Presentación del folleto «Un sacerdote mártir, Federico Martínez Uriarte», escrito por el P. Constantino Martínez, 1988.
He leído el folleto titulado Un sacerdote mártir, Federico Martínez Uriarte, escrito por el P. Constantino Martínez, O.P., en el que se contienen las notas biográficas, que hacen referencia al sacerdote de ese nombre, nacido en 1898 y muerto víctima de la persecución religiosa en 1936. Pienso que se trata de un sacerdote ejemplar, en el que brillaron grandes virtudes.
Se distinguió ya como seminarista por su piedad, obediencia y abnegación.
Ordenado sacerdote en 1928, cuando tenía 30 años, ejerció su ministerio sacerdotal en Repélaga (Portugalete) Vizcaya, núcleo obrero muy dominado por las organizaciones marxistas. Trabajó con celo infatigable, siempre sacerdotalmente, libre de todo condicionamiento político, totalmente entregado a sus tareas pastorales en un trabajo continuo y agotador.
En aquel ambiente general tan áspero y difícil, en que tuvo que vivir desde 1929, fue a la vez muy querido por los fieles, rechazado, perseguido y odiado por los enemigos de la Religión, que no podían permanecer indiferentes ante la fecundidad de vida apostólica de aquel sacerdote. Él no quiso apartarse de su campo de acción pastoral; y cuando le hablaron del peligro a que se exponía con su comportamiento tan profundamente religioso, contestaba, como un día dijo a su madre: “No se apure, madre, si hay que dar la vida, la daremos”. Todo indica que en su interior iba arraigando cada vez más la idea del martirio, que podía llegar en cualquier momento y que él aceptaba.
Cuando por fin estalló la dolorosa guerra civil española, D. Federico fue detenido y encarcelado y así permaneció, ayudando y consolando a todos, y nunca pidiendo nada para sí mismo, hasta el día en que fue fusilado simplemente por ser sacerdote y sacerdote ejemplarísimo.
Recibió la muerte con toda dignidad, con humilde entrega a la voluntad de Dios, con total oblación de sí mismo.
Toledo, 6 de febrero de 1989.