por el pueblo en que están en propiedad, pero por cada uno de los otros servicios el que más, cuatrocientas pesetas, señores, y hay quien está cobrando doscientas pesetas. Lo demás, lo deja el sacerdote de esta Diócesis, como los de las demás de España, en beneficio de la colectividad diocesana, para que la curia pueda seguir construyendo iglesias y seminarios, y dotando de los servicios indispensables que la organización de la vida religiosa requiere en toda la geografía de la Diócesis. Por consiguiente, es el sacrificio de los sacerdotes el primero que contribuye a formar ese fondo diocesano que es el que permite realizar obras, cuando las circunstancias nos hacen ver que son necesarias. Y ello es lo que ha permitido el que el Seminario de La Bañeza se haya levantado.

Con qué fondos se ha construido el Seminario de La Bañeza #

Desde el año mil novecientos cincuenta y ocho en que se reanudaron las obras al ritmo actual, la Diócesis ha invertido en el Seminario de La Bañeza veintidós millones quinientas mil pesetas. Del Estado, como ayuda, hemos recibido un millón cien mil en estos años. Por consiguiente, la diferencia la ha puesto la Diócesis como fruto del sacrificio de los sacerdotes y como fruto de las Campañas pro-Seminario que el día de San José se celebran, en las cuales todos los diocesanos aportan su donativo también para la misma finalidad.

Esta es la verdad de los hechos, de la cual vuestro Obispo certifica con su palabra de honor, que al mismo tiempo es sagrada.

Urge hacer otras obras

Bien. Pero podría alguien decir: de la misma manera que se va disponiendo de ese dinero hasta aquí, que en el futuro se siga usando igual y ya se pagará todo lo que haya que pagar. Evidentemente, si Dios nos da salud, ya saldremos al paso de todas las deudas con el discurrir del tiempo, incluso con el crédito de cinco millones que hemos tenido que concertar. Pero es que mientras tanto, urge hacer otras cosas, queridos hijos. Si leéis el Boletín de la Diócesis de este mismo mes, veréis cómo ha aparecido un Decreto creando en Ponferrada dos parroquias más de las que había. No es posible que nos contentemos en Ponferrada, dado el problema social tan grave que hay allí, con las tres parroquias existentes: La Encina, San Pedro y Flores del Sil. No es posible. Había que crear otras dos o más, y acabamos de crearlas; una de ellas en un suburbio alejado de Ponferrada que llaman Cuatro Vientos. Vamos a comprar el solar en estos mismos días, y ya he dicho al sacerdote que ha de ir allí: con el solar y un barracón Vd. empieza. Y si es preciso vivirá Vd. en otro barracón, y si tiene que ir allí a darle la tuerza y el calor de su protección el Obispo, irá a vivir con usted también.

Lo que no podemos es seguir con los brazos cruzados, diciendo que allí hay zonas inmensas y núcleos de obreros muy grandes desatendidos en el orden religioso. Allí hay que construir pronto una iglesia como sea; y colegios, y guardería infantil y viviendas. Del mismo modo en Cubillos del Sil, otro pueblo en donde hoy, como consecuencia de las obras que se están haciendo, se hace necesaria una labor social gigantesca, por lo cual se va a tomar ya la decisión de empezar un Centro parroquial con guardería infantil, y con escuela, para los hijos de los obreros, que nos va a costar cuatrocientas mil pesetas.

Dentro del mismo Ponferrada, en Flores del Sil, inauguraremos enseguida, y lo habréis leído en la prensa, la guardería infantil que estamos montando.

Lo mismo que digo de estas zonas, igual de esas otras que se extienden por las montañas del Bierzo. A todas partes hemos de llegar con nuestra presencia; porque estamos viviendo un momento, y vosotros lo reconocéis así, en que el sacerdote y los religiosos no podemos contentarnos con vivir en las grandes o pequeñas ciudades donde la vida de civilización y de cultura está lograda. Tenemos que ir a los sitios más apartados y entregarnos allí con todo sacrificio a compartir las penas y alegrías de los que sufren, para de verdad dar un testimonio de que la Iglesia, en nuestros tiempos, igual que siempre, es la que tiene el corazón abierto, como Cristo abrió sus brazos en la cruz para ofrecer a los hombres el beneficio y el consuelo de su doctrina y de su amor. Tenemos que ir por todas partes haciendo obras de éstas. Y por eso yo quisiera cuanto antes salvar la deuda que tenemos contraída en el Seminario de La Bañeza.

