Aunque le nieguen muchos, Él nunca dejará de ser Rey. Y será Rey pacífico, humilde, abnegado, servidor de todos, generoso, sacrificado, lleno de amor. Le acompañará siempre, como señal y cetro, la cruz, pero será una cruz victoriosa. Y quizá lo más singular de ese Reino es que no lo instituye Él solo, sino Él con nosotros, porque nos llama y nos pide que vayamos con Él por caminos de justicia, de verdad, de paz y de amor. No debe haber enfrentamientos bélicos, coacciones, dominios opresores. No. Así no se construye el Reino que Él desea. Si se hace así, tarde o temprano viene el fracaso. Lo que tenemos que hacer es centrar seria y rigurosamente nuestra vida en Él, en Cristo, que siempre triunfa porque es un Rey Hijo de Dios. No basta que creamos en Él. Hemos de aspirar a lograr un mayor conocimiento y una más fervorosa imitación.
Comentario al evangelio de la festividad de Cristo Rey, artículo en ABC, 23 Nov 1993
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