Ayudad a vuestro Obispo #

Por lo mismo os pido vuestra ayuda, queridos hijos, puesto que sois los que de una manera más directa vais a sentir el legítimo orgullo de poseer aquí esta obra de tanta trascendencia en la vida diocesana. Ayudad en este momento a vuestro Obispo. No quiero que nadie se agobie. Nada de grandes cantidades que puedan perturbar la economía de un presupuesto familiar; no, no. Al contrario, que lo que se dé se haga con facilidad, aunque sea con un poco de sacrificio, pero con esa generosidad del que sabe que contribuye a una causa maravillosamente buena. Trato de ver si es posible costear entre todos lo que hayamos de invertir en mobiliario, por ejemplo, para la capilla: objetos litúrgicos, altar, cálices, ornamentos, bancos; en mesas, pupitres, estanterías para bibliotecas; en los dormitorios, la celda de cada seminarista, etc., valorar cada una de estas cosas y publicarlo en una hojita y distribuirla para que cada familia o cada persona o cada entidad religiosa o civil o cada gremio profesional, en la forma en que cada uno quiera, vea con qué cantidad pueden contribuir.

Nos gustaría mucho, si la modestia del donante nos lo permite, grabar su nombre allí, bien sea en la pared de la celda, bien en el pie del cáliz o cosido al ornamento, para que constantemente aparezca memoria y recuerdo del que ha hecho la donación, y los seminaristas puedan, aunque ello no sería necesario como estimulo, tener a la vista algo que de manera urgente les esté recordando lo que han hecho por ellos y de esa manera paguen ya desde ahora, de la única manera con que ellos pueden pagar: con sus oraciones al Señor por la persona, familia o grupo que hizo aquella donación. Esta sería, a mi juicio la forma más práctica de conseguir la ayuda que vamos buscando.

Como veis, de este modo se establece una norma dentro de la cual caben todas las categorías y todos los donativos. Yo únicamente quiero deciros una cosa; no he conocido a nadie en mi vida que se haya arruinado por hacer obras de caridad; jamás. Sí que he conocido algunos que, viviendo en la cumbre de las situaciones más afortunadas, pero siendo al mismo tiempo la encarnación del egoísmo, de la noche a la mañana se vieron completamente desposeídos por uno de esos azares de la fortuna, que tan frecuentemente se producen en la vida de los hombres. Estoy convencido de que cuando el hombre es más generoso, Dios más le ayuda, la sociedad se lo agradece, y él dentro de su alma siente la inmensa satisfacción de haber contribuido al bien en esa escala tan hermosa y tan profunda como puede ser concretamente en el caso que nos mueve, la formación de un sacerdote.

La obra del sacerdote es maravillosa #

Porque, mirad, queridos amigos: nosotros tenemos defectos, es verdad; muchas veces, graves. Al recibir la ordenación sacerdotal no nos cambian la naturaleza humana, la arrastramos también como los demás, hasta que salimos de este mundo, con su peso y sus deficiencias. Quisiéramos en todo momento ser buenos, dar ejemplo, cumplir esmeradamente con nuestro deber, alguna vez no lo hacemos y ello da motivo a que aparezcan escándalos. Pero aún así, ¿quién se atreverá a negar, si quiere ser justo, el hecho de que el sacerdote sigue siendo hoy en el siglo XX, como lo ha sido por siempre, la palanca moral con que el espíritu de los hombres y de las familias se mueve en el mundo, en medio de las tribulaciones, en medio de odios y rencores que tantas veces envenenan nuestra existencia? A pesar de todos nuestros defectos, la obra que el sacerdote realiza en el mundo es maravillosa; es indispensable. ¿Por qué? Porque sucede, por ejemplo, que, según una estadística reciente, el libro más leído en el mundo de hoy, a pesar del materialismo reinante, es la Biblia. ¿Por qué? Porque el espíritu del hombre necesita de Dios. Pues el sacerdote es el que lleva a Dios. Por ejemplo, ese novelista argentino muerto bien recientemente, Enrique Larreta, cuando hace cuatro años estuvo por última vez en España, visita al Obispo de Ávila y al decirle éste que le recomendaba y le rogaba que de su novela «La gloria de Don Ramiro», retirase algunas escenas que aparecían con un fondo auténticamente inmoral, este hombre, cuyo prestigio literario era mundialmente reconocido, humildemente inclina su frente ante el Obispo de Ávila y le dice: «Tiene razón y voy a dar orden a Espasa-Calpe, de que de la próxima edición retire esos pasajes que entonces escribí».

Señoras y señores; en el atardecer de la existencia, cuando cada uno se da cuenta de que su vida termina, allá en el fondo de su corazón oye como una música que es la música de un desterrado; es la música del alma que viene directamente del cielo donde habita Dios. Cuando han pasado ya las épocas del hervor de las pasiones, en esos años finales en que uno anhela encontrarse con la verdad, después de tanto desengaño obtenido en la vida, se da cuenta de que aquí abajo en el mundo hay pocas cosas que merezcan la pena. Ese hombre, al final de su existencia, con más experiencia y sabiduría, piensa de otra manera a como pensó en su juventud; sabe que con sólo satisfacer sus instintos pasionales, no se logra la paz del corazón: que con el dinero no se logra la alegría del alma; que con las guerras y discordias familiares no se logra el triunfo que el espíritu reclama: pero sí se logra con la paz de conciencia, con la visión de la eternidad y con la seguridad de haber obrado bien en las ocasiones que Dios le puso en la mano.

La vida se nos pasa muy pronto, y Dios nos ofrece ahora una de esas oportunidades de hacer el bien. Yo pienso que llegará también un instante, en que estos sacerdotes formados en La Bañeza se extiendan por todo el mundo y unos serán misioneros en una orden religiosa, otros serán párrocos en esta Diócesis de Astorga: aquél seguirá haciendo su apostolado por los caminos infinitos del mar; este otro estudiará en la universidad, tendrá cincuenta, sesenta, setenta años y cuando les llegue también el atardecer de su vida, estos hombres colocados en las más diversas situaciones a que el apostolado les llevó, al evocar los recuerdos de su infancia, pensarán también en aquel Seminario de La Bañeza, donde transcurrieron los años más felices de su niñez, gracias a que una ciudad en donde el Seminario hubo de ser construido, comprendió la importancia que tenía y abrió sus brazos y su corazón para hacer posible que el proyecto fuese realidad inmediata. Esos sacerdotes, esparcidos, digo, por todos los caminos del mundo, serán un tributo silencioso y heroico a la memoria vuestra, cuando vosotros hayáis desaparecido como nosotros habremos desaparecido también. Pero su labor no desaparecerá y donde quiera que se muevan, sembrarán la semilla del bien y allí habrá algo de vuestro corazón y de vuestras manos, sencillamente porque hoy ha habido algo de vuestra simpatía y de vuestra adhesión cordial.

Dos nobles ejemplos #

Yo no os pido más, queridos amigos; vosotros tenéis la palabra. Pero no he de terminar sin referirme a dos episodios de índole particular, aunque profundamente significativos. Y uno de ellos es el que me ofrecen los ex-seminaristas de La Bañeza y de esta zona, los cuales se han reunido y están dispuestos a aportar una notable cantidad con el fin de que sirva, detalle magnífico de delicadeza, ¡no ha desaparecido de vuestras almas de jóvenes o de hombres lanzados por los caminos del mundo, el fervor espiritual que un día pudisteis captar en el Seminario!, con el fin. dicen, de que sirva ese dinero para adquirir la custodia en donde ha de hacerse la Exposición del Santísimo Sacramento. Magnífico detalle. Juntos se encontrarán los seminaristas de hoy, los seminaristas de antaño que dejaron de serlo, y los que puedan serlo en el futuro, juntos como granos de trigo en la Hostia, en la presencia del Señor que a todos nos mueve con el mismo amor.

Y junto a este detalle, otro que deseo hacer público también en La Bañeza, como manifestación de que el Obispo y la Curia diocesana no tratan de crear dificultades a nadie; al contrario, buscan en todo momento la comprensión y la cordialidad y desean que las cosas se resuelvan con el mejor de los acuerdos. Doy gracias a don Claudio Valencia, el cual ha permitido que se hayan ocupado sus terrenos y después de pagárselos dignamente, pero sin exceso, hace un donativo de diez mil pesetas.

He tenido particular interés en que esto se hiciera público precisamente, porque hubieran podido existir antes comentarios que para mí siempre carecieron de fundamento, y desde el momento en que he hablado con ellos no he visto más que una buena voluntad y un deseo magnífico de concordia. No es extraño que fuera así siendo vecinos y habitantes de La Bañeza.

Y nada más, queridos hijos y amigos. Ahora el Seminario se pondrá en marcha, y después ya veréis, cómo desaparecida esa preocupación de mi alma, nos volveremos a reunir con alegría, con generosidad y con ese estilo elegante con que sabéis hacerlo. Habrá nuevos donativos para hacer obras en favor de los pobres, en favor de los que sufren, obras de tipo social que contribuyan en todos los ambientes de la vida ciudadana de La Bañeza a engrandecerla más y más, para que sea un ejemplo para las generaciones venideras de cómo los que formaban la actual han sabido comportarse en orden a los grandes ideales.